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sábado, 6 de abril de 2013

En medio de la noche

Historia basada en hechos reales y vivida en primera persona hace muchos años, pero que permanece fresca en mi memoria, como el primer día o, mejor dicho, la primera noche.

A la sazón contaba yo unos doce o trece años, no lo recuerdo muy bien, posiblemente mi madre lo sepa perfectamente, pero de todas formas es irrelevante para narrar lo que sucedió aquella noche. En aquella época éramos una familia bien avenida, y afortunadamente lo seguimos siendo, de 3 hijos, siendo yo el segundo mayor, el pequeño tendría en esa época dos o tres años, así que no fue consciente de nada de lo acaecido, aunque lo ha oído contar un montón de veces en reuniones familiares a lo largo de los años. Porque lo que sucedió aquella noche no se ha ido jamás de ninguna de las mentes de los allí presentes.

Vivíamos en Carballiño, un pequeño pueblo de Orense, famoso por su feria veraniega del pulpo y con una amplia tradición de emigrantes a Venezuela, muchos de ellos retornados, empresarios emprendedores que traían dinero fresco al pueblo.

Tenemos familia en Vigo, la mayor parte de ella, de hecho, y en esa época tocaba hacer la típica visita familiar. Mi padre se había comprado un Mercedes 220 muy bonito, aunque de segunda mano, pero muy bien conservado, de color azul marino y tapizado en cuero tono ocre, muy elegante. Nos subimos todos al coche para emprender el largo y tedioso viaje. En aquella época la comunicación por carretera entre Vigo y Orense se limitaba a la nacional que pasa por la Cañiza, lugar de buena cerveza y mejor jamón, no había ni rastro todavía de lo autovía que hoy en día une ambas ciudades.

Formábamos parte de la comitiva, mis padres, mi hermano mayor y yo. Me pasé la mayor parte del viaje de ida durmiendo o haciendo el tonto, como era constumbre en niños de nuestra edad, no éramos especialmente díscolos, al menos yo no, mi harmano mayor sí era un traste de cuidado. Pasamos parte del día con nuestros familiares de Vigo y a media tarde, antes de que anocheciese, pues el regreso se preveía largo y era mejor salir con luz natural, emprendimos el viaje de regreso en el consabido Mercedes. Pero quiso el destino que éste sufriera una aparatosa avería en medio de nuestro trayecto. De manera alarmante el coche empezó a echar humo por la parte delantera y hubo que parar. Mi padre levantó el capó y una densa nube de humo y vapor de agua emergieron como de un volcán. Mal asunto, posiblemente la junta de la culata se había quemado y de momento el coche estaba inservible.

La noche se cernía a toda velocidad y entre el susto y el cansancio ya había ganas de llegar a casa. Así que además de llamar a la grúa se hizo venir a un taxi para que nos trasladase lo antes posible a nuestro domicilio. Estaríamos aproximadamente a mitad de trayecto o menos, así que aún nos quedaba una buena tirada. Si la memoria no me falla, aunque la imaginación de un niño suele interferir distorsionando los recuerdos, la carretera aunque rudimentaria transcurría por zonas poco escarpadas o de amplias vistas. Sin embargo, en una parte del trayecto el taxista debió coger algún tramo para acortar distancias o ganar tiempo y circulábamos ya en medio de un espeso y poblado monte, por una calzada muy estrecha y de sinuoso trazado.

El silencio era la nota reinante, aunque por algún motivo, quizás por la excitación del incidente o por esa desconfianza inconsciente que genera un desconocido al volante, nadie iba dando cabezadas y todos seguíamos como hipnotizados el camino que los faros del taxi iban trazando sobre el asfalto. Recuerdo que la noche era cerrada como boca de lobo, no se veía luz alguna, la iluminación artificial era absolutamente inexistente y en el cielo no se veía rastro alguno del satélite que llamamos Luna. Dadas las circunstancias el conductor iba a una velocidad moderada aunque con un deje de ansiedad por finalizar su jornada laboral, pero la carretera era retorcida y no se podía permitir pisar el acelerador como a él, y a nosotros también, le hubiese gustado.

De repente se rompió el silencio. Mi madre siempre ha sido muy extrovertida, así que fue la primera en dar la voz de alarma, en medio de una recta no muy larga, se distinguía en medio de la negrura algo blanco.

