TENGO A SANTA EN MI PODER
RESCATE: 10 MILLONES DE EUROS...
O ME LO CARGO
Esta es la nota que hice llegar a Scotland Yard, a pesar de
que vivo en Albacete, pero aquí la cosa está muy mala y no creo que diesen ni
mil euros por el gordito este, además de que aquí siempre se ha llevado más lo
de los tres reyes. En inglés me desenvuelvo bastante bien y según tengo entendido
por las novelas que he leído son más adeptos al señor Santa que a otra cosa. El
propio Santa estuvo de acuerdo conmigo e incluso me recomendó que subiese el importe del rescate, ya de jugársela hacerlo a lo grande, eso me decía. En el
fondo es un buen hombre, un poco creído pero de buen corazón y honesto.
La verdad que todo esta historia del rescate fue una simple
casualidad, jamás habría planeado yo algo semejante. Todo empezó durante mi
viaje de negocios por Dinamarca, el jefe de ventas estaba empeñado en que
nuestro surtido de calcetines y camisetas polares tendría un gran futuro en los países nórdicos
y que ya era hora de que pusiésemos una pica en Flandes o dónde demonios nos
dejarán. Argumentaba que esas gentes todavía se visten con pieles y no conocen
la comodidad de nuestras camisetas térmicas ultrafinas y ultratérmicas, sólo
había que ver como se vestía el Santa Claus ése, decía. Ni que sus palabras
fueran proféticas... Estaba iniciando ya mi camino de regreso a fábrica, después
de haberme desecho de todos los catálogos con los que me habían cargado y sin
ninguna venta en mis alforjas, aunque los distribuidores alababan las bondades de nuestras prendas como trapos de cocina por su gran nivel de absorción, un nicho de mercado que tendremos que estudiar, ahí hay pasta seguro, aunque habrá que hacerlas de manga larga para que sean más prácticas en la cocina. En esto iba meditando mientras circulaba por una carretera estrecha y
revirada cuando creí ver en la cuneta un fardo con apariencia humana. Yacía tumbado
en el suelo, entre la nieve, su ropaje rojo contrastaba de forma elocuente con el blanco manto petrificado, de otra forma creo que jamás habría puesto mis ojos en él,
no sólo porque estaba a un lado de la carretera sino sobre todo porque soy
bastante miope y apenas veo un burro a tres pasos, o pies como dicen los anglosajones.
El caso es que esta ocasión sí que tuve la fortuna de avistar
a este señor. Estaba inconsciente y lo primero que se me ocurrió fue llevarlo
inmediatamente a un hospital, pero estaba medio perdido en las montañas y
aquello me hubiese retrasado enormemente, además de que podrían inculparme por intento de homicidio o algo semejante, pues aquel individuo de barba descuidada
y pelo cano sangraba abundantemente por una brecha en la cabeza. No hacía falta
ser un lince para darse cuenta de que había sido objeto de un asalto con alevosía, o sin ella, pero en todo caso le habían dejado sólo con lo puesto. A su lado
encontré tirada lo que deduje era su cartera, la abrí y estaba más vacía que la
cueva de Batman, a execepción de un carnet sindical en el que al parecer
figuraba el nombre del sujeto: Santa Claus, jefe de los repartidores navideños,
sindicato de la felicidad infnatil. Así que, supuestamente, me había encontrado al
mítico Santa o Papa Noel, como se le ha llamado toda la vida de dios en mi
pueblo. Busqué a mi alrededor pistas que confirmarán el hallazgo. El trineo vacío
y los alces echándose una siesta parecían corroborar la historia.
