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lunes, 5 de agosto de 2013

El infierno (6ª parte)

Dada la solemnidad de la ocasión había escogido las mejores galas que había encontrado en el profundo armario. Cierto es que había vestuario de todas las épocas y tentado estuvo de escoger uno de general de las legiones romanas, con su coraza dorada y brillante, sus adornos de plumas y el cuero repujado, pero luego se lo pensó mejor y no pensó que sería buena idea acudir a la presencia de Su Majestad como si se tratase de una fiesta carnavalesca. Así que se vistió con un elegante traje de seda gris con rayas blancas muy finas, pañuelo de lino y zapatos de diseño italiano. Durante su etapa inicial como informático, cuando todavía tenía restos de acné en el rostro, había tenido que trabajar de traje, pero de eso hacía tantos años que ya casi no se acordaba de como hacerse el nudo de la corbata.

Cuando estuvo listo, pulsó, como le habían indicado, uno que había justo al lado de la puerta, bajo un rotulito que decía "servicio de habitaciones". Esta vez en lugar del enano, su acompañante resultó ser una exhuberante mujer de raza negra que le sacaba casi una cabeza, con unas piernas estilizadas, unos hombros muy anchos y femeninamente musculados y un rostro salvaje, como de cazadora hambrienta. 

- Acompáñeme caballero, permítame decirle que está usted especialmente atractivo hoy. Ha escogido bien el atuendo.

- Perdón, nos conocemos?

- No personalmente

- Ah, por su tono de familiaridad creí entender que...

- No, jamás nos habíamos visto antes, en persona, claro está. Pero sale usted en todos los noticiarios del Fin del Mundo.

- El Fin del mundo?

- Sí, es el programa más popular en estas latitudes, algo así como el canal de noticias, pero mucho más divertido que los terrestres, claro. Se dice que usted es el gran misionero que ha llegado para cambiar el estado de las cosas, hay muchas espectativas puestas en usted. Espero, por su bien, que no defraude a Lucifer, tiene muy mal perder...

Sin más comentarios se dirigieron a lo largo del kilométrico pasillo que ya conocía con imágenes vivas de la historia de la humanidad a los lados, la mirada se le fijaba en las escenas que se mostraban a su alrededor sin poder evitarlo y recordó que el enano le había prometido la posibilidad de indagar a su antojo en el pasado. Tendría que buscar un rato para hacer aquello, pensó, aunque de momento lo prioritario era saber en que lío se estaba metiendo con todo ese rollo de cambiar el mundo, restaurar el equilibrio y demás zarandajas. Para su desaliento, comenzaba a notar como los efectos expansivos de su cerebro, después de una noche de locura neuronal, empezaban a remitir o era que estaba simplemente nervioso? No sabría decirlo, pero en todo caso siempre podría plantear la cuestión ante la diosa del averno. Sin embargo, en su fueron interno, sospechaba que llegado el momento no se atrevería a abrir el pico, mal que le pesase, pues se sentía intimidado por la belleza y la fuerza que desprendía aquella criatura.

- Espere aquí un momento, por favor, enseguida le llamarán -  le dijo la mulata mientras se retiraba haciéndole un guiño. 

La sala donde se encontraba era muy amplia pero parecía quedarse muy pequeña pues había un gran tumulto de gente vociferante, que incluso se atrevían a aporrear las puertas de Su Majestad. Cantaban, reían e incluso algunos se daban el lote sin que nadie se escandalizase por ello, ni siquiera prestase atención. Entonces se fijó en un joven que parecía ser el jefe de la manada, era Jim Morrison! Así que aquel era el escandaloso grupo del que había oído hablar al poco de llegar, el grupo del que los vecinos de arriba se quejaban con tanta reiteración y hartazgo. Al fin habían acudido a la llamada de la Jefa, lo cual hacía preveer que en los próximos días las celebraciones serían de lo más sonado, al menos eso era lo que se podía sospechar a la vista del espectáculo que se ofrecía ante sus ojos. Morrison estaba rodeado de tres o cuatro mujeres que no cesaban de besarlo y acariciarlo mientras el bebía de una botella opaca y charlaba a gritos y grandes risotadas con otro hombre de color, que se atrevería a jurar que era Jimi Hendrix. Salió de dudas cuando uno y otro, a duo, entonaron el The End de los míticos The Doors. Estaba soñando o realmente toda aquella algarabía era real, se preguntaba el informático. Desde su llegada a aquellos condominios todo había sido una sucesión de sorpresas y nada desagradables, por cierto, a cada cual más ilustrativa. 

Decidió acercarse un poco más al grupo, no tuvo que hacer grandes esfuerzos porque enseguida un puñado de chicos y chicas semidesnudos lo arrastraron a la marabunta en que se había convertido el salón de espera. Entre asombrado y temeroso por lo que pudiera pasar, siguió mal que bien el ritmo loco de la música, los gritos y la felicidad desbordante, diríase que aquella gente había nacido, o muerto, sólo para disfrutar, como si lo demás no importase, como si no valiese la pena pensar en el ayer o el mañana, sólo lo que estaba sucediendo ahora. 

DING-DONG! Se oyó una señal a través de los altavoces, como las que utilizan en los aeropuertos o en las estaciones de tren para hacer algún tipo de aviso. A continuación se escuchó el timbre sensual e inconfundible de Lucifer:

- Muy bien chicos! Sigan pasándoselo bien, en breve estaré con ustedes. Pero no les oigo! Les ha comido la lengua San Patricio? Hagan un poco de ruído, por todos los demonios del Averno! - Acto seguido se escucharon vítores y se multiplicaron el ruido y los alaridos, haciendo temblar las paredes, el suelo y el techo, temiendo que en cualquier momento el cielo se los viniese encima, con lo que aquello podía suponer. - Eso está mucho mejor, que no decaiga el ambiente, estamos en el Infierno o qué? - Después, suavizando su voz añadió: La eminencia infomática, haga el favor de pasar a mi presencia. 