- Qué es eso!!!?? - dijo con voz trémula y sobresaltada.

Como por un acto reflejo el taxista fue levantando el pie del acelerador de manera que fuimos perdiendo velocidad progresivamente y tuvimos tiempo de observar perfectamente, aunque sólo fuese cuestión de uno o dos segundos, la figura que teníamos delante. Como dije la noche era totalmente cerrada y no había en el lugar ni luces artificiales, tipo farolas o rótulos de algún tipo, ni tampoco elementos refractantes que pudiesen provocar o hacer incidir luz de alguna manera sobre la aparición que nos contemplaba con mirada hierática y misteriosa.

La aparición quedaba al margen derecho de la carretera, es decir en la orilla más lejana a la del conductor. Vestía ropajes, intuyo, totalmente oscuros o negros, diríase que de la cabeza a los pies. Digo intuyo, porque lo único realmente visible era el rostro de esa figura o ente. Era un rostro de señora mayor, de una palidez extrema, como si su piel estuviese forjada en cal viva y tuviese luz propia. Tenía una nariz aguileña y larguísima como rasgo más destacado y nos siguió con unos ojos oscuros al tiempo que pasábamos por su lado, cruzándose nuestras miradas durante uno o dos segundos en los que todo pareció congelarse. Sobrepasada la figura, todos, excepto el taxista, supongo, nos giramos para mirar atrás, pero allí ya no había nada excepto la oscuridad más absoluta.

- Dios santo! qué era eso? - gritó mi hermano mayor que iba en el asiento del copiloto.
-Vistéis que nariz! Y que blanca era su cara!
-Pero que haría esa mujer allí en medio de la nada, del monte, a estas horas de la noche, si no hay luz, como pudo llegar hasta ahí? Estaría perdida? - lanzaba mi madre.

El taxista ni siquiera dijo esta boca es mía, pero palpitaba nerviosismo y aceleró la marcha, tratando de dejar atrás el escenario de la aparición, huyendo como alma que lleva el diablo. Llegamos a  nuestra casa en Carballiño sin más incidencia pero con el miedo y la sobresalto en el cuerpo. Al día siguiente se siguió hablando de la misteriosa mujer. Y los interrogantes se fueron multiplicando a medida que se hacía un análisis más frío de la situación. Cómo era posible que en medio de la espesura del monte, sin ninguna iluminación de farolas ni linternas aquella mujer pudiera haber llegado hasta allí? Y que hacía allí parada, sola, en medio del monte a esas horas? Y cómo es posible que su cara se destacase de manera tan clara y luminiscente en mitad de la noche total? Porque, rememorando los hechos con más calma nos dimos cuenta que una vez que el haz de luz del coche, es decir, la parte frontal del automóvil con sus faros, había rebasado la figura, la cara de la mujer seguía mostrándose igual de clara y luminosa, como si tuviese luz propia. Como dije, en esos momentos el tiempo pareció congelarse y recuerdo con total nitidez ver la figura al lado justo de las puertas del coche, en décimas de segundo, y con el rostro iluminado...

    Composición de ALBA FERNANDEZ

Qué era aquello? La consabida Santa Compaña? Un alma errante de otro mundo? Una mujer extraviada? Nunca lo supimos, ni creo que lo sepamos, pero es cierto que en aquella época no hubo noticias en los medios de comunicación de ninguna persona extraviada en los montes del contorno. Fue una sugestión mental? De cinco personas al mismo tiempo y que coinciden plenamente en los detalles de su visión? Descarto tajantemente la posibilidad de una alucinación o un delirio sicótico. A partir de ahí todo son conjeturas. Por último, un detalle en el que todos los testigos coincidimos: la visión de la figura transmitió a todos una sensaciòn de extrema inquietud, sino de miedo.

2 comentarios:

  1. jaja cuantas millones de veces, papa o mama han rememorado esta historia? hasta recuerdo que yo la contaba de pequeño en el colegio, para irme de figura. la has narrado muy bien, hay talento, yo te digo que deberías hacer una novela, el cuento corto lo manejas bien.

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    1. si, forma parte de la leyenda urbana de la familia jeje POr cierto, se la enviare al señor Iker, porque la semana pasada hicieron programa sobre apariciones en carretera, a ver si la leen jeje
      Tengo que ponerme en serio con el libro, ahora que ya acabe el dichoso curso tendre mas tiempo

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