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lunes, 11 de febrero de 2013

Guerra Nuclear

- Señor Presidente, me acaban de informar que tres misiles más han sido lanzados contra la ciudad de Nueva York, colisionarán en poco más de media hora. Creo que es hora de que se dirija a la nación sin más demora o... - el secretario dejó la frase congelada en el aire frío del despacho oval, como si de alguna forma se pudiese todavía cambiar el rumbo de las cosas.

- Sí, pero y si los escudos antimisiles funcionasen? - argumentó débilmente el presidente de la nación más poderosa del planeta, por los menos hasta ese momento.

- Con todos mis respetos, no sabemos si serán capaces de bloquear todas los ataques entrantes, pero independientemente de eso, creo que el pueblo de los Estados Unidos de América tiene derecho a saber que está siendo atacado por fuerzas aliadas y poderosas.

- Pero, que ganaremos con ello? No es mejor que la gente viva y muera feliz? Sin agobios, pensando que todo va bien y luego..., en un segundo todo se habrá acabado! - el rostro del presidente mostraba un rictus de temor, de fustración ante la realidad y de incredulidad ante lo que estaba pasando. Llevaban varios días con conversaciones al más alto nivel tratando de evitar la catástrofe y finalmente está se había producido, todos los esfuerzos, tardíos, habían sido en vano.

- Creo que está usted, ha estado, sometido a una gran presión estos últimos días. Es obvio que necesita descansar...

- Descansar? Está usted loco? - cortó el presidente a su secretario - A nuestro país le quedan horas de vida y usted piensa en descansar?

- No quería decir eso, si me lo permite - el secretario estaba empezando a perder los estribos, aquello se estaba conviertiendo en una batalla no sólo contra el bloque enemigo sino también contra el enemigo que tenían en su propia casa. En su opinión, la gestión que el presidente había hecho de la crisis desde su inicio había sido nefasta, siempre en una posición de soberbia, menospreciando el riesgo y la amenaza que suponían las otras naciones. Sencillamente, se había mostrado absolutamente incapaz para resolver la situación y, lo que era peor, su orgullo no le había permitido delegar sus funciones en alguién más capacitado o con más temple. Alguién como él, eso es. - Sé que usted ha hecho lo posible y lo imposible - mintió con descaro - para evitar esta situación, sé que lleva días sin dormir. Sólo le pedimos un último esfuerzo, comparecer ante la opinión pública, ante el pueblo al que representa y anunciarles que estamos inmersos en una guerra nuclear, que nos mantendremos unidos y nos preparemos para lo peor...

- No me diga lo que tengo que hacer! Yo soy el Presidente del país más poderoso de La Tierra, somos invencibles! - estalló de furia, con la cara congestioanda de rabia y de temor al mismo tiempo - General Fort, le ordeno que tome bajo arresto al Secretario, por falta de lealtad a su nación y a mi autoridad, ahora mismo!

- Señor Presidente - argumentó el General con respeto pero sin dudas en su voz - creó que comete usted un grave error. El Secretrario tiene toda la razón, el pueblo merece ser informado ante la gravedad de la situación. Yo respaldo totalmente la decisión de comunicarle a los ciudadanos el estado de las cosas de manera inmediata, luego que pase lo que dios quiera, pero el pueblo merece saberlo de antemano.

- Usted también - dijó el Presidente con los ojos desorbitados y la mandíbula colgando de incredulidad - Qué opinan los demás, el resto del Consejo de Alta Seguridad del Pentágono? - preguntó mirando uno a uno a los hombres de casacas verdes y azules cubiertas de condecoraciones y distintivos militares. Todos asintieron con un gesto de la cabeza, más que elocuente, sin decir palabra - Ya veo, así que estoy sólo en mi decisión de mantener esto en secreto.

