Lo que traigo aquí son retazos de la zona de la Bretaña francesa, muy turística pero no saturada, con un gran actractivo natural, sobre todo en los pueblos costeros. Lo bueno que tiene Francia es que en cada pueblo, por pequeño que sea, casi siempre encuentras algo digno de visitar, llámese iglesia, puente, château, o la creperie, sin ir más lejos.
Tiffauges
El gran actractivo de este pueblo se encuentra en su castillo. La antigua residencia de Gilles de Rais, también conocido como "Barba Azul" (Barbe Bleue), compañero de Juana de Arco y Mariscal de Francia, ha ocupado esta posición estratégica entre Anjou, Bretaña y Poitou desde el siglo XII.
El castillo se encuentra medio en ruinas, medio reconstruído pero aún así transmite bastante fielmente lo que debía ser una fortaleza de la época. Además, existe una exposición con máquinas de asedio en el interior, así como espectáculos con jinetes y demostraciones que vale mucho la pena visitar, ya que está muy bien ambientada.
Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais, llamado Gilles de Rais (10 de septiembre de 1404 - 26 de octubre de 1440), fue un noble y asesino en serie francés del siglo XV que luchó en los años finales de la Guerra de los Cien Años junto a Juana de Arco, a la que siguió y en la que creyó siempre.
Junto con Erzsébet Báthory, la aristócrata húngara conocida
como «la condesa sangrienta», es considerado como uno de esos aristócratas que
utilizó su gran fortuna para dar rienda suelta a sus fechorías. Este hombre
impulsivo, cuyos crímenes contradecían su exacerbada fe y creencia cristiana,
que seguía la frase de San Agustín «Felix culpa!» —traducido como «¡Dichosa
culpa!»— y que tuvo un anhelado deseo del perdón de Dios, inspiró a Charles
Perrault a la hora de explicar la historia de Barba Azul.
Su negra barba de azulados reflejos hizo que se lo llamara
«Barba Azul». Era culto aunque no reflexivo, ávido de riquezas pero
despilfarrador. Desde ese momento se entregó a los más locos dispendios para
satisfacer sus más caros caprichos. No se recuerda príncipe o rey que hubiese
llevado un lujo semejante. Este hombre tenía pasión por todas las artes,
especialmente por la música. Se exacerbaba con los cantos gregorianos, llegando
al éxtasis. Si oía decir que se había escuchado una hermosa voz, no descansaba
hasta conseguir llevar a su servicio a quien la poseía, por muy lejos que
estuviera, como los cantores contratados en Poitiers, André Buchet, de Vannes y
Jean de Rossingol, de La Rochelle, a quienes pervirtió haciéndoles partícipes
de sus orgías y crímenes. Poseía muchos órganos de toda clase. El sonido de
este instrumento le producía tal enajenación que se los hizo construir
portátiles para que lo acompañaran en sus menores traslados. Consiguió, en su
exaltación religiosa, ser nombrado canónigo de Saint-Hilaire-de-Poitiers y se
rodeó de una comitiva de cincuenta eclesiásticos, junto con 200 soldados de
caballería, cuya sede se encontraba en la capilla de los Saints-Innocents, en
Machecoul.
Un curioso personaje este Gilles de Rais, pasadísimo de
vueltas, sin duda.
Maulévrier
Esta villa, muy cercana a Tiffauges, ostenta el mértito de albergar el mayor jardín japonés de Europa, construido por un francés enamorado de la cultura oriental, Alexandre Marcel. El parque se puede visitar en hoario diurno o nocturno, el aspecto cambia enormemente, ya que el juego de luces produce unos efectos sorprendentes sobre la piedra y las plantas.
En mi opinión la parte más fascinante es donde se encuentra
el puento rojo, rodeado de una vegetación mucho más colorida que la del otro
lado del lago, lo que le da una vistosidad espectacular. También esa mismo lado se encuentra el templo camboyano que Marcel diseñó para la exposición universal.
