Stephen King es un escritor con una prolífica carrera, donde
hay cosas buenas y otras no tan buenas.
Ya lo he dicho en varias ocasiones y lo reitero, con escasas excepciones
siempre me ha parecido un autor que sabe enredar bien la madeja pero que a la
hora de desenredarla casi siempre se le hace la picha un lío, siendo habitiual
que nos sirva finales del todo infantiles o perogrulladas que harían sonrojar a
un principiante. Sus libros enganchan, pero sus finales muchas veces decepcionan,
al pan, pan.
Este es un libro que podría filmar para la gran pantalla el
rey Midas Speilberg. La historia parece, o lo es, un cuento para niños. El
típico de reyes y magos, con los buenos y los malos muy perfilados y
estereotipados, la típica historia que te imaginas de principio a fin y que no
sorprende en absoluto. Es un libro para todos los públicos, como las pelis que
los papás van a ver al cine con sus niños.
Para qué leerlo? Bueno, si no hay otra cosa se puede leer,
es decir, su lectura es amena, aunque el poso que te vaya a dejar sea más bien
imperceptible. Y eso que tiene detalles en la radiografía de los personajes que
son interesantes, pero la historial en sí mismo es demasiado pueril, eso es lo
que le falla un poco a este libro si buscas historias más con más chicha.
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