- Lo siento, señor Presidente - intervino del nuevo el general - pero si no actúa de inmediato me veré obligado a asumir el mando desde ya mismo, no podemos perder más tiempo. Sencillamente no disponemos de él, en apenas 30 minutos los primeros misiles pueden empezar a caer sobre nuestro territorio.

- Está bien, preparen una rueda de prensa para dentro de diez minutos, preferencia absoluta, emisión en todos los canales, convoquen a todos los medios. Estado de emergencia. Y ahora, si me lo permiten, me gustaría estar sólo cinco minutos.

- Por supuesto - dijo el secreterio, mientras invitaba con un gesto a todos los presentes a abandonar el despacho - Si me necesita ya sabe donde estoy, sino nos veremos en la sala de prensa en diez minutos.

El Presidente asintió en silencio y rápidamente la habitación se vacío dejándolo sólo con sus tribulaciones. En  la sala de conferencias la actividad era máxima. La prensa estaba sobreaviso de que algo grave ocurría desde hacía días y por tanto se mantenía haciendo guardía a las puertas del salón, esperando que se les convocase para el gran bombazo, así que cámaras y periodistas no tardaron en llenar la sala y ocupar sus puestos. Todos los canales de televisión, las radios y hasta los medios en internet empezaron a emitir un comunicado urgente en el que se refería la voluntad del Presidente de dirigirse a la nación de manera inmediata, el tema parecía de la máxima gravedad, la expectación era máxima.

- Cuando quiera, señor Presidente - sonó con un timbre metálico la voz del secretario a través del interfono

- Bien, voy para allá

El silencio en la sala era sepulcral, el monitor reflejaba la cuenta atrás para el inicio de la emisión, dos minutos. De repente se empezaron a escuchar voces, murmullos y algún que otro grito ahogado, provenientes del pasillo que conducía desde el depacho presidencial hasta la sala de prensa. La tensión se cortaba con un cuchillo, los periodistas inquietos se empezaron a levantar de sus asientos inquietos y en un gesto instintivo avanzaban hacia el estrado, como si no pudiesen esperar a que el Presidente hiciese su aparición.

- Por favor, por favor - se dirigió el secretario a la prensa, con los brazos en alto tratando de imponer la calma - manténganse en sus sitios, el Presidente estará en breve con todos nosotros - se seguían oyendo gritos, cada vez más fuertes en el pasillo, y los pasos de alguna que otra carrera alocada- y atenderá todas sus dudas - seguía, mientras cada vez más desconcertado giraba la cabeza hacia atrás-. Por favor, el Presi... joder!!

En ese momento apareció ante toda la concurrencia la figura de un hombre medio desnudo, cubierto sólo con un tanga con la bandera de los EEUU y unos calcetines que parecían sacados de una película de superhéroes, las lorzas de la barriga al descubierto, la pelambrera del pecho y de los brazos al desnudo, el escaso pelo revuelto, la mirada perdida. Los flashes de las cámaras se empezaron a disparar sin descanso, había gritos entre la muchedumbre, de desconcierto y de terror, de incomprensión y de desesperaciòn. El presidente llevaba una pistola en una mano, de color rojo, la dirigió hacia la concurrencia, se oyeron aullidos de pavor, las fuerzas de seguridad se movilizaron rápidamente y abrieron fuego sin contemplaciones hacia la figura del todavía Presidente, al mismo tiempo que este abría...agua...hacia las primeras filas de periodistas en la sala. Agua, era una pistola de agua lo que llevaba a modo de arma, pero las balas que recibió su rechoncho cuerpo eran, sin embargo, bien reales.

   Ilustración de Alba Fernández

2 comentarios:

  1. wow qué sexy! jejeje
    Digo yo que este presidente era muy bueno hasta que se pasó en el papel no?
    También puede ser que se sintiera incapaz de gestar la situación y provocara que lo mataran.
    Felicidades a los dos!

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  2. Jeje podía haber ido un poco al gimnasio, pero se ve que estaba muy liado apretando botones rojos...,bicos

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