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jueves, 13 de febrero de 2014

El infierno (capítulo 18)

De repente todo alrededor era una actividad frenética, pero no del tipo que él había visto hasta ahora. Ya no había fiestas lujuriosas, ni gritos, ni músicas, ni algarabía. Todo era un correr de aquí para allá, movimientos en todas direcciones, al parecer alocados pero según decía Lucifer todo se estaba efectuando según el orden previsto y con la mayor de las premuras. El peligro era inminente, la guerra estaba a las mísmisimas puertas del Infierno, de un momento a otro todo podría saltar en pedazos.

Veía desfilar a criaturas de lo más extrañas, con una morfología que poco o nada tenía que ver con la humana. Algunas eran como grandes babosas de muchos metros de altura, otras eran pequeñas o diminutas, pero al parecer todas sabían perfectamente de que iba todo aquello. Se preguntaba dónde había estado él o dónde habían estado escondidos hasta entonces todos aquellos seres. Entonces caía en la cuenta de que apenas conocía nada, su existencia en el infierno se había limitado a ver lo que le que le habían dejado ver y a hacer lo que le habían mandado hacer, si bien Lucifer no estaba demasiado de acuerdo con eso. Pero al final habían llegado a una especie de consenso, de entente cordiale, según el cual el informático se uniría a la batalla y jugaría las bazas que tenía que jugar, fueran cuales fueran aquéllas.

De repente una voz conocida le sacó de su ensimismamiento:

