Así, se habla hoy en día del sueño chino, ese que
recientemente ha vendido la nueva cúpula del poder en el país asiático para tranquilidad
de su pueblo y para que no se revolucione el rebaño, os damos el grano y
picoteáis a gusto. El sueño chino consiste en mantener el crecimiento económico
a un ritmo elevado de forma que la mayor parte de la población se puede
beneficiar de una mejora en sus ingresos, es decir, un aumento de la renta per
capita. Se compra el silencio del pueblo mediante la inyección capitalista
necesaria y mínima. Sin embargo, a diferencia del sueño americano, el sueño
chino no es compartido por todos los ciudadanos, algunos de ellos prefieren
estar despiertos en lugar de soñar, lo cual incomoda y alerta sobremanera a la
clase dirigente, que se esmera en instalar el decorado necesario, léase
censura, para que el sueño resulte jugoso y apetecible.
Existe también el llamado sueño europeo. Este sueño
desciende, cual espíritu divino, de los postulados de Bruselas y sus
comisarios. Los políticos de cada gobierno nacional de la Unión se concentran
en hacer que sea bonito y creíble, pero de manera inevitable el sueño europeo
deriva finalmente en los sueños nacionales de los distintos países de la Unión. El
sueño europeo consiste en que el euro sobreviva a la crisis y la UE se mantenga
en el tiempo sólida y estable, sin bajas ni deserciones. No importa que haya
que sacrificar crecimiento, empleo y calidad de vida si es en aras de que ese
sueño se realice, sobre todo si el sacrificio no lo tienen que hacer los
teutones, si no la cosa cambia.
Por poner un ejemplo de la implantación del sueño europeo a
nivel nacional podemos extraer el caso español. El sueño español, como el del
típico chiste, es mucho más complejo y tiene muchas más caras que todos los
demás sueños juntos. Tenemos por un lado el sueño del gobierno central, que es
una mezcla entre el sueño chino (acallar a las masas) y el sueño americano
(vendernos la moto de que el progreso es posible y que vendrán tiempos mejores
mientras paguemos los impuestos y nos dejemos recortar sueldos). Pero ese sueño
se rompe en mil pedazos cada vez que cruzamos la frontera de una autonomía, así
tenemos el sueño catalán, el gallego, el vasco, el madrileño… Pero por encima
de todos esos sueños de corte ideológico-nacional existe el sueño del pueblo,
el verdadero, el de cada uno, que es el de verse libres algún día de los
crápulas que gobiernan nuestro día a día, que el trabajo no se vaya al carajo,
que la vivienda no se la lleve el banco de turno y, si se puede, humildemente, que se
pueda uno permitir pasar unos días en la Costa del Sol o de Corrubedo,
dependiendo del peculio de cada uno. Todos estos sueños individuales son sueños
de quita y pon, según como vayan los indicadores económicos, si nos suben los
impuestos cambiamos el sueño del Mediterráneo por el del chiringuito en el bajo
de nuestro edificio, son sueños amoldables a la cruda realidad de los cojones.
El caso es soñar, porque si un día despertáramos y nos diéramos cuenta de la
realidad, tal cual es, a lo Matrix, no iba a quedar piedra sobre piedra, porque
los sueños, sueños son.
muerte al capitalismo! vpower for president
ResponderEliminarJajaja estás como una chota
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