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lunes, 12 de agosto de 2013

El infierno (7ª parte)

Cuando se despertó no se sintió cansado sino todo lo contrario, como si le acabasen de planchar el alma, fresco, renovado, con el espíritu alegre y repleto de energía positiva. Había sido una noche para recordar, por toda la eternidad quzás, donde quiera que ésa transcurriese. Sencillamente había yacido con la bella y, al mismo tiempo, terrorífica Lucífer y, cómo no?, había sido toda una experiencia. Al principio se había sentido temeroso de que no estuviese a la altura de aquella deidad del mal y su insultante sensualidad, pero de alguna manera ella consiguió que todos sus temores se disipasen, como si hubiese puesto el piloto automático, y se dio cuenta, para su asombro y goce, que podía hacer todo tipo de piruetas, excentricidades y demostraciones de hombría con simplemente pensarlo. Era algo inaudito, todo aquel poder y todo aquel disfrute a su alcance. Comparado con aquello el sexo que los mortales practicaban era una burla y una fiesta de mal gusto. Claro, que se preguntaba si todo ello no sería solamente obra del poderío de Lucifer y los que estaban en la fiesta, al otro lado de la puerta se habrían tenido que conformar con las acrobacias de siempre mientras él dejaba atrás las ataduras de los sentidos para adentrarse en una experiencia mucho más profunda.

Mientras pensaba todas estas cosas, el informático cayó en la cuenta de que su doncella, su diosa del amor seguía allí, tumbada desnuda a su lado, compartiendo lecho y, al parecer, sumida en un profundo sueño. No pudo evitar contemplar una vez más su silueta. Sin duda, se trataba del tipo de mujer del que todo hombre presumiría de haber ligado nada más llegar a la oficina, delante de todos los compañeros. Pero ahora ese mundo quedaba muy lejano, afortunadamente, porque tenía que reconocer que desde que había aterrizado en el Infierno había vivido en tres días experiencias más intensas que en toda su insulsa vida terrenal. Y eso que el podía presumir de haber sido un homhre de éxito, un gurú, como gustaban de llamarle sus seguidores y sus admiradores, y como tal había viajado a lo largo del mundo, conociendo decenas de países, cientos de gentes, miles de preciosos lugares, degustando riquísimos manjares, hospedándose en hoteles de lujo extremo y, por supuesto, conociendo a mujeres de deliciosos rasgos predipuestas a entregársele sin concesiones. No, su vida no había sido para nada anodina, se decía para sí mismo, y sin embargo al ponerla en la balanza frente a los escasos días en las tinieblas aquella lejana existencia parecía tan burda...

Se levantó y se acercó al gran ventanal que ocupaba casi todo el ancho de la pared. Allí siempre reinaba la oscuridad, no había nada parecido a un sol y si alguna luminosidad se percibía era gracias a los poderosísimos fuergos y volcanes que se erguían por doquier, quien sabe con que maléficos cometidos. Sin embargo, al cruzar su vista a lo ancho del mirador no observó más que oscuridad y quietud y el rumor como de olas. Efectivamente, para su asombro, lo que antes había sido una árida estepa era ahora terreno ocupado por un mar infinito de aguas oscuras y amenazantes, tintadas casi de negro, impenetrables y opacas a cualquier escrutinio, sospechosas de esconder en sus profundidas a criaturas terribles. Al pensarlo, sintió un escalofrío, sería desesperante caer a esas aguas y verse allí indefenso ante cualquier... monstruo. No cabía pensar otra cosa, o sí? Aquello era el Infierno, pero hasta ahora nada de lo que había visto le demostraba que eso fuese menos bueno que aquello que los humanos esperan del “Cielo”, el premio a una vida de virtudes, sosa y desperdiciada.

