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miércoles, 10 de julio de 2013

Ser o no ser

Estaba sentado en un banco del parque, cerca de donde tenía su exposición de cuadros, tomándose un respiro en esa calurosa tarde de verano. Apenas había gente, las palomas como únicos admiradores mudos de su arte, el resto del mundo estaba en las atestadas playas. Su mirada perdida en el horizonte, la mente más allá de los óleos y los patos del estanque, la ciudad casi silenciosa, como en medio de una resaca.

- Buenas tardes. - Se sobresaltó ante el saludo de aquel extraño, aparecido de la nada, no había notado su presencia, cómo había llegado hasta allí? Pensaba que estaba tan absorto en sus pensamientos que ni siquiera había reparado en él hasta tenerlo allí pegado. Era un anciano, de escaso pelo, cara muy arrugada y fatigada, semblante ceniciento, y sólo una mirada viva y despierta, lo más vivo que parecía haber en él, pensó.

- Siento molestarle - siguió el anciano.

- No pasa nada, el parque es público.

- Permítame que me presente, no me andaré con rodeos, el poco tiempo que me queda no me permite ese lujo. Mi nombre no le interesa, pero lo que tengo en este maletín sí, supongo.

El pintor se quedó mirando para el maletín sin pronunciar palabra, como si en él se encontrase el misterio del universo concentrado en ese único punto o como si en él no hubiese más que fichas de monopoli. Qué más le daba a él el maletín en cuestión? Empezaba a pensar que era hora de volver a sus pinturas, pero el excesivo calor le restaba fuerza de voluntad.

- Veo que no es usted muy hablador... Tanto mejor. Como le decía en este maletín se encuentra el objeto de mi intromisión en su vida, vayan mis disculpas por delante. Lo que hay aquí son 100 millones de dólares.

- Me toma el pelo...

- Vaya, pensé que se le había comido la lengua el gato... Bien, veo que es usted un ser humano, no he conocido todavía la persona,  y ya son muchos años, que permanezca impasible ante 100 kilos. Por un momento pensé que había dado con la piedra angular, afortunadamente, para el caso que nos ocupa, no es así.

- Se trata de una broma de esas de la tele, no? Dónde tienen la cámara? Déjese de jueguecitos conmigo.

- Por favor, no sea usted tan burdo. Aquí no hay broma de ninguna especie, cien millones nunca han sido una broma.

- Pero...

- Oiga, déjeme hablar, y luego haga lo que le venga en gana, de acuerdo? -  el artista callejero asintió con un suspiro - Bien. Vamos a lo que supongo que se estará preguntando ahora mismo: por qué se me aparece un tipo con cien millones de dólares en una cartera y se me sienta al lado? No es para restregárselo por la cara, ni por tocarle las narices. La cosa es muy simple. Me estoy muriendo, o dicho de otro modo, me quedan sólo días, semanas a lo sumo, de vida. Durante mi existencia he amasado una inmensa fortuna y... no quisiera que los buitres de mi familia se lo llevasen todo. No tengo hijos y mi esposa falleció hace años.

- Pues dárselo usted a las carmelitas o a la asociación de hermanos de Yoda, me trae sin cuidado. O es que acaso no ha oído hablar de las herencias?

- No es tan fácil. Este dinero es mío pero en la práctica no existe, dinero negro...

- Oiga, a qué se dedica a usted?

- Vaya, ahora parece que se le ha soltado la lengua. Eso no tiene importancia.

- Claro que la tiene, o es que piensa usted que me voy a mezclar en sus truculentos negocios? Mire, podría denunciarlo ahora mismo, pero me da la impresión de que usted es un viejo que no tiene nada mejor que hacer y que lo único que lleva en ese maleta son Lacasitos.

Con gesto adusto, el anciano abrió la maleta hasta un ángulo de 45 grados, lo suficiente para dejar entrever una cantidad ingente de billetes grandes. El pintor se quedó mudo de repente, más de lo que hubiera estado nunca.

- Bien, ahora que parece que he captado su atención, le diré que es lo que necesito de usted. Como le decía, este no es dinero de curso legal, pero quiero ponerlo a salvo de las alimañas que me rodean y preferiría darle una utilidad en lugar de hacer que acabe en el fondo del mar. A lo largo de mi vida he cometido muchas injusticias o maldades, no voy a decir que haya visto la luz, soy un viejo cabrón y así me moriré, pero me gustaría equilibrar un poco la balanza, ahora que aún estoy a tiempo.

- No entiendo a qué viene ese ataque de sentimentalismo, si es, como dice usted de sí mismo, un perro sin escrúpulos - dijo el pintor con un gesto de desconfianza

- No espero que usted lo entienda, pero... digamos que lo que he padecido últimamente a raíz de mi enfermedad me ha abierto un poco los ojos. Yo ya no tengo remedio, pero hay otros a los que este dinero les vendría bastante bien, me capta?

- Así que el viejo cascarrabias tiene su corazoncito...

