Cuando sabes que te quedan horas de vida todo se ve de otra
forma. Oscuro pero claro al mismo tiempo. Oscuro porque la sombra de la muerte
le cubre a uno de pies a cabeza, pero claro porque en tu mente lo vital se
distingue de los superfluo con un claravidencia propia del más allá.
Me quedan dos días de vida. Ese era el mensaje emitido por
aquella sombra misteriosa. No lo pongo en duda, de ninguna manera.
Sé que nunca he creído en lo paranormal, en todas esas zarandajas de los espíritus
que vagan entre este mundo y el otro, en la gente que se comunica con entes que
ninguno podemos ver, que no son de esta dimensión... Y sin embargo, ahora, desde
ayer, sé que eso es así. Eso existe, aunque no entiendo muy bien cómo ni qué sentido
tiene, pero percibo en ello la esencia de la verdad. Es como si las sombras me
hubiesen abierto la mente, el fin clarifica los hechos y el camino, la
oscuridad ha puesto luz donde antes no lo había. Esa es la paradoja.
Y ahora que sé que apenas me queda un hálito de vida, me
enfrento al aprovechamiento de mis últimas horas en este mundo. Es curioso,
como antes las horas pasaban lentas, incluso soporíferas algunas, sin saber muy
bien a qué dedicar el tiempo. Ahora me encuentro precisamente con el problema
contrario: tengo muchas cosas que hacer y poner en orden y muy pocos minutos
para ello. Así que no perderé más tiempo, inicio este escrito que sirve de última
voluntad y expresión de mis deseos antes de partir.
Soy millonario, tengo más dinero del que pueda contar y sin
embargo nunca he conocido la verdadera felicidad. Mi patrimonio es extensísimo,
fruto de muchos años de trabajo y de éxitos profesionales, para qué negarlo?
Soy lo que se llama vulgarmente un tiburón de los negocios, un tío que huele el dinero a
la milla, las empresas se han rifado siempre mis servicios y, por supuesto,
siempre he apostado al caballo ganador, es decir, al que me ha pagado más.
Nunca he querido levantar mi propia empresa, no me gusta anidar en ningún lado por mucho tiempo,
así que no puedo asumir la responsabilidad de tener una gran empresa en
propiedad y mucho menos el futuro de montones de familias en mis manos. En
cuanto presiento el peligro levanto el vuelo, cada uno que se las arregle como
buenamente pueda, yo no miro atrás.
He tenido más mujeres en mi vida de las que pueda recordar,
demasiados cuerpos, demasiadas caras, pero nunca nada que me haya hecho sentir
aquello que llaman amor con letras mayúsculas. Ese sentimiento no lo conozco, y
sin embargo... se a quién he amado toda mi vida, inútilmente, pues nunca he
podido tenerla.
Por eso quiero hacer dos cosas antes de partir. Mañana la
sombra ha dicho que vendrá a buscarme. No lleva guadaña ni capuchón, eso son
florituras de artistas y cuentos para niños. Por el contrario, es un ser más
que agradable, que se toma su tiempo para enunciar siempre la palabra más adecuada
y que actúa respetando los sentimientos y las vicisitudes de los mortales. Yo
ya no debería estar aquí, de hecho. Se me apareció en el gimnasio. Yo acababa
de salir de mi sesión diaria de pesas y natación, una terapia que llevo
practicando sin interrupción diariamente desde hace más de veinte años. No en
vano, todas las mujeres con las que he estado coinciden en que tengo un físico
privilegiado, bueno, y tarde o temprano acaban coincidiendo también en que soy
un idiota y un necio. Pero como decía, el tiempo apremia, terminada mi sesión
diaria de ejercicio físico, me dirigí al exclusivo vestuario para clientes con
tarjeta especial. No me gusta mezclarme con la chusma y de hecho podría tener
mi propio vestuario en la mansión en la que vivo a las afueras de la ciudad,
pero prefiero venir aquí y ver a chicas guapas con ropa ceñida, es mucho más motivador
y divertido. Al llegar al vestuario me desnudé y me metí en la ducha. El
agua caliente templaba mis músculos y relajaba mi acelerado cerebro.
Súbitamente noté como me flaqueban las piernas y un dolor
agudo, muy intenso, me resquebrajaba el pecho. Estaba teniendo un infarto y no había nadie
allí para socorrerme, ni siquiera podía gritar, era como si las fuerzas me
hubieran abandonado. Y entonces se apareció aquella cosa, el estupor colmó mi
mente, pero ya no podía estar más asustado, así que me dije que aquello, fuera
real o no, quizás pudiera salvarme la vida, como así fue, aunque sólo sea
durante 48 horas más.
Le rogué clemencia, piedad, me humillé ante la sombra como
no lo había hecho en mi vida ante nadie. Con toda la lógica del mundo me
respondió que si atendiese a ese tipo de peticiones su trabajo siempre quedaría
inconcluso y nunca se llevaría a nadie consigo. No tuve más remedio que admitir
el peso de su argumentación, y sin embargo, en el dolor de la derrota pronuncié
su nombre, el de ella, el de esa mujer a la que nunca he tenido pero a la que
he amado en silencio toda mi vida. Y la sombra entendió y me dijo que el amor
está por encima de la muerte, por ello me concedía dos días, ni un minuto más,
para arreglar mis asuntos y dejar mi corazón en paz. Ignoro por qué me ha sido
concedida esta gracia, a mi y no a otro, pero he de aprovechar el privilegio.
Así que, como huérfano que soy, sin amigos, esposa o hijos,
ni seres que me quieran si no es por mis riquezas, he decidido donar todo mi
dinero y mis bienes a la casa de huérfanos que me acogió en su día.
Salgo
ahora mismo en mi jet privado rumbo a Caracas, donde vive esa mujer a la que de
decirle lo que nunca me he atrevido a revelarle, yo, el tío más desarragaido
del mundo, sin pelos en la lengua y sin sentimientos, nunca he sido capaz de
declararle mi amor, quizás porque nadie me conoce ni me ha conocido nunca de
verdad. Pero siempre hay una primera vez, dicen...
A los demás sólo os digo que la muerte existe, esto creo que
ya lo sabéis, pero la esperanza también. Así que aprovechad vuestro tiempo.
estás echo un escritor de postín me quedaré con la reflexión final. muy en la línea de tus escritos cómo la saga del infierno, coherente.
ResponderEliminarVenga va, no me hagas más la rosca, este viernes invito a una ronda en el irlandés :)
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