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martes, 17 de febrero de 2015

Deja vu

Llevaba sientiéndose extraño todo el día, como si aquello ya hubiera pasado una y otra vez con anterioridad. Las imágenes, los olores, las sensanciones, los sentimientos, la inquietud que le creaba una ansiedad que él no podía controlar, todo era similar a algo que quizás ya había vivido con anterioridad, pero no conseguía discernir dónde ni cómo.

La habitación estaba sumida en las tinieblas, apenas iluminada por una pequeña lamparita roja en un extremo de la sala, que descansaba a su vez sobre una mesa diminuta de fibra de madera, de esas baratas que se compran en las grandes superficies y de las que él mismo tenía un buen surtido repartido por toda su casa. La oscuridad parecía responder a la necesidad que tienen todos lo adivinos o echadores de cartas de crear un climax, una tensión, un poco de misterio necesario para que el cliente se ponga en situación, sea más accesible y más receptivo a toda la sarta de mentiras que le soltaran a cambio de una buena pasta.

Entonces, qué hacía el allí? Jamás había recurrido a los servicios de una vidente, una gitana, una adivinadora o como quiera qué se le llame. Buscaba respuestas, vale. Sobre qué? Sobre su vida, claro. Para qué? Para poner un poco de orden en su existencia a la deriva. Todo había cambiado un jueves de sol pletórico, ese día, ese tiempo, ese sol, había quedado perfectamente grabado en su retina y en su cerebro. Un sol que contrastaba rotundamente con la penumbra que invadía la estancia y su propio corazón, una ruina de corazón, un corazón gripado, como el motor de un coche al que le han vaciado de aceite y ya no es capaz de mover una simple tuerca más. Por tanto, tenía que admitir que a su pesar, aquello era un acto de supervivencia en toda regla, algo en su naturaleza que se revelaba contra el destino, contra la dejadez, que tiraba de él hacia la luz como una pelota sumergida en el océano trata de salir a la superficie.

Pero había algo más. Estaba ese sentimiento, esa premonición que le había conducido hasta allí, hata este lugar apartado en un barrio marginal y peligroso de la ciudad, rodeado de chulos y putas, de gentuza capaz de asestarte una puñalada por un billete de tu raída cartera. Y sin embargo, en cuanto vio el anuncio en internet sabía que tenía que ir hasta ahí. No le valía cualquier mentiroso de esos que te echan las cartas por teléfono o incluso a través de la tele. Había un sentimiento, una sensación de encontrar algo perdido, algo que quizás podía recuperar en este lúgubre localucho.

La sala estba vacía. Joder, cómo no iba estarlo? En este lugar de mala muerte y un sábado por la noche, quién se iba a aventurar en un sitio así. Lo normal sería que hubiese invitado a cenar a su morena compañera de oficina, que estaba de muy buen ver, y que no paraba de hacerle ojitos desde que la habían puesto a su lado para que le fuese introduciendo en los dimes y diretes del nuevo programa informático. El perro de su jefe, un buen amigo también, había jugado sus cartas tratando de echarle un cable. Maldita la necesidad que tenía su compañera de que le diese clases de nada... Pero en vez de eso, aquí estaba, haciendo el pringado en una habitación vacía, aparentemente el único cliente de ese negocio en ruinas que, según rezaba en una placa en la puerta exterior, “iluminaba tu futuro”.

-Pase
-Perdón?
-Va a pasar o prefiere que le ponga una copa, caballero?
-Ah, si...

Era un mujer de tez morena, alta, casí como él, de pelo largo y anguloso, cuerpo difuminado en medio de unos ropajes amplios, típicos de este tipo de profesionales dados a inventarse patrañas sobre la vida de la gente. Pero suponía, o ese dejaba aparentar su fisonomía y sus movimientos graciles, que se trataba de una mujer con buen tipo, de edad madura pero todavía con energía y atractivo físico. Algo en su forma de mirarle le inspiró confianza, a pesar de su gélido recibimiento.

-Y bien, a qué ha venido?
-A qué se viene a un sitio como éste? – replicó él, un tanto indignado, tratando de disimular la incomodidad que le producía la pregunta y la situación
-Le importa que fume?
-No
-Pero usted lo ha dejado hace no mucho tiempo...
-Cómo sabe usted éso?
-Por qué me dedico a ésto? – dijo ella con un gesto del brazo abarcando la habitación en la que se encontraban. El espectro lumínico era el mismo que en la sala de espera, es decir, una penumbra que le ganaba la batalla a la luz, la morada de las sombras. Se hayaban sentados alrededor de una mesa redonda, uno enfrente de el otro. La mesa estaba cubierta por una especie de mantel de esos que se ponen en los comedores, con dibujos de cerezas y plátanos, muy poco apropiado para alcanzar el nirvana, pensó él a modo de burla. En el centro de la mesa había una bola de cristal, como las que se ven en los comics o las pelis, la típica de las brujas, vaya.


