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martes, 28 de enero de 2014

La itv

Hoy he ido a pasarle la itv al coche, como cada año, ya es una fecha señalada, como el carnaval, la navidad o la semana santa, sabes que cada año te vas a encontrar con tus queridos amigos de la itv, que te recibirán con los brazos abiertos y con la caja preparada para cobrarte. Pero, qué coño? Hacen una gran labor social, revisan nuestros coches, no los ponen a punto porque no es su función y no tienen tiempo, pero dan el máximo en cada revisión para que todo vaya sobre ruedas.

Por eso, cada vez que me enfrento a la itv es una X en rojo en el calendario. Como medida cautelar trato de apurar al máximo la fecha límite, por no decir que la mayor parte de las veces se me pasa y tengo que ponerle un cepo al coche para vencer la tentación de moverlo, a la espera de ir cogiendo fuerzas para enfrentarme al gran examen. Durante unas semanas me convierto en un asiduo usuario del transporte público y, como persona viajada que soy, me doy cuenta de lo mediocre de nuestro transporte público y de lo complicado que es ser un vulgar peatón en nuestras ciudades, expuesto a toda clase de suertes y peligros, eso por no hablar de las inclemencias del tiempo, sobre todo si vives en la parte del mundo donde la ciclogénisis explosiva acuñó por primera vez tan bonito nombre en territorio patrio, esto es, Galicia, siempre Galicia...

En el fondo me siento un privilegiado por ser dueño de un automóvil y poder eludir los inconvenientes de ser un descastado en materia de transporte, como diría Wenceslao. Caigo en la cuenta de que mi viejo utilitario todavía me presta muy buenos servicios, por no decir que me ha hecho vivir grandes momentos, momentos históricos algunos de ellos, como la escalada del precio del petróleo en la guerra de Irak, o cada verano cuando empiezan las vacaciones. Me ha permitido hermanarme junto a mis compañeros de carretera en medio de innumerables atascos o incluso recibir los afables saludos de la Benemérita para que haga un poco de ejercicio torácico, poniendo en forma mis ya de por sí potentes pectorales. Momentos, sin duda, que no podría haber experimentado sin mi gran utilitario. Por ello, por fin, después de días y días de clandestinidad, me decido a darle a mi automóvil el estatus que se merece y ponerle la gloriosa pegatina que certifique su validez, irreprochable, como elemento de transporte.

Hace un día de perros, seguimos acumulando temporales, y el viento y el agua azotan mi pulido rostro cuando me apeo de mi coche para dirigirme a las oficinas donde abonar la exigua cuota que me dará la libertad al volante. Los coches bloquean el paso, filas interminables de ellos y algún camión que otro. Por lo menos hoy no hay tractores como la otra vez. He tenido que dejar el coche como a medio kilómetro porque no podía atravesar las filas de vehículos apelotonados y desordenados como comadrejas en busca de una plaza de privilegio, como si se tratase de un Gran Premio. Fernando Alonso ha hecho mucho daño, Eclestone está encausado, no sólo se roba en España, es un consuelo, me digo mientras tiro de la puerta de la oficina. Al menos la ventanilla está despejada y una señorita me atiende con una sonrisa dentrífica en la cara mientras vocaliza la cifra:

- Son 47 euros caballero y le pondré una falta leve por no haber traído el resguardo del seguro del coche - me digo que la cosa no empieza muy bien si antes de que le metan mano al coche ya tengo una falta leve, pero decido pensar en positivo y dejo la mente en blanco. No funciona, la señorita me vuelve a recordar la mágica cifra- Por favor, 47 euros...
- Ah, sí... He tenido que dejar el coche lejos porque no podía pasar, parece que hoy van con retraso, no?
- Buff, no lo sabe usted bien - creo que lo sé perfectamente bien porque tengo ojos en la cara y un reloj Casio de alta precisión que me indica que tengo por delante a un montón de gente y sólo queda media hora para mi turno. Pero prefiero dejar la mente en blanco.
- Gracias y suerte
- Sí - no entiendo por qué me desea suerte, ni que fuese al bingo, pero prefiero abstenerme de hacer comentarios, ya tengo una leve y es mejor acatar y callar, no sea que me saquen tarjeta roja antes de empezar a jugar.


