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miércoles, 13 de febrero de 2013

Chapón

Le gustaba jugar como a cualquier niño y en algunos deportes lo hacía bien, era bueno en baloncesto y era rápido como un rayo, a pesar de no ser de zancada larga. No tenía dificultad para hablar y divertirse con sus compañeros de clase pero todavía estaba en aquella edad en la que las niñas le eran indiferentes, por no decir que las ignoraba, sobre todo desde que una de ellas le había llamado cuatro ojos. No era la primera vez que se lo llamaban, pero era más la forma de decirlo, con desprecio, que el insulto en sí lo que le había ofendido. 

En clase las materias a tratar siempre le habían parecido sencillas, como si fuese algo natural, un conocimiento fluído que llega sin esfuerzo, como quien lee un comic o una novela. Normalmente sabía la respuesta rápidamente a los problemas que se planteaban, pero no le gustaba hacerse notar, tenía que guardar las formas y hacerse pasar por un tipo duro y enrollado, no por un flemillas sabelotodo al que le colgarían el cartel de chapón hasta la universidad. De ninguna manera, no estaba dispuesto a pasar por el mismo calvario que el cuadrculado de Luis, al que nadie le dirigía la palabra como no fuese para pedirle los deberes o que se dejase copiar en los exámenes, fuera de clase era un don nadie.

Dado que se tenía que morder la lengua en clase mientras los demás se devanaban los sesos buscando solución a los enigmas matemáticos (raíces cuadradas, ecuaciones y otras simplezas), tenía que idear cosas para que se le pasasen las horas, para no quedarse dormido. Lo que más le divertía era mover objetos, cambiarlos de sitio, por supuesto, sin que su dueño se percatase de ello, lo contrario no tendría gracia. Pero otras veces. sin embargo, utilizaba el poder de su mente para confundir a sus compañeros o tomarles el pelo. Siempre se le dibujaba una sonrisa en la cara cada vez que se acordaba de aquella tarde en clase de historia que había pasado subiéndole las faldas a la ripipi de su compañera de mesa, que siempre le miraba como a un gusano, y bajándole los pantalones al gordo de Alfredito, con la vergüenza que le daba enseñar sus longanizas!

Pero aunque no se lo había contado a nadie, sus habilidades ya no eran un secreto, no para todo el mundo. El profesor de inglés le había estado vigiliando y observando durante largo tiempo y un día le invitó a quedarse unos minutos después de concluida la clase para comentar ciertos temas. Sospechaba que esos temas poco tendrían que ver con la clase o con sus progresos en la lengua de Shakespeare, por eso cuando se presentó ante el profesor  no podía negar que le temblaban un poco las piernas.

   Ilustración de Alba Fernández

- Gracias por quedarte, sólo serán uno minutos, no te preocupes - le dijo el profesor invitándole a sentarse en el pupitre de la primera fila, mientras él se mantenía erguido, subido a la palestra, como para mantener su posición de dominancia. El niño obedeció docilmente pero con el corazón palpitante. - Mira, llevo tiempo pensando que mis sospechas iniciales son ciertas, que tu no eres un niño como cualquier otro, verdad?

- No sé - contestó el niño de manera escueta, como para hacerse el tonto

- Sí que lo sabes, claro que sí. Como te decía, he estado estudiándote y aparte de tu facilidad para asimilar nuevos conocimientos, creo que tienes ciertas facultades mentales..., como diría para que lo entiendas?, creo que puedes mover cosas, no es así?

- Yo? Si, puedo mover cosas con las manos o con los pies, juego bastante bien al fútbol.

- No me tomes por tonto! Sabes perfectamente que me refiero a mover cosas con esto! - dijo el profesor apuntando con el índice a su propio cráneo.- Entiendo que lo quieras mantener en secreto, no es bueno que esa información caiga en manos de cualquiera, pero puedes confiar en mi, quiero ser tu amigo, ÓK?

- Si - contestó el niño, más por sacarse la pregunta de encima que por interés en trabar amistad con el profesor. 

- Good, así me gusta. Pues bien, los amigos se tienen que ayudar, apoyarse para conseguir cosas. Yo te ayudaré a que saques buenas calificaciones en todas las asignaturas - como si lo necesitase pensaba el niño - y tu harás un pequeño trabajito para mi. Trato hecho? Deal?

- Un trabajito?

- Sí, una cosa sencilla para tus poderes, lo tienes chupado. Mira. Yo soy el profesor más preparado de este colegio, yo debería estar a la cabeza del mismo, como director y cobrar más que este miserable sueldo que me pagan por romperme los cuernos tratando de enseñaros, poor boys, a decir vuestro nombre en inglés. Ya va siendo hora de que en este colegio se haga justicia y el que vale, como tú, como yo, esté arriba y el que no vale...fuck off - ese término en inglés se le escapa de su vocabulario, pero el gesto de la cara al decirlo no dejaba presagiar nada nuevo.- You and me, do you understand?

- Sí -  contestó el niño cada vez más acongojado.

- Bien, now, listen. El director de este colegio es un inepto, sólo es un lastre para todos nosotros. Sin embargo, tiene amigos y no es fácl moverle la silla. Ahí es donde entras tú. Necesito que, de alguna manera, hagas que el señor director deje la docencia, o sea, su puesto. All right?

- No sé... 

- Cómo que no sabes? Mira, lo único que tienes que hacer es usar esos poderes que tienes en la cabeza para hacerle algo al señor director, ok? 

- Algo cómo qué? - preguntó inocentemente el niño

- Pues..., bastaría con que se cayese por unas escaleras o que se quedase un poco tonto, sabes? Algo que le obligue a retirarse, a jubilarse, al fin y al cabo ya tiene sus años. 

- Pero qué tengo que hacer?

- Joder! Pero tu no ves pelis de terror, chaval? Mira, mañana le vamos a esperar los dos, escondidos detrás de los matorrales que hay a la entrada del colegio, al pie de la escalinata. Cuando salga por esa puerta sufrirá un pequeño tropezón, algo fortuito, you get it?

- No, no, eso no me gusta! - protestaba el niño, con lágrimas en los ojos y haciendo por levantarse

- Mira, crío, o me haces este pequeño favor o vas a tener que dejar la escuela tarde o temprano y creo que eso no te gustaría, verdad? 

El niño intentó zafarse pero el profesor lo mantenía sentado en el pupitre agarrándole por los hombros, mientras lloriqueaba y pataleaba inutilmente. 

- De aquí no te vas a mover hasta que lleguemos a un acuerdo, me entiendes renacuajo? - vociferaba el profesor fuera de sí. - Así que ya te puedes ir concienciando!

La clase de inglés se suspendió indefinidamente, por lo menos hasta que el director tomase una decisión al respecto, es decir, contratar a un suplente o esperar a que la policía siguiese con sus pesquisas y por fin se desentrañase el misterio. El niño de gafas, mirada reconcentrada y especialmente dotado para las matemáticas, atendía siempre a clase como si le fuese la vida en ello y se le quitaron las ganas de levantar faldas o pasear objetos por la clase, al menos por el momento, se le daba demasiado bien para olvidarlo del todo...

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