- Piense lo que quiera - le cortó secamente el anciano - Lo que quiero de usted es lo siguiente. Yo le haré entrega de este maletín, con toda la pasta. Y usted se encargará de repartir su contenido como mejor estime, eso sí, sólo entre gente necesitada. A cambio de ello usted se quedará con 5 millones. Es decir, reparte 95, se queda 5 - el anciano dejó transcurrir unos segundos de silencio, como dejando que sus palabras se asentasen en la mente del pintor -. De acuerdo?

- Oiga, no sea pánfilo, qué le hace suponer que en cuanto usted me deje aquí el maletín y se vaya a dar de comer a los patos o a donde usted demonios quiera, yo no voy a echar a correr como alma que lleva el diablo con todo ese botín?

- Porque lo he estado observando.

- Cómo? - preguntó incrédulo

- Sí, no me mire con esa cara. Como usted mismo dice, no iba a ser tan pánfilo de hacerle este encarguito al primer afortunado que se cruzase en mi camino, puedo ser viejo y estar moribundo pero no soy un demente. Y no se crea tan importante, he observado a muchos otros. Pero, hay que reconocerlo, usted da el perfil.

- El perfil?

- Sí. Usted se pasa los días pintando en este parque muerto de risa, vendiendo sus cuadros, su arte...La verdad es que es bastante bueno, pero lo da por cuatro perras gordas a amas de casa que lo compran para colocar en una esquina o a estudiantes que lo usan para tapar humedades. Y sabe por qué lo hace? Porque usted cree en ello, su vida es la pintura, nadie le obliga a hacer esto y estoy seguro de que podría ganarse la vida de mejor forma, pero es testarudo como pocos y consecuente con sus acciones. Además, le he escuchado y, aunque no lo parezca con esa pinta de perroflauta que se gasta, es usted una persona honesta.

- Qué tiene usted en contra de los perrosflautas?

- Contra la flauta nada, pero esos perros piojosos que mantienen sin el menor cuidado me dan ganas de patearles el culo. Pero no se ofenda, sé que usted no es uno de ellos.

- Oiga, usted no sabe una mierda de mi!

- Eso es un no? - dijo el abuelo lanzándole una mirada como si estuviesen en una casa de subastas

- Déjemelo pensar un momento... - después de un minuto en que su inquieta mirada iba del maletín a los patos, volvió a preguntar - Seguro que no se trata de una tomadura de pelo?

- Creo que su tiempo se ha agotado, será mejor que siga con sus cuadros si quiere cenar hoy...

- Está bien, está bien! Mierda, acepto! Pero contésteme a una cosa. Cómo sabe que ha acertado con la persona adecuada, quiero decir, piensa vigilarme o algo así?

- En absoluto tengo plena confianza en usted. Ya le digo que le he estudiado bien, y créame, tengo buen instinto para las personas. Bien, esto es suyo, aquí se lo dejo. Recuerde: sólo gente necesitada.


Y sin decir más, el anciano se levantó del banco lentamente y se fue alejando a pasos lentos y con la espalda encorvada. El pintor callejero se quedó mirando para él como si fuese un espectro, hasta que se perdió entre muros de hormigón. Luego miró fijamente al maletín que tenía a sus pies, sin atreverse siquera a tocarlo. Levantó la vista hacia su caballete y se dio cuenta de que por hoy se había acabado lo del arte rupestre. Recogió apresuradamente sus bártulos y mal que bien llegó a casa con todo el equipaje a cuestas y los cien millones en billetes.

Esa noche no cenó. Se le había quitado el apetito repentinamente, tan repentinamente como se le había aparecido a su lado aquel viejo loco con su desquiciante historia hacía unas horas. En su cabeza se trataba de imaginar una y otra vez la gran vida que se podría dar con todo ese dinero a su disposición. Pero el viejo cabrón tenía razón, maldito perro, lo conocía bien. Sabía en su fuero interno que sería incapaz de darse la gran vida con un dinero que, aunque generado ilegalmente, estaba destinado a suavizar la desdicha de muchos miles de personas, a hacer la asquerosa vida más soportable.

Finalmente, cedió ante la evidencia. Se quedaría con los cinco millones que le correspondían por su trabajo como broker de la hermandad de los viejos descarriados y con pasta. Cinco kilos no estaban mal, por fin se podría agenciar un estudio y una galería para exponer no sólo sus obras sino también las de otros artistas. Se abría una nueva vida ante él.

Luego llegó la fase de asignar cantidades. Por mucho dinero que parezca, 95 millones de dólares no son nada cuando uno pasa revista a todas la calamidades que nos rodean. Así que empezó por ceder a lo que le dictaba su corazón. Daría la mitad de ese dinero a varias asociaciones que luchaban contra esa lacra de la sociedad que se había llevado por delante a la mujer que amaba, el cáncer. Y el resto, ya se vería, pensaba para sí.

La forma que eligió para hacer llegar el dinero fue la de hacer pequeños ingresos directamente en cuentas bancarias, siempre en cantidades inferiores a las que marcaba la ley como tope máximo sin necesidad de declaración fiscal. Pero se dio cuenta después de seis meses de ingresos y de hacer unas cuantas amistades entre el personal de varias oficinas bancarias de la ciudad, que su tarea sería eterna, que no acabaría nunca y que se vería dentro de veinte años, viejo y loco, entregando su maletín con unos cuantos millones menos a quién sabe quién en un banco de un parque con patos y palomas.