Como decía, me decanté por la opción de subirlo a mi pequeño utilitario y olvidarme del hospital, no tenía tan mala pinta y seguramente
volvería en sí de un momento a otro. Además, ya no tenía regalos que repartir,
así que lo mejor sería llevarlo conmigo y dejarlo en el primer pueblo que
encontrase para que se hiciesen cargo de él. Llevaba retraso y no me podía
permitir el lujo de andar dando vueltas por ahí en busca de un hospital, al
menos hasta que el jefe se dignase a ponerle un gps al coche. Puse el motor en
marcha y con un ademán me despedí de los alces. La carretera estaba peligrosa,
decidí extremar la precaución. Los kilómetros caían anodinamente, mi
acompañante seguía durmiendo y mi cabeza empezó a madurar un descabellado plan que cada vez
iba tomando más cuerpo a medida que las curvas se sucedían. Si aquel era de
verdad el gran Santa su cuello podría valer millones, sobre todo en estas
fechas en las que estábamos, a un mes escaso de la Navidad y con la felicidad
de millones de niños en juego. En la primera recta que encontré decidí
amordazarlo y llevármelo como trofeo, una oportunidad así no se presenta dos veces
en la vida. Aquel tipo era mi salvoconducto para perder de vista al imbécil de
ventas y poner rumbo cara a una nueva existencia mucho más productiva y
trivial. Todo discurrió sin mayor problema. En la frontera lo tomaron por un
borracho, la típica juerga de navidad y todo eso, nada que llamase la atención,
sólo había que ver la cara de borrachín que tenía mi amigo. Y así llegue sano y
salvo a mi casa, con un cheque en blanco en el asiento de atrás.
Al principio Santa no se lo tomó muy deportivamente, he de
decir. Puso el grito en el cielo, con que si yo era un desalmado, que no sabía lo
que hacía, que si él era una institución, que si estaba jugando con la vida de
miles de niños. Opté por ponerle un esparadrapo en la boca, al menos hasta que
se calmase y entrase en razón. El hambre me ayudó bastante en ello. Santa es un
tío bastante corpulento y llevaba ya varios días sin probar bocado. Su brecha
en la cabeza no había tenido más consecuencias que la pérdida del conocimiento
y unos pocos litros de sangre, por lo demás se encontraba perfectamente y pedía
su ración de alimento como un poseso. Le puse condiciones, claro. Si quería jalar tendría que colaborar en la preparación de su rescate, no puso mucha
objeción y he de reconocer que me aconsejó sabiamente sobre los mejores pasos a
dar para culminar con éxito esta laboriosa operación.
Los días pasaban y no acababa de recibir noticias de
Scotland Yard, ni asomo de respuesta a mi ultimatum.
-
Tranquilo, es cuestión de tiempo, soy Santa
Claus! Estarán pensando en como reunir el dinero, diez millones no se consiguen
de un día para otro.
-
No sé, al menos tendrían que haberse dignado a
contestar, una respuesta es lo mínimo que se merece un asunto de este calado
-
No te diré que no, chico, pero ya sabes que con
la crisis es todo mucho más complicado. Hace diez años te habrían dado el doble
por mi y en la mitad de tiempo, pero las cosas son como son.
-
Supongo que sí. En fin, veamos lo que dicen las
noticias, a ver si se ha filtrado algo de todo este asunto a la prensa.
-
No creo, la gente de Scotland Yard es muy seria
y profesional, no se andan con tonterías.
-
Espero que sea así, mi sueldo no da para dos
bocas, y la suya hace por dos, así que el presupuesto se me está agotando, si
seguimos así tendré que entregarlo la próxima semana a las autoridades.
-
No desfallezcas, hijo, seguro que todo saldrá a
pedir de boca. Por cierto, puedes acercarme el jamón y una cervecita, esto de estar aquí inerte, haciendo dejación de mis sagradas funciones, me abre el apetito de manera increíble
-
Por dios, no puede usted pensar en otras cosa??
Acaso no es us usted responsable de sus actos? Dese cuenta de que en estos
momentos debería estar usted haciendo su trabajo, está acumulando usted un
desfase de narcies, a ver cómo le hacer llegar los regalos a todos esos
chavales...
-
Bueno, bueno, no nos pongamos dramáticos. Además,
con este temporal poco podría haber hecho salvo coger un buen resfriado. Tiempo
habrá de hacerse cargo de la cuestión de los regalos
-
Me cago...!!!
-
Qué pasa, alma de dios? No me dé usted esos
sustos!!