Pero Lucifer, había sido clara al expresar su deseo de que las cosas cambiarán, de que el averno viviese tiempos mejores. Aquello era un enigma tras otro y a pesar de su capacidad intelectual, y de sus horas vividas junto a cerebros privilegiados en la sala de los conectores interneuronales, abriendo lo ojos a nuevos conocimientos y dimensiones, todavía se encontraba muy perdido. Lo mjoer, pensaba, sería relajarse, no se podía abarcar la etenidad y mucho menos comprenderla en tres días. Dios necesitó, dicen, siete para hacer un mundo muy bonito condenado a la extinción, las guerras, el hambre, la tortura, las penurias, el dolor...Todo por correr, si se hubiese tomado su tiempo el molde le habría salido mejor y ahora estaría en el cielo, oyendo cantos de sirena, comiendo exquisitas viandas y viendo la tele para matar el rato, en lugar de haber pasado la noche con la mujer más turbadora de todos los tiempos. Dios sabía lo que se hacía, estaba claro, y cada uno escogía su camino. Se sorprendió con estas divagaciones y no pude contener una muda carcajada, de incredulidad y felicidad. Jamás había sentido su espítitu tan libre, liviano y exaltado. Era la ausencia de ataduras, el no deber nada a nadie, el no tener nada más que el tiempo infinito en sus manos y unas criaturas a su alrededor que le sorprendían a cada momento, haciendo la aventura de vivir más extraordinaria y excitante que nunca.


Se hallaba en ese estado casi catatónico, de abstracción y evasión, cuando se percató de que la estancia en la que se encontraba recluído, deliciosamente secuestrado por la encarnación más sensual del mal, había mudado de nuevo su aspecto, al igual que lo había hecho el mundo exterior en el que todavía no había puesto un pie desde su llegada a las profundidades del Mal. Ahora lo que le rodeaba ya no era una habitación de ambiente embriagador y sumido en eróticas tinieblas, sino lo que paecía el camarote de un antiguo navío. Los tablones de madera en el suelo y las vigas en el techo, las paredes adornadas con todo tipo de peces marinos, a cada cual más curioso y extraño, armas de caza submarina, retratos de viejos lobos de mar, la ballena blanca con el capitán atado a su lomo que subía y bajaba cada vez que el cetáceo se sumergia y emergía de nuevo a la superficie, y él le guiñaba un ojo con su semblante serio y desafiante, en su baile sin fin. Redes, arpones, botellas de ron, espadas y viejos cofres distribuídos por toda la estancia. No pudo vencer el impulso de abrir uno de aquellos grandes baúles, pensando en el tesoro de los piratas de Stevenson, como si fuera un niño. Su sorpresa fue mayúscula al abrir el que tenía más cerca. Rebosaba de doblones de oro, brillantes e impolutos, collares de perlas, esmeraldas, rubíes y figuras de todo tipo talladas en plata y con incrustaciones de piedras preciosas. Corrió al siguiente cofre y la imagen se repitió, y así sucesivamente, uno tras otro. Se encontaban en aquella habitación más riquezas que las que pudiesen atesorar las arcas de cualquier gobierno o banco central de los que tanto presumían señores de ilustres cargos y mejores nóminas.

Justo en la pared opuesta al gran ventanal se situaba una enorme mesa, repleta de mapas y rollos de papel antiguo, así como instrumentoss para localizar la posición, utilizados por los grandes navegantes de tiempos ya remotos. Sextantes, brújulas, cartas de navegación...Tomó asiento y fue desenrrollando los papiros, con calma y admiración. Trazaban con detalle los rasgos costeros de todos los continentes de un planeta extraño, no la Tierra, por supuesto. Las distancias parecían infinitas, pero el rumbo estaba claramente señalado en cada carta de navegación, como si todo hubiese sido perfectamente estudiado y diseñado mucho tiempo atrás.

Al apartar un rollo más largo que los demás, encontró un sobre lacrado con su nombre y un preciso mensaje: “Abrir sólo después de una noche eterna de pasión”. Iba a dejarlo nuevamente sobre la mesa, esperando la autorización de Lucifer,  cuando cayó en la cuenta que aquélla ya no se enconrtraba en la sala. O había estado demasiado abosorto en la contemplación de aquellas maravillas, embriagando su imaginación, o simplemente estaba ante uno más de los sortilegios a los que ya empezaba a acostumbrarse. Sopeso de nuevo el sobre y cogió el abrecartas que de repente, como respondiendo a su pensamiento, brilló con un destello azul en la penunmbra.

To be continued...

2 comentarios:

  1. Espero que aún haya más...
    Qué le tendrán preparado a nuestro amigo el informático?.
    Por cierto, no debería abrir el sobre... fue una noche de pasión, pero "eterna" está claro que no.

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    1. Me he vuelto a olvidar lo de to be continued...así qué habrá que seguir yendo al kiosco durante un tiempo :)
      Fue una noche eterna, baby, porque son de esas noches que no se olvidan

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