Ninguna sorpresa en el día de ayer, todo siguió el guión
previsto, como ya comentaba en mi última entrada sobre lo que se avecinaba. Pero sí se puede afirmar que
la intervención del Presidente tuvo más guasa de lo que cabía esperar. El señor
Rajoy se dedicó a impartir catequesis desde el púlpito y convirtió su discurso
en un acto de fe. Porque, según lo que expuso, la hora y media que estuvo
largando por la mañana, debemos creer que todo lo que han hecho hasta ahora es
lo que había que hacer, que todo lo que vendrá a partir de ahora será mejor que
lo que ha pasado, que todas las nuevas reformas a las que nos van a someter son
por el bien del país, que son las reformas correctas, que el incumplimiento de las promesas electorales era
algo que estaba fuera de su alcance, que en la UE sólo miran la manera de
recortar déficit y no pensaban en el crecimiento hasta que a él, el Dios de la
democracia occidental y el nuevo gurú de la economía mundial, se le ocurrió
llamar la atención sobre la necesidad de fomentar el crecimiento. Y así se
consumieron los minutos de su intervención, pidiendo al pueblo español una fe
absoluta en todo lo que ha hecho y en todo lo que van a hacer, y, por supuesto,
confianza en los políticos, que según él son gente digna de su posición pública
aunque tengan copados los juzgados con sus tinglados. Cuántos datos, cuántas cifras aportó Rajoy que avalen su exposición? Se limitó a emitir sentencias, mandamientos que sólo él y los metidos en el ajo se creen, los demás tenemos que hacer un esfuerzo metafísico para asumir lo que nos está contando, en lugar de darle de bofetadas.
En conclusión, tenemos un Presidente que se cree lo que le
interesa creerse y que está ciego respecto a los hábitos de los políticos de
este país, o es que es un fariseo consumado como los demás. Eso no importaría
si estuviese gestionando su propia empresa, pero este señor lleva el timón de
la empresa de todos, España, y sigue jugueteando con los acantilados.
De la oposición, en fin, poco se puede decir, o mejor no
decir nada. Sólo le diría al señor Rubalcaba que agarre la guitarra y la
carreta y a girar por los pueblos de España, le iría de perlas, seguro.
esperaba tu crítica. A mí, lo que más asco me dió, es que es lo de siempre, cada uno con su mentira hasta el final, y acusándose los unos a los otros, y tu más... lo de siempre.
ResponderEliminarEstos dos hacen que los tiempos de Aznar y González parezcan días de gloria
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