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jueves, 21 de noviembre de 2013

El infierno (capítulo 14)

(Después de un lapso de tiempo más amplio de lo deseado, por causas ajenas a mi voluntad, publico el 14º capítulo de mi aclamada obra literaria, candidata a best seller, premio Planeta y traducción a 15 idiomas)


La pantalla se había quedado repentinamente en blanco. El pitido había sido estruendoso, al parecer, pronunciar el nombre del diablo en persona en territorio celestial no era algo muy aconsejable, debería haberse dado cuenta de ello. Pero poco le importaba ya, su misión estaba bien enfocada y enfilada, la cháchara, interesante, sin duda, de su interlocutor le había dado tiempo suficiente para ir poniendo las necesarias tablas que construyesen el puente hacia su objetivo de hacer saltar la campaña de humo del cielo y sus obesas cuentas bancarias.

Sin embargo, reconocía que su conversación con aquel extraño ser le había dejado un poso de incertidumbre que tenía el efecto de arrebatarle el ánimo de seguir con la tarea que estaba casi a punto de culminar. Las revelaciones de la criatura, quien quiera que fuese, le habían desconcertado sobremanera y habían hecho tambalear sus creencias o sus ideas preconcebidas. Se daba cuenta que había asumido como ciertos diversos principios o aparentes leyes inmutables que jamás habían sido refutadas, porque nadie, que se sepa, había vuelto del más allá para hacer ese tipo de revelaciones a los terrícolas.

Empezaba a dudar. Dudas generalizadas, sobre todo y sobre todos. Quién era Lucifer? Se llamaba realmente así o era verdaderamente quien decía ser? Aparte de un ser delicioso no tenía constancia alguna de su identidad, ni dni, ni pasaporte, ni partida de nacimiento... Quién le aseguraba que  no se trataba de un esbirro a las órdenes del verdadero diablo? Habían estado jugando con él desde el principio, lo habían manejado como a un principiante, como a un recién llegado, que era, al averno. Y él había seguido el juego ciegamente, sin dudar por un momento, hipnotizado por los placeres de la carne y por la promesa de conocer más acerca de la situación de su hija en la Tierra.


Las dudas le llevaron a suspender toda acción de inmediato. Necesitaba reflexionar, conocer más datos, informarse, quizás... que alguien le asesorase. Eso era, pensaba, tenía que hablar con alguien que llevase allí el tiempo suficiente como para conocer el entorno, alguien en quien pudiera confiar. No había muchos candidatos, apenas había tenido trato con otros humanos. El único alma de que tenía constancia que pudiese reunir tales requisitos era Jim Morrison. Tenía que hablar con él de inmediato. Pero cuando se disponía a abandonar la estancia el pequeño Atila entró como un torbellino.

- Cómo van las cosas? Todo arreglado?
- Eh...no, lo tengo todo bien encarrilado, pero necesito tomarme un respiro, llevo bastante tiempo ahí sentado y siento como si se me empezase a embotar el cerebro
- Eso es imposible
- Cómo dice?
- Lo que ha oido. Estamos en el infierno, aquí no hay cerebro que valga, la materia pierde su significado y el espíritu prevalece
- Permítame que lo dude
- Cómo se atreve? Acaso piensa que un ignorante recién llegado como usted puede darme lecciones? Esto es increible! Llevo siglos en esta cueva y no voy a permitir que un aficionado trate de jugármela, ya me tiene usted harto! Y sepa que si hasta ahora he mantenido una actitud bastante comtemplativa no ha sido por propia voluntad, sino por designio expreso de Lucifer, que pretende que a usted se le trate como a un príncipe, cosa que no entiendo pero que acato como subordinado que soy. Pero todo tiene un límite, y usted  se está acercando peligrosamente a él.
- Yo también empiezo a estar cansado de sus insinuaciones y amenazas, especie de hobbit acomplejado
- Qué me ha llamado?
- Nada. déjelo, lleva usted demasiado tiempo entre estas cuatro paredes... Lo que quiero decirle es que no me intimida en absoluto. Como le he dicho necesito tiempo, esta es una ardua tarea y debe ser bien planificada, las prisas no son una ayuda precisamente. Así que o lo hacemos a mi manera o ya se pueden ir buscando a otro.
- Si por mi fuese ahora mismo lo mandaba a la caldera del infierno, allí es donde merece estar. Aunque probablemente será donde finalmente acabe.
- De qué me está hablando? Qué es eso de la caldera? Una especie de purgatorio?
- No es tiempo para explicaciones, ya le digo que seguramente acabe conociendo el sitio, seguro que le gustará...jajaja -dijo Atila con una sonrisa maliciosa en su embigotado semblante
- No sé que se trae entre manos, pero no le tengo miedo y cada vez le respeto menos, debe saberlo. Además, sé que esto le incomoda, y pienso que es la razón de su inquina contra mi, pero gozo del favor de Lucifer, mal que le pese, mientras que usted, enano bolchevique, se come las uñas pensando en su voluptuoso cuerpo y en su poder, yo gozo de él. Así que ándese con ojo!
- Vaya, vaya. El novato ha salido respondón, quién lo iba a decir con esa pinta de apocado que tiene. Está usted jugando con fuego, y de eso aquí tenemos bastante, ándese con ojo no se vaya a quemar...