El parque se creó entre 1899 y 1913 sobre la base de Château
Colbert. En 1976, la propiedad del castillo se fragmentó en tres, el municipio
de Maulévrier readquiere el parque, entonces completamente abandonado en 1980.
La restauración comenzó en 1987, basada en fotografías y recuerdos, y en el
2004 el jardín fue etiquetado como «Jardin Remarquable» por el Ministerio de
Cultura.
Actualmente, el parque es el jardín japonés más grande de
Europa.1 Alberga unas 300 especies de plantas, con azaleas, camelias,
rhododendron, aceres japoneses, cerezos japoneses y otros muchos. Hay también
una exposición permanente de bonsais y de cerámicas. Cada año los días de
excepción presentan animaciones y obras de Landart.
Bien vale la pena
darse un paseo por el pueblo.
Una ciudad dinámica que combina tradición y modernidad. Cholet, famosa por sus pañuelos rojos, debe el surgimiento de su prosperidad a la industria textil que data del siglo XV. Los châteaus y las iglesias están a la orden del día, como es habitual.
Actualmente, Cholet es uno de los fabricantes de prendas de
vestir más grande de Francia y Europa. Puede aprender sobre ello en el Museo
textil, instalado en una antigua lavandería, y que reconstituye la historia de
la industria textil y describe las técnicas.
Además, para quienes gustan de comprar a precios
interesantes, tienen que ir al centro comercial "Séguinière", donde
encontrarán más de 100 tiendas de fábrica que venden marcas francesas y
extranjeras a bajo precio.
Clisson
Es un pequeño pueblo con un casco antiguo encantador, perfectamente conservado, donde en algunos rincones del mismo uno parece perderse en otro tiempo. Además, tiene una boulangerie con unos pasteles que quitan el sentido.
El castillo es espectacular, muy bien conservado,como en general todo el pueblo. Además, una de las cosas que me llamó la atención, normal viniendo de España, es la tranquiidad con la que se vive en estos pueblos, con un nivel de ruidos bajísimo, que como digo sorprenden a los que viajamos desde el sur de los Pirineos.
Pornic
Acabo este breve recorrido con un pueblo que a los gallegos nos recuerda mucho a nuestra tierra, especialmente la zona de las Rías Baixas, no en vano está hermanado con Bayona, según reza un carte en el mismo pueblo. Estamos, por supuesto, ante una villa costera, dominada por el magnífico castillo que se asoma al Atlántico, en perfecto estado de conservación. La ubicación no puede ser más fantástico, a orillas del río que desemboca en el océano, con el puerto enfrente y multitud de embarcaciones deportivas.
Como en el caso del parador de Bayona, hay un paseo que circunda el castillo. La zona de más actividad del pueblo es la del puerto, lógicamente, y es un lujazo tomarse un café o un crêpe en alguna de sus terrazas. Además, por la noche tiene bastante vidilla, aunque los precios son un poco altos, pero uno no se encuentra en entornos tan maravillosos todos los días, así que hay que asumirlo.
Estos son sólo algunas de las maravillas que esconde la Bretaña francesa. Mi consejo es ir con tiempo y alquilar un coche, para poder deplazarnos a nuestro antojo y rastrear todo el mapa en busca de auténticas joyas escondidas, porque esto no se lo van a vender en la agencia de viajes de la esquina, téngalo por seguro.
Bon voyage!
ahí es dónde estuviste? es precioso, me dijeron que la bretaña es cómo si fuera un país dentro de francia, otra cultura, otros paisajes...etc.
ResponderEliminarPues sí, por ahí anduve, y efectivamente, aquello no parece Francia, hasta parece un país normal.
EliminarParece precioso aunque algo aburrido, no??? Demasiado bucolismo para una rubia de rompe y rasga jajaja
ResponderEliminarJe suis désolé!!!!
Jajaja pues me debes una, porque te he ahorrado una pasta, muac!
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