-         Muchacho, cuanto tiempo! Pero dónde te habías metido? Dudábamos de tu lealtad, bueno yo no, pero algunos ya hacían apuestas y jugaban a que ya te habías pasado al otro bando – era el impetuoso Jim Morrison, equipado con una especie de armadura medieval, como un antoguo rey dirigiendo a sus tropas, presto para entrar en combate, con la adrenalina por las nubes. En cierta medida, si las circunstancias no fuesen tan serias, resultaba cómico verlo embutido en aquellas piezas de metal pulido que sólo dejaban atisbar la piel de sus manos y su rostro, pues el yelmo todavía colgaba de su cintura.
-         Bueno, yo...
-         No hay es momento para explicaciones, lo que importa es que estás con nosotros. Pero chico, no hay tiempo que perder, esos de ahí arriba se nos vienen encima, dicen que tienen alas, pero yo no me lo acabo de creer, y si es así peor para ellos, se las cortaremos una a una. Pero yo no pienso vender mi piel barata. Sabes? Me gusta mucho ésto, le he cogido cariño a este páramo... La verdad es que he pasado muy buenos momentos aquí, cualquier cosa que recuerdo de mi existencia pasada me parece meramente ridícula, como un juego de niños. No fue hasta llegar a esta dimensión que aprecie realmente lo que es el sentido de la vida.
-         Pues, sincermante, Jim, yo sigo siendo un mar de dudas, no entiendo muy bien de qué va todo ésto
-         Bah, no le des muchas vueltas, es normal. Llevas muy poco aquí como para entenderlo, además tu mente está cuadriculada por la informática, chico. Debes aprender a confiar en los sentidos. Sí, quizás en eso se pueda resumir toda la esencia del gran Infierno: el predominio de los sentidos sobre la razón. Todo lo contrario que esos de arriba, según he podido escuchar.
-         Yo no estoy tan seguro de que ahí arriba se hagan las cosas con mucho más sentido que aquí abajo. De hecho, por lo que he podido averiguar no es un lugar muy apetecible.
-         Razón de más para no dar nuestro brazo a torcer! Les daremos la batalla hasta el último aliento, además tenemos con nosotros a la gran Lucifer, quién puede decir eso?
-         Tienes toda la razón Jim – terció Lucifer, que parecía absorta en la dirección de las maniobras, pero que como de costumbre no perdía la pista de nada de lo que ocurría a su alrededor- Que bien nos vendrían unos cientos o miles como tú, mi gran Jim – dijo Lucifer con un gesto cariñoso, que el informático interpretó como algo más que un simple gesto de alabanza, picado por los celos nuevamente -. Pero no será una contienda fácil, posiblemente estemos en inferioridad
-         Por qué? Acaso son más poderosos que nosotros, mi señora? – inquirió Morrison
-         No más poderosos, pero sí mucho más numerosos, su propaganda ha funcionado a la perfección durante siglos y sus filas están repletas. Mis poderes se pueden equiparar a los del jefe de ahí arriba, por no decir que los superan. Yo he estado creciendo y perfeccionándome con el paso de los siglos, sin embargo esos han estado regodeándose en su gloria y su complacencia durante demasiado tiempo, quizás estén un poco oxidados y ahí es donde nosotros podemos cobrar ventaja.
-         Pero de qué armas disponemos – preguntó inocentemente el informático
-         Armas? – contestó Lucifer con un gesto de asombro
-         Sí, hasta ahora tan sólo he visto a gente o lo que sean..., corriendo de un lado para otro, sin ton ni son, como enloquecidos, pero no he visto ni un sólo fusil, ni un sólo cañón, lasers o algo así...
-         Jajaja mi querido amigo, veo que todavía no has asimilado dónde estás, tu mente sigue todavía anclada en buena parte al mundo terrenal del que provienes. Es cierto, aquí no habrás visto, ni verás, cosas tan rudimentarias como cañones, pistolas, aviones o tanques. No querido, existe un arma mucha más poderosa que todos esos artilugios artificiales que pertenecen a otra dimensión. Y todos la llevamos con nosotros permanentemente, es nuestra energía interior, que emana directamente de nuestras almas, ese es el gran poder y ahí es donde las piezas de ajedrez demostrarán su valor.
-         Creo que no lo comprendo muy bien...
-         Vaya, tío – terció Morrison – aquí lo que cuenta es lo grande que es tu corazón, metafóricamente hablando, esa es el arma a la que se refiere Lucifer. Al fin y al cabo no deja de ser si no una lucha de voluntades. Llámalo fe, llámalo espíritu o fuego eterno, eso es lo que todos llevamos dentro en mayor o menor medida y lo que nos salvará el pellejo o nos condenará para siempre. Pero vaya, tal y como te expresas, no se si estarás a la altura..., te lo digo sin acritud, colega, pero es que te veo muy verde
-         Pero y entonces porque llevas esa armadura, de que ataque te protegerá?
-         Esto? Jeje, no es más que un símbolo, una forma de decir aquí estoy yo, dispuesto a todo y nadie va a conseguir traspasar esta coraza
-         Tranquilo, Morrison, sé que nuestro amigo esconde un arma secreta en su interior, quizás el no sea consciente de ello ahora mismo, pero cuando llegue el momento lo sabrá y entonces estaremos contentos de tenerlo de nuestro lado
-         Si tu lo dices mi señora, entonces ha de ser cierto y como que soy el mejor vocalista que ha pateado esta dimensión que protegeré su vida con la mía si ello es necesario
-         Gracias, Jim, sé que puedo contar contigo. Bien, ahora debéis iros, hay mucho que preparar. Jim llevátelo contigo a la sección humana, allí estará Atila, echadle una mano, es eficiente pero le falta paciencia, siempre piensa que todo el mundo está tan dispuesto como él. Pronto nos veremos, cuando llegue el momento de enfrentar al enemigo todos estaremos juntos. Id y luchad por los placeres que nos quieren arrebatar
-         Sí, mi ama – dijeron las dos almas humanas al unísono
-         Ah, una cosa más. Cuando empiece la fiesta quiero que el informático esté a mi lado, tú quédate también cerca, Jim, pero él ha de estar conmigo en todo momento. Entendido?
-         Por supuesto
-         Bien, partid ahora


En el camino siguieron cruzándose con todo tipo de criaturas que agotaban la capacidad de asombro del informático, todos desfilando en un mudo silencio, como conscientes de lo que se avecinaba y tratando de recabar toda su fuerza interior, como había explicado Lucifer.

El distrito humano estaba al borde de un enorme pricipicio desde el que se divisaban enormes ríos de fuego. Por fin veía el infierno en toda su extensión y su crudeza, pero lejos de resultarle un lugar desapacible le inspiraba paz y calor, un lugar al que ya pertenecía por los motivos que fueran y por el que estaba a dejarse la piel. Aquella era ahora su familia, su gente. Los de arriba, el enemigo.

A lo largo de todo el desolado valle, libre de vegetación, sin una sola hierba, ni árbol ni flor, se extendía todo el contingente humano. Y era de largo el más extenso de todos los que poblaban el infierno. No eran almas en pena, como se describen en la literatura, plagada de ridículos arquetipos e iconos humillantes, eran por el contrario seres etéreos con un fin y una misión en sus mentes: frenar al invasor, aniquilarlo. Las gentes se iban alineando poco a poco en filas interminables, paralelas y bien formadas, una tras otra, como si el orden fuese no sólo una parte de la ceremonia sino también un elemento esencial del poder que debían albergar en su interior, todo en ello transmitía una sensación de fuerza y control como jamás había sentido, como un aurea que se pudiese percibir desde una gran distancia, invisible pero sólida e impenetrable.