-De verdad, va a utilizar esto? – dijo señalando la bola de cristal, con un gesto de burla e incredulidad
-No, es solo decorativo. A los clientes les gusta, les da buen rollo.
-Ah
-Y bien?
-Bien, qué?
-A qué ha venido? Todavía no me ha contestado
-Pues a lo que viene todo el mundo, supongo
-No supongas tanto, majo. Por aquí pasa mucha gente, más de la que se pueda imaginar viendo lo desierto que está ahora. Es sábado y la jornada no ha hecho más que comenzar para mi, pero me espera una noche larga. Por aquí vienen personajes de todo pelo y condición, sabe? Unos quieren que les adivine su futuro, otros quieren aclarar su pasado. Los hay que no entienden el presente, esos son la mayoría, quizás porque nunca han sabido entender su pasado. Los hay que simplemente vienen porque se aburren en casa, porque piensan que pueden acertar la lotería o, por qué negarlo, porque quieren ligar conmigo, modestia aparte. Por cierto, no será usted uno de esos, verdad? Se lo digo porque no es usted mi tipo, no se haga ilusiones
-Ah, no, cómo se le ocurre?
-Quizás porque no me ha quitado ojo de encima desde que se ha sentado a esa mesa?
-Bueno...
-Bueno, qué?
-Es algo extraño...
-Bien, está usted en el sitio adecuado para contar cosas extrañas, o para oirlas...
-No sé, llevo todo el día con una sensación como de que esto ya lo había vivido con anterioridad, como que es algo que estoy repitiendo, pero no consigo recordar cuándo...Y ahora al verla a usted, me he quedado perplejo, esos ojos...
-Se llama deja vu
-Qué? Ah, sí, me parece que ya he oído hablar de eso con anterioridad, pero es algo más complejo, es como si tuviese la certeza de que ya he pasado por lo mismo
-Que sí, le digo que eso es un jodido deja vu, hágame caso
-Pero es que es tan real, que no puede ser sólo la tontería esa de que...
-En eso consiste precisamente un deja vu, amigo mío, es tan jodidamente real que usted se preguntará como su cabeza de chorlito no puede recordar cuando vivió esa misma situación. Pero, por favor, dígame una cosa, me estaba usted hablando de mis ojos...
-Oiga, no querrá ligar conmigo ahora?
-No se haga ilusiones, amigo, ya le dicho que no me va usted para nada, pero me interesa eso que ha dicho sobre los ojos y esa forma que tiene de mirarme, explíquese, si no le importa
-Bueno, es una historia que viene desde hace un tiempo, es un poco larga.
-No tengo clientes esperando...
-Y perdone, pero cuánto me va a costar la charleta? No es que me importe mucho pero...
-Relájese, esto es gratis, cuando agarre la bola es cuando empiezo a cobrarle
-Pero no decía que formaba parte del decorado?
-Y así es, pero es como bajar la bandera del taxi, me entiende? Bien, tenía usted una larga historia que contar
-Vale, vale. Todo sucedió hace aproximademente un par de años. Acabábamos de casarnos, sabe usted? Y ella me dejó en menos de un mes. No, no se fue con otro, no ponga esa cara de estar viendo un culebrón venezolano. Me dejó en el sentido literal y más trágico de la palabra. Era un día luminoso, radiante, íbamos dando un paseo y planificando nuestras vacaciones de ese año, estábamos muy ilusionados con ir a Italia. Ella tenía una salud envidiable, un cuerpo de atleta, ni un gramo de grasa, su corazón era fuerte como el de un buey, y sin embargo... de repente cayó fulminada y se fue. No tuvo tiempo siquiera de despedirse, pero sí que me clavó la mirada, esa mirada que jamás olvidaré, esa mirada llena de misterio y tan, tan...indescifrable
-Cómo qué? Un hasta pronto?
-Exactamente..., era como un hasta pronto, como si me estuviese diciendo que no me preocupase, que vendría de nuevo a por mi, era tan intensa, tan sincera, tan electrizante, es como si toda la vida que se le escapaba por momentos se hubiese concentrado por un segundo en sus ojos
-Y qué tiene que ver con...?
-Es la misma mirada que tenía usted cuando entré en esta sala, la misma chispa. Sus ojos no se le parecen en nada a los de ella, pero esa forma de mirar, esa intensidad, es... es lo mismo, joder!

Por unos instantes ninguno de los dos dijo una sola palabra, simplemente se observaron, como si el mundo no existiera más que para ellos dos, como si el tiempo se hubiera detenido. Y entonces él rompió el silencio.

-Por qué me mira usted así?
-De verdad quiere que se lo cuente?
-Creo que sí, qué más me puede pasar, a qué si no he venido hasta aquí?
-Está bien. Esta mañana cuando me he levantado he tenido un deja vu.
-Qué?
-Lo que oye. He tenido la sensación de que el día de hoy ya lo había vivido, o mejor dicho, que lo que iba a vivir hoy ya lo había vivido con anterioridad, y eso que no sabía siquiera lo que iba a pasar a lo largo de todo el día, se lo puede usted imaginar? Una locura. Eso pasó, me hice mi café, puse las noticias y me olvidé del asunto. Luego salí a la calle a hacer unas compras y, en fin, así he pasado el día, tratando de olvidarme de esa sensación, sin prestarle mucha atención. Pero..., cuando hace media hora le he visto a usted ahí afuera..., bueno, cómo decirlo? He sabido al instante de qué iba todo eso del jodido deja vu.
-Por favor, hable claro, que está usted insinuando? - dijo el con la voz temblando y un escalofrío recorriendo su espalda
-Es usted. Le he estado esperando toda mi vida. 

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