No necesitó usar sus propias piernas, fue levantado por multitud de brazos y llevado en volandas hasta las mísmisimas puertas del infierno, en medio de burlas, pullas, carcajadas y gestos de admiración, incluso el propio Morrison le guiñó un ojo y le dijo con voz masculina y tentadora: Deja algo para mi, rufián! jajaja

Al entrar su asombro no decreció, sino que se engrandeció todavía más. Recordaba aquella estancia de la última y única vez que había estado allí como un despacho señorial, con maderas, materiales nobles, ornamentos de todas las épocas y un lujo enmarcado por el buen gusto. Ahora nada de aquello se ofrecía a su vista. En su lugar, el ventanal que antes daba a los páramos infernales, por donde la almas deambulaban errantes, se había convertido en una observatorio espectacular a través del que se divisaban más estrellas de las que había conocido nunca. En medio de todas ellas estaba su añorado, aunque ya no tanto, planeta Tierra, como si hubiese retrocedido en el tiempo a la era en que la humanidad se consideraba el ombligo del uniuverso. A su alrededor el Sol, la Luna, los planetas de la Vía Láctea y cientos, millones de astros más, que brillaban con luz incandescente, alumbrando por sí mismos toda las estancia, sin necesidad de lámparas ni velas. A pesar de todo, reinaba una especie de semipenumbra por momentos, como si a los astros se les estuviesen acabando las pilas... La decoración de la sala era la de un amplísimo dormitorio, con una cama tan grande como un lago manso y lechoso. Un música que parecía salir de las paredes emulaba los cánticos de un coro celestial! En aquel sitio! Era algo de locos...pero sin embargo, era mágico, se sintió poseído por una alegría incontenible, una necesidad de disfrutar, de vivir otra vez!

- Le gusta la música? La he seleccionado especialmente para la ocasión. No crea que es fácil conseguir este disco en este páramo de degenaración y perversidad, de hecho me lo pasa de contrabando un buen amigo mío, infiltrado en las alturas, donde anidan las golondrinas y los ruiseñores, ya sabe...Como dicen los terrícolas, hay que tener amigos hasta en el infierno, y en el cielo también, por supuesto. Bien. He organizado todo esto para usted, le dije que le tenía preparada una gran sorpresa, planes importantes, pero antes de exponerlos y de empezar a trabajar en ello, quiero que nos conozcamos un poco más...

Se dió cuenta entonces de que Lucifer, la mujer más sensual que había visto en su vida, estaba casi desnuda. Vestía una gasa muy fina, casi transparente, que no ocultaba sus encantos, que con una respiración acelerada hacían vibrar la tela arriba y abajo como por arte de magia negra. Se sentía como hipnotizado, apenas podía apartar los ojos de sus pechos, cuando ya los posaba en sus ojos, luego en sus piernas danzantes al ritmo de los ángeles. Cuando se percató, la tenía casi encima de él, sosteniendo dos copas de oro y diamantes.


- Bebamos, amado mío, por el comienzo de una nueva era que pasará a la historia de la Eternidad, cuando el Infierno empezó a dejar de serlo... para convertirse en un nuevo Cielo... 

Acercó la copa a sus labios y le hizo beber de ella mientras giraba a su alrededor, acariciándole sutilmente, besándole, rozándole. Él se encontraba cada vez más embriagado, enardecido y descontrolado. Con un gesto de su mano Lucifer, la diosa del Averno, le hizo flotar sobre el suelo y lentamente lo posó en la cama. Se despojó de la gasa que la cubría y pudo contemplar en todo su esplendor la belleza más absoluta, sin tacha, la perfección hecha carne y demonio. Con un salto gracil, aterrizó sobre él y con habilidad sobrehumana le despojó de su traje, con un erotismo estudiado, haciendo que todo su cuerpo ardiese de deseo y placer. Lo fue engullendo poco a poco, cada rincón de su cuerpo, él se dejaba hacer, sin fuerzas, extasiado, incapaz de reaccionar ni de resistirse, entregado por completo, manso e indefenso como un cordero recién engendrado. Entonces ella se puso a horcajadas y con movimientos rítmicos, sincronizados y perfectos, lo elevó a los cielos. Lucifer profería gemidos de placer que despertaban a las estrellas y enardecían a los invitados congregados en su particular fiesta al otro lado de la sala. Pronto empezaron o celebrar cada una de las acometidas de la Diosa de Mal, con alegría infinita, hasta que ellos mismos se entregaron también y al mismo compás a los juegos de la carne. 

El placer parecía infinito y las horas transcurrían lentas y maravillosas, sin el lastre del cansancio físico, entregados y concentrados en el disfrute carnal, eterno, ilimitado. Las estrellas como único testigo, los ángeles como coro a sus susurros y gemidos, el tiempo mudo y derrotado ante la llama de la pasión.

To be continued...

4 comentarios:

  1. Zapatos de diseño italiano... a qué me suena eso, jejeje.
    Con este final, valió la pena el suplicio que pasó para abandonar el mundo terrenal.

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    1. Eyyy que esto aún no ha terminado, no se vayan todavía, aún hay más!

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    2. Tramposo, cuando yo lo leí no estaba lo de: To be continued...
      Me alegro que no acabe todavía porque me quedaban ganas de más.

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    3. Se me había olvidado ponerlo jeje

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