Ayer nos dejó Shirley Temple, a los 85 años, uno de esos
dulces rostros que se te quedan grabados en la memoria. Quién no la recuerda en su época de actriz, a
pesar de que llevaba desde 1949 sin trabajar en el mundo del cine.
Fue una actriz precoz, de hecho se le consideraba algo así
como una niña prodigio, ya que empezó a actuar a los tres años, con una habilidad
especial para cantar y bailar, además de una simpatía y un carisma peculiar. De
todas formas, su época dorada en el mundo del cine la vivió entre los años 30 y finales de los 40, participando en importantes producciones como: Bright Eyes (1934), Stand up and cheer
(1934), The Little Colonel (1935), The Little Princess (1939) y Fort Apache
(1948). Trabajó con grandes directores como John Ford, David Butler o Walter
Lang.
Participó en un total de 43 largometrajes. Pero además tuvo
también una carrera televisiva, hasta mediados de los 60. Judy Garland, su
competencia directa de niña, le arrebató el papel en el Mago de Oz, pero
aquélla perdió en la batalla de la vida pues se escurrió por la rampa del
alcohol, las drogas y los intentos de suicidio. Temple llevó su fama mucho mejor
y finalmente, años después, acabaría dejando el mundo de Hollywood para
dedicarse a otras labores, por ejemplo en el mundo de la política, como
embajadora estadounidense en Ghana y Checoslovaquia.
En 1972 le fue diagnosticado cáncer de pecho, que superó de
forma satisfactoria. En 1988 publicó su biografía, Child Star. Entre sus momentos vitales
destacados hay que señalar que fue retratada nada más y nada menos que por
Salvador Dalí.
Adiós, dulce Shirley.
pues si, un icono americano, dep.
ResponderEliminarYo creo que es un icono internacional , aunque ya sea de hace muchos años.
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