Daccia, capital de Bangladesh, agosto de 2013, en el cinturón industrial de Ashulia, no muy lejos del centro de la ciudad, moderno y lujoso, pero a más de una hora en coche por culpa del intenso tráfico. Aquí se aglutinan centenares de talleres como el mío, bueno, no es mío, yo sólo trabajo en él, operando un telar y lo que haga falta, lo que el capataz diga. Para eso se nos paga.
Aquí no hay ni rastro de la gran ciudad ni de la gente pudiente, de esa que compra las prendas que nosotros fabricamos para centros comerciales enormes y ampulosos que sólo he visto desde fuera, desde la calle. Algunos amigos me cuentan que en el extranjero se vive mejor, que la gente gana más dinero que en mi país y trabaja menos y en mejores condiciones. Pero yo no me quejo. Antes trabajaba cociendo ladrillos, tan sólo a unas calles de distancia de este taller textil y eso sí que era penoso. Tenía siempre las manos destrozadas por la arcilla, las arenas, el hierro y la deshidratación, la espalda quebrada por el acarreo de pesos excesivos durante todo el día y los pulmones entumecidos y obstruídos por la contaminación, los gases y los humos que salían por doquier, por no hablar del calor que hacía, cualquiera diría que trabajábamos en el mismísimo centro del infierno, codo con codo con Lucifer.
Ilustración de ALBA FERNANDEZ
Algunos extranjeros que vienen de vez en cuando para encargar pedidos y hacer ver que se preocupan por nuestra salud, se quejan del calor... Esto es un paraíso, aunque ellos no se den cuenta, y me siento orgulloso de ser empleado de la Silk & Cotton Bangladesh Ltd. Sí, me siento orgulloso porque puedo ganarme un sueldo y ayudar a sacar a mi familia adelante. Gano más que mucha gente que conozco, unos 3000 lakas al mes (29 euros para los occidentales que nos visitan). No soy millonario pero mi familia me agradece el sueldo que llevo a casa todos los meses. A veces se producen retrasos en el pago de la nómina, pero es mejor no protestar, hay mucha gente que estaría encantada de ocupar mi puesto y no les pienso dar esa oportunidad, no mientras tenga brazos y piernas.
Llevo ya 8 horas metido en esta nave con tejado de zinc, paredes que acumulan el calor, llenas de grietas, y puertas que dejan pasar la corriente y el polvo, así es que me paso el día estornudando. Hace unas semanas se derrumbaron dos talleres como este, de repente, sin avisar. Las construcciones son pésimas, murieron cientos de personas, porque en un taller textil podemos trabajar 500 o más. Pero no me voy a quejar, podría estar peor, volver a los ladrillos o al campo, trabajando bajo un sol de justicia de la mañana a la noche. No, hay mucha gente esperando por un puesto como el mío y no les pienso dar esa oportunidad. Por eso yo no quiero nada con la gente de los sindicatos, sólo pueden traerme problemas.
Yo siempre hago lo que dice el jefe. El mes pasado tuve que trabajar por la noche, dos semanas seguidas. Me costaba dormir durante el día por el calor y la falta de costumbre, pero había que sacar adelante un pedido importante para una empresa extranjera muy grande. Si están contentos y les entregamos a tiempo sus pedidos nos pedirán más, auque no creo que nos paguen mejor, pero por lo menos seguiremos teniendo trabajo, eso es lo importante. Hay mucha gente esperando su oportunidad...
Me llamo Ahmed, tengo 12 años y vivo en un gran país.
NOTA: para la redacción de este texto me he basado en datos reales acerca de la situación del sector textil en el país, no es una mera ficción, no del todo.
tremendo texto, estás echo un artista, datos crudos y bien ambientado.
ResponderEliminarcreo que junto con la gran ilustración de Alba refleja lo que es la miseria y la explotacion laboral en tantos puntos del planeta, todo para que tengamos gayumbos mas baratos, capitalismo salvaje
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