Salgo al temporal otra vez, deshago el camino andado, protegiendo con mi cuerpo y mi vida la documentación del coche. Llego hecho una piltrafa a mi bien amado utilitario, sé que no me lo puede decir pero me agradece el esfuerzo que hago por él, estoy seguro. Enciendo la radio y espero a que pasen unos minutos antes de intentar ponerme en alguna de las colapsadas filas de combate. Mientras tanto van llegando otros clientes en sus bólidos y, para mi asombro, compruebo que no tienen tanta paciencia como yo, o que no son tan panolis, y empiezan a hacer uso del claxón para que les dejen espacio y poder circular así hasta las oficinas, que listos, carajo. Ello me recuerda que una de las pruebas es la de sonido: acciono levemente el  claxón y veo que funciona correctamente, ello me anima, a pesar de la felina mirada del conductor que tengo enfrente, que me reta a través del retrovisor, menudo idiota, cómo si fuese con él. Luego hago luces, unas cuantas ráfagas, otra de las pruebas superada seguro, pero el tipo de delante me vuelve a lanzar su mirada de killer...

Pasan los minutos y decido intentar acercarme al meollo de la cuestión. Como si los demás clientes estacionados hubiesen leído mi mente, encienden sus motores con agilidad y se me anticipan, aunque ya a estas alturas he desistido de hacer algo más de provecho en lo que queda de tarde. Al fin es mi turno! Me recibe un señor. Todos son señores aquí, es un sector claramente machista, me pregunto por qué mientras el técnico invade mi espacio vital sin recato alguno para alcanzar la documentación que reposa sobre el salpicadero. Acto seguido empieza a impartir órdenes.

- Adelante el coche, más, vamos, vamos, vamos - se gasta un tono de coronel o capitán al menos- Basta ya! Luces! - las acciono con la seguridad de haberlas probado antes - Claxón! - le meto un bocinazo en todo el tímpano mientras me mira de reojo con rencor - Los intermitentes, el otro, el otro! los cuatro! - me empiezo a sentir como en la mili, aunque nunca haya estado allí- Ala, avance, un poco más, venga...

Así se suceden los controles. Me toca esperar entre prueba y prueba, así que aprovecho para wasapear un rato con unas amigas, aunque una de ellas me dice que seguramente me pillen en el tema de gases, que me lo tome con resignación y tal, que ahí está la gran trampa.... Me acuerdo de su madre, pero tengo la confianza de que de camino hacia la estación de la itv le he venido pisando en tercera como alma que lleva el diablo, haciendo un ruído propio de Carlitos Saenz antes de que se callera al hoyo y lo tratara de arrancar.

Mi amiga fracasa en su negro vaticio y mi utilitario traspasa el último umbral triunfante, mientras el técnico arregla los papeles y me hace entrega de la mítica pegatina, que este año es roja, que atestigua que he superado la prueba y que me puedo mover con total seguridad por toda la extensa red de carreteras de nuestro gran país. Levanto la pegatina y la agito hacia los que esperan detrás con gesto hosco y preocupado, estresados por ver si se han acordado de probar los cinturones o de paserle la mopa a la consola central. :Luego me subo a mi vehículo y con todos los honores me dispongo a poner la pegatina.

- Salga y póngale la pegatina fuera, necesitamos espacio, vamos, vamos... - me apremia el técnico, mientras siento como me ha robado el gran momento. Pero da igual, ya no lo veré hasta dentro de un año o un poco más... En todo caso, me siento muy afortunado por vivir en un país que nos hace itvs, aunque no puedas escoger la empresa con que hacerlas porque sólo hay una, y tiene el monopolio.

4 comentarios:

  1. Me he reído un montón. Muy bien relatada la experiencia.
    Yo no la he pasado hasta ahora porque siempre me llevan el coche a la itv los del taller de cabecera, pero tal y como lo cuentas dan ganas de ir una misma...

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    1. Pues efectivamente, es una experiencia que no te deberías perder. Te sentirás como en casa...

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  2. Relato simpático y veraz. Quiero añadir que si uno llevase un Jaguar XJ 12 cilindros, los funcionarios de turno prácticamente le ponen la alfombra, pero si uno lleva un cochecillo que además tiene según la DGT más de 10 años y advierte que puede ser un peligro para su usuario, entonces los de la ITV extreman su pericia para buscarle algún "pero" : que si las luces, que si los gases, que si la suspensión, que si el freno....uno pisa fuerte para ver si al menos este apartado lo pasa, ! sin poner el freno de mano¡¡ advierten.
    Al final, después de someterte a un baile de "baches", sale el especialista del foso y dice que hay que revisar la dirección.
    Total, vuelva usted mañana.

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    1. Hombreeeee, si apareces con un Jaguar te hacen la ola y te cantan el alirón. A los demás nos conducen como a ovejas en el matadero. Increiblemente yo la pasé sin mácula, yo creo que influyó que hacía un día de perros y era tarde, aquello se convirtió en una auténtica coladera.

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