Al frente de la tropa se encontraba Atila, impartiendo órdenes por doquier, dando gritos, corrigiendo posiciones, alentando y azuzando. Jamás lo había visto de aquella guisa, con lo pequeño que era inspiraba un sentimiento de respeto y valor sin igual, todos reconocían su rango y ... su fuerza, su alma desplegaba sus alas, sobrevolando el gentío, abrigándolo con su energía, y bajo su manto las gentes se sentían reconfortadas y dispuestas a dar lo mejor de sí.

-         Es impresionante, verdad? Tan pequeño y ahí lo tienes, controlando la situación en todo momento, poniendo a raya al personal y al mismo tiempo cuidándolos como si fueran todos hijos suyos – comentó Morrison con un tono de admiración en su voz
-         Nunca lo había percibido de esta manera hasta ahora. Siempre me había parecido un viejo cascarrabias
-         Todo fachada, en el fondo es todo un general y el primer en dar su sangre por los demás
-         Tienes razón, creo que lo había juzgado mal. Quizás fuera su celo, su temor a que yo pudiese desajustar algo en la maquinaria que él tenía tan engrasada, lo que le hacía ser tan arisco conmigo. No le faltaba razón, por cierto.
-         Vamos, vamos, no seas tan severo contigo mismo. Ya has oído lo que ha dicho Lucífer. Bien, pongámonos a sus disposición para lo que precise.

Se acercaron al pequeño general, con respeto pero con presteza, saludándolo con un gesto de la cabeza.

-         Atila, aquí estamos, Lucifer nos envía para que te ayudemos en lo que estimes menester
-         Os esperaba, ya tardabais! Hay mucho que hacer. Tenemos buenos soldados pero la sombra de los cielos es prolongada y debilita el alma, no podemos perder tiempo, es necesario reforzar el espíritu, alentar el poder que llevan dentro y que algunos casi han olvidado. Son muchos siglos de inactividad y esto nos ha pillado bastante de improviso.
-         Pero Lucifer nos acaba de decir precisamente que esa es nuestra gran ventaja, que estamos más preparados que ellos...
-         Y tú te lo has creído, cerebrito?
-         Bueno, yo
-         Vamos, Atila, no seas tan duro con él, está de nuestra parte, lo sabes tan bien como cualquiera
-         No estoy tan seguro. Ya hemos tenido una conversación al respecto, verdad, ratón de biblioteca?
-         Incluso Lucifer lo considera algo así como un arma secreta... – insistió Morrison
-         Sí, ya me ha dicho eso muchas veces. De hecho esa es la razón por la que él está aquí y no allí arriba
-         Qué me estás diciendo? – preguntó perplejo el informático
-         Pue eso, que los de arriba también te querían. Hubo algo así como una especie de puja por ti, pero Lucifer te consiguió finalmente, no sin poco esfuerzo y sacrificio. Pero esa es una historia para la que no tenemos tiempo ahora. Sólo espero que esté en lo cierto y valgas lo que se ha pagado por ti. Por lo demás, y dadas las circunstancias, puedes estar seguro de que pongo mi vida a tu servicio si es necesario, esas son las instrucciones que tengo y las llevaré hasta mi último átomo de voluntad.
-         Gracias, no sé qué decir...
-         No, no, pequeño. No te confundas. No me gustaste desde el primer momento en que te puse la vista encima, pero las órdenes son las órdenes y no será Atila quien cuestione la sabiduría de nuestra Señora – Morrison le guiñó un ojo al informático como gesto de complicidad – Y ahora basta de hablar! Morrison, ocúpate del flanco izquierdo, se me está yendo un poco de las manos, lo demás déjamelo a mi. Tu permanece a mi lado, a ver si aprendes algo – dijo Atila dirigiendo una mirada despectiva al informático.

To be continued...
(si has llegado hasta aquí en la historia eres un héroe y mereces todos mis respetos, ahora ya sólo queda un capítulo y esta historia de pesadilla tocará a su fin)

2 comentarios:

  1. el último capítulo de tu primera saga cibernética, haber cómo acaba

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    1. Espero acabarlo de una forma explosiva, como se merece

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