Dicho lo cual el enano, abandonó la estancia con paso decidido, bufando como un toro. El informático se daba cuenta de que no había actuado con sutileza ni inteligencia, se había granjeado un enemigo y además desconocía su verdadera influencia, no podía calibrar su fuerza ni por tanto el peligro que entrañaba. Todo ello le ponía en una situación complicada y tenía que reconocer que Atila llevaba razón en una cosa, de momento había gozado del buen trato de Lucifer, un trato excepcional, pero nada le garantizaba que eso fuese a continuar así en el futuro. De hecho, tras su chateo con la entidad celestial, sus dudas se habían multiplicado considerablemente y a cada minuto que pasaba se sentía más inseguro, como desconociendo el terreno sobre el que pisaba.

Así que decidió ponerse en marcha de inmediato y empezar a recabar información. No contaba con mucho tiempo, Lucifer, o quién demonios fuese, podría aparecer en cualquier momento y entonces no le sería tan fácil escudarse en el cansancio espiritual. Tenía que dar con Morrison.

Salió de su estancia y enseguida percibió la algarabía. Era como si su habitación estuviese totalmente aislada del mundo exterior, porque nada más poner un pie fuera de ella reconoció de nuevo los gritos, las carcajadas, la música y los brindis de la alocada fiesta en la que había estado justo antes de ponerse con su incursión informática. No sería difícil dar con Morrison entre todo aquel gentío, parecía ser el líder de todos ellos, la voz cantante, nunca mejor dicho, pensó con una sonrisa.

Se aproximó a la gran sala y, de nuevo, la escena que se encontró era la misma que cuando se había retirado. Un sin fin de almas abarrotaban la estancia, unas bebiendo, otras cantando, otras entregadas en grupos, más o menos grandes, a libidinosos juegos carnales, gozando sin recato alguno de sus cuerpos etéreos. Paseó su mirada por toda la sala en busca del rosotro que buscaba. No lo identificaba, mayormente lo que se veían era caras desfiguradas por el éxtasis y la euforia, piernas y brazos danzando eróticamente, cabezas sumergidas en voluptuosos pechos. Así era difícil encontrar a alguien, y aunque diese con él quizás no sería el momento más idóneo para plantearle sus dudas existenciales. En ese momento alguien tiró de su brazo, con firmeza pero con suavidad al mismo tiempo. Miró hacia abajo y lo que encontró le dejó sin habla.  Una pequeña mujer pero de proporciones perfectas y rosotro angelical se arrodillaba sumisa ante él, invitándole a sumergirse en sus encantos, olvidándolo todo, disfrutando del momento.

Trato de resistirse, tenía una misión urgente que cumplir y ni squiera sabía si debía cumplirla. Trató de no devorar aquel cuerpo con la mirada, de no pensar en ella, pero cuanto más esfuerzo hacía más sensuales eran los movimientos de aquella criatura que poco a poco se iba enroscando entre sus piernas ascendiendo hasta su cintura. Entonces se dio cuenta de su propia desnudez, para variar... Era ya un hábito adquirido, una costumbre, la de pasearse por el infierno exhibiéndose. Quizás por eso cayese siempre en este tipo de provocaciones. Eso fue lo último que pensó, después sus piernas temblaron y una sensación de inmenso placer lavó todas sus atormentadas ideas, igual que un tsunami azota la costa, arrastrándolo todo a su paso y dejando sólo el placer entre los brazos y piernas de aquella mujer.

To be continued

4 comentarios:

  1. Traducción a 15 idiomas?
    No seas modesto, los he contado y son 70.
    Muchas gracias por seguir entreteniéndonos con tu relato.
    Al natural todo es mejor, para qué va a cambiar esa costumbre?

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    Respuestas
    1. En Corea del Norte todavía no me lo han publicado, por la censura. Pero estoy en negociaciones con el trasnochado régimen y creo que en breve saldrá.

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  2. me alegro que siga tu novela adelante

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