Obra de ALBA FERNANDEZ
En el fondo del lago brillaba algo, con un resplandor impropio del día o de aquellas profundidades. Lo podía ver desde lo alto de colina, en la pendiente de la ladera que bajaba hasta el remanso que se vertía en el agua estancada. El ruído de la cascada era potente pero harmonioso, transmitía paz, formando una barrera entre lo cotidiano y lo transcendente, me permítía dejar el estrés a un lado y centrarme en la belleza del entorno.
A cuatro mil metros de altura ya empeza a notar dificiultades para respirar, el asma nunca ha sido un buen compañero de viaje de los aventurereros y deportistas. No me considero ni una cosa ni la otra, pero sí que ando mis buenos kilómetros y me gusta explorar nuevos lugares. Este lo había encontrado por casualidad en un libro de geografía local, en la biblioteca, pero lo curioso es que no se decía nada del lago, se hablaba del risco que dominaba esta escarpada zona, con su cúspide aguda y estrecha, pero nada se decía de un lago que descansase a tal altura.
Sus dimensiones no eran espectaculares, pero sí su belleza. Al menos debería haber aparecido algún comentario al respecto, una mínima mención. Qué extraño. Era como si toda la hermosura del lugar se concentrase en el centro del agua embalsada, especialmente en el punto luminoso que tanto llamaba la atención. Las aves revoloteaban sobrevolando la superficie del lago, lanzándose en picado con regularidad para atrapar a alguno de los muchos peces que con brincos estupendos salían a la superficie durante unos segundos, como si buscasen el aire que no encontraban en el agua. La vegetación era apabullante, el verde lo cubría todo en sus múltiples tonalidades, desde palmeras exóticas más propias de otras latitudes, hasta los robles y los castaños tan propios de mi tierra, algún ciprés y, cómo no, los omnipresentes eucaliptos cuyo aroma se elevaba hasta la cima. Era una estampa digna de aparecer en las proclamas de los grupos ecologistas, salvemos la sierra de....!!!
Es curioso, desde niño siempre me había atraído esta cima escarpada pero por unas cosas o por otras nunca me había decidido a penetrar en sus secretos. Me sentía exultante merced a la espesura del lugar, los sonidos de la naturaleza en estado puro y la ausencia de todo signo humano que la corrompiese. Entonces, sin saber ni cómo ni por qué, mis pies tiraron de mi hacia abajo, atraídos por aquel rayo luminoso que salía de las profundidades oscuras y gruesas, supongo que no traté de resistirme y mis pies fueron más atrevidos que mi corazón o más curiosos que mi mente. El caso es que bajaba por la pendiente a todo correr, como si me dirigiese a un lugar que está a punto de desaparecer, sabedor de la urgencia de descubrir el secreto oculto en aquel altar a la exuberancia de las plantas y los animales. A esa velocidad de crucero pronto estuve a orillas del lago, con más arañazos y moratones que los que haya tenido nunca, fruto del roce con las ramas y las plantas, cortándolo todo a mi paso. Bien, allí estaba. y ahora qué?
Me detuve, sin aliento, a observar a mi alrededor. Había algo..., algo peculiar, fuera de lo común, lo podía percibir, sabía que estaba delante de mis narices y sin embargo no caía en la cuenta. Qué estaba pasando en aquel lugar? Volví a repasar la escena: plantas, árboles, flores, animales..., abundancia por doquier, pero...había algo más, estaba completamente seguro. Y entonces dirigí mi mirada hacia el centro del lago, hacia el misterioso haz luminoso que cruzaba las aguas y se proyectaba hacia el infinito. Y ahí estaba. Al enfocar el dibujo completo, en gran angular que diría un fotógrafo, pude sentir como todo fluía, en el sentido más literal de la palabra, hacia ese punto. Las aguas y los animales, todos, se dirigían hacia esa X invisible. Los patos, las ranas a grandes brincos, las culebras y otros reptiles, las hormigas, escarabajos y lombrices, los conejos y las ardillas, hasta las aves se precipitaban desde los cielos en un vuelo kamikaze. Todos en completa hermandad, como si fuesen de la misma especie.
No sé porque lo hice Supongo que porque una vez que estás metido en el ajo ya no hay vuelta atrás. Me desnudé a toda velocidad y me zambullí en las aguas heladas del lago. Me convertí al momento en un peregrino más hacia el epicento del misterio, al interior de las profundidades, acompañado en el trayecto por toda la fauna del lugar, como si fuésemos miembros de una misma familia. Pronto estuve sobre el punto exacto por el que la luz se vertía al exterior, ahora podía apreciar cuan potente era, una luz cegadora. Por supuesto, no me detuve ahí. Si había tenido la osadía de llegar hasta allí, no me iba a parar a ahora. Cogiendo todo el aire que pude en mis achacosos pulmones de asmático, me sumergí bajo las aguas. De alguna forma sentía que era muy fácil avanzar, que apenas requería esfuerzo y sin quererlo, o queriéndolo con todas mis fuerzas, de repente me hayé ante un objeto redondo y luminoso a más no poder. Me acerqué un poco más. Parecía algo así como una moneda, con una efigie en el centro. Tenía pinta de ser muy antigua, quién sabe cuanto tiempo llevaría allí y qué culturas la habrían traído hasta estos latitudes. Pero, lo más sorprendente es que...parece una locura, pero...semejaba tener vida propia! Sí, sí, había algo allí, dentro?, cómo expresarlo? En la superficie pero sin abandonar el cuerpo de metal, se observaba una figura humana!!! Se movía, de un lado a otro de la moneda y todos los seres que me acompañaban iban entrando en el círculo de metal y desaparecían dejando su aportación en forma de luminosidad, unos tras otro.
Quizás fuese el instinto de supervivencia, quizás el terror. Pero esa moneda yace ahora no en el fondo de un lago extraviado, sino en el fondo de una caja de seguridad. Es mía, por siempre, y ahora soy una persona distinta, tengo tantas riquezas y tanto éxito como cualquier mortal pudiera desear. Sé que todo se lo debo a ella, y qué? Yo la encontré y por tanto tengo todo el derecho. El lago ya no existe, desapareció de manera fulminante y el paráiso natural se ha convertido en un páramo inhabitable donde sólo crece el fango y los gusanos. Pero da igual, yo tengo mi moneda.
grande
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