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martes, 29 de enero de 2013

El elegido

Riiiinnnng riiiinnnng... El teléfono martilleaba su cerebro sin piedad, como si le importase un bledo la resaca que amenazaba con destrozar su cabeza. No tuvo más que medio que contestar para poner fin al martirio, con una voz pastosa, de ultratumba.

-Si?

- Sr. Jonh Carter? – era un voz de hombre, metálica, sin inflexiones, fría.

- Sí, qué quiere? – preguntó molesto

- Le llamo del Departamento de Investigaciones Científicas de las Naciones Unidas.

- Cómo?

- Ha sido seleccionado usted para el programa de inseminación astrológica – continuó la voz, sin inmutarse por su tono de incredulidad – Tenemos por costumbre dirigirnos personalmente a nuestros candidatos, pero la prioridad y urgencia del caso exigen la máxima discrección.

- Mire, no se quién coño es usted ni me importa. Es lunes y tengo una resaca de tres pares de narices, así que déjese de bromas y llame a otro primo.

- No se trata de ninguna broma, usted ha sido escogido entre millones de personas para asegurar la perpetuidad de la especie humana.

- Oiga, ya está bien de sandeces…

- Permítame que le explique. Un asteroide colisionó con nuestro planeta hace 35 días. De alguna forma, esa roca llevaba en sí misma el germen de un terrible virus que puede acabar con la especie humana, pues no se conoce cura y su transmisión se produce mediante el simple contacto, como dar una palmadita en la espalda, me entiende?

- Oiga, creo que ya…

- Si no me cree sólo tiene que ver las noticias, señor Carter. Verdad que está al tanto de la epidemia de gripe en la India? No se trata de la gripe, es esa cosa que ha aterrizado en nuestro planeta. Posiblemente no nos quede más de un mes, dos a lo sumo, como especie. Y sólo unas pocas decenas de personas en el planeta cumplen con los requisitos físicos e inmunológicos para ser lanzadas al espacio y tratar de perpetuar la raza humana.

- Bueno, señor ONU, ya no aguanto más esta coña, no sé a qué viene ni me importa, sabe que le digo? Que le den por...!

Al otro lado del auricular se oyó el clic seguido del tono de línea sin conexión, había colgado. Mejor así, menudo cretino, la ONU!, desde luego la gente está como una regadera. 

Los días pasaron y John Carter se infundió ánimos para empezar la búsqueda de un nuevo trabajo. Había trabajos, sí, muchos, pero no lo que a él le apetecía hacer. Él era un informático de primer nivel, no tenía madera de camarero o de cajero de supermercado. Pero su carácter irascible le había cerrado muchas puertas y, por supuesto, había otros expertos en programación, aunque no estaban a su nivel, pero eso les daba igual al jefe cuando les llamabas a la cara chupacabras capitalista de los cojones.

Entró en una cafetería y pidió un café con leche y un donuts. No había nadie en el bar salvo aquel individuo de gafas de sol, walkman  y chándal azul celeste. Tenía la impresión de haberlo visto antes, esa misma mañana, quizás al salir de casa. Se puso a ojear el periódico mientras esperaba por su desayuno. Las guerras, la crisis económica, los locos que se cargan a un montón de gente con un arma en el sitio más insospechado de cualquier ciudad y… la gripe india. Todavía seguía en activo y parecía que se iba extendiendo. Según decían los medios de comunicación, habían aparecido nuevos focos, inlcuso en puntos muy lejanos como Australia o Europa. Las víctimas se contaban por miles y las autoridades internacionales estaban tomando medidas para evitar el contagio, estableciendo controles en los aeropuertos e incluso en las aduanas. Adios a la libre circulación de turistas y tiburones de negocios. El mundo estaba cambiando, no cabía duda, pero en qué dirección? Entonces recordó la llamada que había recibido la semana pasada… Noooo, era imposible, aquel tipo era un farsante. Llegó su café y al levantar la vista se fijó en que el deportista matutino le observaba fijamente. Estuvo tentado de decirle cuatro frescas, pero tenía que empezar desde ya a controlar su carácter, o se iba a quedar para vestir santos. Su novia lo había dejado, harta de sus prontos y mal humor, su jefe lo había echado a la calle y su familia estaba hasta las pelotas de él. Así que era hora de cambiar o mandarlo todo a la porra.