-
No me lo puedo creer!
-
El rescate..., por fin lo hacen efectivo, no? Ya
se lo decía...
-
Cállese, viejo senil!
-
Oiga, una cosa es que me tenga secuestrado y
otra que me someta a todo tipo de vejaciones y malos tratos. Soy Santa Claus,
una verdadera institución
-
Usted no es nadie, abuelo. Es historia.
-
Pero qué coño está diciendo, maldito envidioso?
-
Lo que oye, su cabeza no vale ni dos céntimos...,
historia
-
Oiga, no le consiento...
-
Léalo usted mismo
-
Pero...cómo se atreven esos necios!!! Es increíble,
pero en que mundo vivimos?
-
En el mundo capitalista, viejo abuelo. Por
cierto, las ofertas de trabajo las tiene usted al final del periódico, después
de los deportes, se lo digo porque cada vez son menos y más difíciles de
encontrar.
-
Pero, cómo me pueden hacer una cosa así? Acaso
no tienen memoria?
-
Asúmalo, esto tenía que pasar tarde o temprano.
Con un ejército de Santas bien organizado la labor se hará de manera mucho más
eficaz, y económica...
-
Pero que esta diciendo, mentecato? Mi planing
siempre ha sido perfecto, siempre he hecho todas las entregas como manda la
tradición
-
No me venga con milongas, abuelo. El año pasado
me dejaron una corbata en lugar del mp5 que había pedido, y hace dos años unos
gayumbos en lugar del Ipad, y por encima me lo dejó usted el 30 de diciembre,
imagínese el efecto que puede tener todo eso en una mente menos madura que la mía,
en la mente y en los sueños de un niño...
-
Eso no fue culpa mía..., las carreteras estaban
cortadas por la nieve...
- Excusas, ya estamos con la tontería del temporal otra vez. Pero que año no ha nevado por estas fechas!? Usted se ha quedado desfasado y ahora
con más gentes y mejores medios de locomoción es historia, cuentos para niños.
-
Pero cómo pueden dejarme de lado, así, sin
siquiera mover un dedo, tan fácilmente. Quizás sea una estrategia para pescarlo
a usted o para hacer que me liberen sin soltar la pasta
-
Pero es que no lo ha leído, viejo chocho? “Se
buscan hombres y mujeres de buen ver, edad inferior a 30 años, con experiencia
en el mundo de la paquetería, empresa consolidada en su sector desea contratar
profesionales locales para suplir la fulminante y sorpresiva jubilación de Santa Claus. Remuneración
por objetivos. Interesados presentarse con traje de Santa en...”
-
Joder, no me lo puedo creer...
-
Venga, venga, no llore, tampoco hay que
tomárselo a la tremenda. Venga, salgamos a tomar una cervecita, ya verá como ve
la vida de otro color. Por cierto, sería mejor que renovase su vestuario, no
puede ir con esa facha por ahí las 24 horas del día, le tomarían por un loco,
ahora porque estamos en Navidad..., pero dentro de unos días no cuela
-
Tienes razón, hijo. En Zara he visto unos
vaqueros y un abrigo que creo que me irán bastante bien. Me puedes dejar un poco de pasta? Te
lo devolveré en cuanto tenga un trabajo. Venga, hombre, por todos los regalos
que te he dejado a lo largo de tu perezosa vida, la verdad es que algunos no te
los merecías demasiado...
-
Joder, lo que me faltaba...
eres un auténtico cruzado contra la intolerancia de nuestros tiempos
ResponderEliminarYa sabes que siempre me ha gustado nadar contracorriente.
EliminarS.O.S...S.O.S.....
jajajaja qué divertido!! La he disfrutado.
ResponderEliminarHay que consolar al Santa, que no, que no,que no ha pasado de moda, solo que cada vez tiene más competencia.
Es la ley de mercado y no salva ni dios!
Bicos.
Me alegro de que hayas pasado un buen rato con el cuento. Las leyes del mercado no tienen misericordia de nadie, efectivamente.
EliminarUn bico gordo