Así que optó por la vía de la entrevista personal con los dirigentes de las organizaciones de lucha contra el cáncer y la entrega a su vez de maletines con grandes sumas de dinero. Todo se hacía según la única condicón que el exponía y es que su nombre permaneciese totalmente en el anonimato, y allá se las entendiesen ellos, si lo declaraban o no al fisco era algo que a él no le importaba lo más mínimo.

Así fueron trancurriendo lo meses. De momento seguía con sus tareas artísticas al aire libre, no pensaba hacerse con sus cinco millones hasta que rematase completamente el encargo, el viejo loco lo conocía bien, se repetía una y otra vez. Al cabo de un año, aproximadamente, le quedaba sólo una cuarta parte de los fondos por repartir entre la beneficencia. Las organizaciones más importantes de lucha contra la terrible enfermedad que le había roto el corazón para siempre ya habían recibido lo suyo. Era hora de diversificar.

Le dio muchas vueltas al asunto, había tantos frentes... Se pasaba horas buscando en internet información acerca de ONGs y salían organizaciones de todo tipo, cuanto más buceaba menos claro lo tenía. La solución le vino una tarde, pintando al aire libre, como de costumbre. Se fijó en dos ancianos que iban de la mano, el uno de la otra, la otra del uno. Apenas avanzaban más que las hormigas que corrían inquietas por el suelo. Se sentaron en un banco, parecido a aquel en que hacía más de un año el viejo loco le había encomendado la gran misión. Durante más de una hora se dedicaron a desmenuzar un panecillo que, entre ellos y las palomas que les rodeaban cada vez en mayor número, consiguieron finiquitar, no sin esfuerzo. Su elección estaba hecha. El colectivo de los ancianos sin techo sería su siguiente y último objetivo, un poco en honor a su mentor, al viejo loco, un poco porque todos deberíamos tener a alguien que nos cuide en esos momentos finales en los que las fuezas nos fallan.

Día tras día siguió con las donaciones, hasta que llegó el momento en que el maletín estuvo vacío, o casi. Quedaban cinco millones de dólares en su interior. Era su recompensa, ahora era su momento, aquel que nunca había soñado porque era demasiado bonito. Así que abrió el explorador de Internet para empezar a buscar locales para su galería de arte. Un bonito local, espacioso, con luz, céntrico, con una buena fachada y en un edificio de reconocido prestigio, justo lo que andaba buscando. Dos mil euros al mes? Qué era eso para él, millonario de repente, nada en absoluto. Además, pensaba incrementar sus ganancias en un período relativamente corto mediante las propias exposiciones. Se convertiría en pintor y marchante profesional. Veía su futuro escrito con letras de oro.

En ese momento sonó el timbre de la puerta. Serían por fin los aceites que había encargado en la tienda? Ya no le fiaban un céntimo más, pero eso se había acabado, ya no tendría que esperar semanas a disponer de material óptimo para plasmar su arte. Abrió la puerta, pero lo que se encontró no eran ni lienzos ni aceites, era una mujer de mediana edad, de buen ver y bien vestida.

- Perdone que le moleste caballero en la intimidad de su hogar, pero es la desesperación de una madre lo que me lleva a ir puerta por puerta. Quizás lo haya oído en los medios de comunicación, le han estado dando difusión estos días. Tengo un hijo de cinco años que padece una enfermedad rara, el único tratamiento posible hoy en día sólo lo hace una clínica de Houston. Llevo ahorrados 100.000 dólares, gracias a las donaciones de la gente de buen corazón, cualquier aportación es bien recibida, todo suma, caballero, ya sea en metálico o en objetos que podamos vender. Créame que me da una vergüenza tremenda abordar a la gente de esta manera, en sus casas, pero el amor de una madre no conoce límites... - dijo entre sollozos.

Al cabo de un rato cerró la puerta. Se dirigió al destartalado ordenador y echó una ojeada más a la galería de arte de sus sueños, qué preciosa era!.Luego cerró el explorador y apagó el ordenador. Su galería seguiría siendo el parque, el viejo cabrón lo conocía demasiado bien...

4 comentarios:

  1. me gusta la moraleja del cuento, lo escogió para que hiciera el bien, esta muy chulo, me recuerda a cuentos hispanoamericanos de los 80. hay arte, deberías lanzarte ya a por tu primer novela.

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  2. Genial, cada dia disfruto mas con la lectura de tus relatos.
    Coincido con Hugo... para cuando compartir con mas gente tu habilidad??
    Acuerdate de lo que hablamos de tu participacion en concursos literarios como aperitivo y pq no...para perder el panico escenico???
    Bsz

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    Respuestas
    1. Sois los dos unos aduladores impenitentes, no sé que pretendéis conseguir, pues soy pobre de espíritu y más aún de vil metal.
      Lo del concurso habrá que probarlo no sea que suene la flauta y me salgan unas vacaciones gratis.
      Vpower no conoce el significado del pánico escénico, como buena romana deberías saberlo...jajajaja Bicos

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