Salió de la cafetería y se agachó como para atarse los zapatos. El hombre del chándal también había salido de la cafetería. Aceleró el paso, pero el otro parecía hacer lo mismo, ya empezaba a estar cansado de esa situación, así que giró inesperadamente en un callejón estrecho y maloliente, agazapándose tras un contenedor. Esperó durante unos segundos que se le hicieron eternos, la respiración contenida, y entonces se escuchó el eco de unos pasos en el callejón, lentos y espaciados, como si alguién estuviese estudiando el entorno. Miró a su alrededor con el pulso acelerado, buscando algo que le pudiera servir a modo de defensa. La basura se almacenaba a su aldedor, papeles, cartones, bolsas de basura y en medio de todo ese tinglado una barra de hierro. Justo lo que necesitaba. La asió con fuerza y esperó angustiado el momento de asestar el golpe, ni siquiera se había parado a contemplar la posibilidad de salir e interrogar a su perseguidor, estaba claro que algo raro estaba pasando y no se iba a poner a hacer preguntas en un momento así. Como en las películas del oeste, primero dispara y luego habla.

Los pasos se oían cada vez más cercanos, era cuestión de segundos, tensó todos los músculos de su cuerpo, dispuesto a efectuar una descarga brutal, justo en el momento en que vió asomar la pernera del chándal color azul que le había estado persiguiendo desde que saliera de casa. Allá vamos, hizo un movimiento veloz, ascendente, al tiempo que desplazaba la barra hacia atrás y arqueaba su cuerpo para coger impulso, en ese momento quedó frente a frente de aquel sujeto, era cuestión de décimas de segundo. Y por un momento, infinitesimal, se sintió congelado, traspasado por una mirada, y aquello fue suficiente.


Estaba tieso, sobre algo frío pero al mismo tiempo extraño al tacto, no era una superficie sólida ni tampoco liquida, era como si una corriente de aire frío se deslizase continuamente a través de su cuerpo. Esa fue su primera sensanción, antes incluso de abrir los párpados. Qué había pasado? Su mente estaba confusa, como si llevase durmiendo mucho tiempo. Y entonces escuchó otra vez aquella voz del teléfono, hace unas cuantas semanas, el jodido tipo de la ONU.

- Se lo advertí, pero usted no quiso hacerme caso. Siento que hayamos tenido que recurrir a estos métodos tan expeditivos pero no nos quedaba otra alternativa. Ahora todo irá bien.

Abrió la boca para soltar un exabrupto pero su garganta no conseguía emitir sonido alguno, como si le hubiesen arrancado las cuerdas vocales.

- No se esfuerce, todavía está bajo los efectos del NH3. Ya veo que no tiene ni idea de que le estoy hablando.Está bien, relájase, nos queda un largo viaje por delante, así que trataré de explicarle algunas cosas. Espero que se sienta cómodo en nuestra, como le llaman ustedes?, cama?, bueno, supongo que será algo así, sí, una cama de iones. Haría furor en su mundo, estoy seguro, son ustedes tan rudimentarios, todavía durmiendo, perdiendo el tiempo mientras su organismo envejece sin remedio, y además lo hacen sobre esas cosas con alambres. Inexplicable. Eso por no hablar de cuando se enchufan entre ustedes, sencillamente repugante, antidiluviano. Pero eso va a cambiar, ya lo creo que sí...

La mirada extraviada de Carter demostraba a la vez incompresión y un pánico creciente. Su cerebro iba más lento de lo normal, sería el NH o la madre que los parió que le había inyectado, el caso es que no se encontraba nada bien y aquel tipo no le gustaba nada, absolutamente nada. Ya le había dado malas vibraciones desde que escuchara por primera vez su voz distante y sin inflexiones a través del hilo telefónico. Maldita sea! Dónde coño se había metido?

- Ya veo que es usted un mar de dudas, jeje. Permítame que le muestre un poco de luz a su primitivo cerebro. No hace falta que hable, además de que de momento no puede hacerlo, somos telepáticos, puedo leer su mente como un libro abierto, si, jeje, no ponga esa cara. Esto es sólo el principio de una apasionante aventura, terrícola prehistórico. Ahí abajo, cada vez más pequeño, queda su mundo. Destruído para siempre, despídase de él. Armas biológicas creo que las llaman ustedes. Por supuesto, mucho más avanzadas que sus ridículos virus y bacterias. Las nuestras son armas selectivas, según especie y según la dimensión temporal. Digamos que en el caso de su insignificante planeta hemos utilizado la máxima potencia. Absolutamente inevitable, por toda la eternidad. Usted es el último ser vivo de su especie, y de su mundo. No le mentía cuando se lo avisé a través del teléfono. Así que diga adios a...la Tierra y buenos días al universo, es usted el ELEGIDO.

2 comentarios:

  1. estás cómo una regadera vpower, estos cuentos los tienes que juntar todos y autopublicarlos

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  2. Cada día estoy peor, no cabe duda

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