“Hemos puesto en marcha el mayor centro de aislamiento para
enfermos de ébola que jamás ha sido creado, con capacidad para cien pacientes,
pero estamos desbordados. Vemos a personas llegar enfermas en taxi y morirse en
la puerta de nuestro centro”
El infierno se ha desatado en Liberia y la situación sólo va
a peor. Sin embargo, en el mundo occidental esto sólo da para titulares y pocas
o ninguna acción humanitaria seria y coordinada que trate de poner fin al
problema. Bueno, miento, si que se ha tomado una medida: el cordón de
seguridad, es decir, se ha optado por la vía fácil y patética del aislamiento, dejar
que le gente se muera en un recinto cerrado, es la forma más económica,
sencilla y que da menos quebraderos de cabeza. Muertos los humanos se habrá
acabado el ébola, como ratas de laboratorio.
La situación en Monrovia es realmente dantesca. En el barrio
de West Point se ha procedido a la reclusión de 70.000 personas dentro de un
cordón sanitario. Aquello se ha
convertido en una zona de guerra, ya que al riesgo de infección y al daño que
causa la enfermedad hay que añadir la crisis social que se ha generado en la
zona. Liberia, como otros muchos países del continente, viven en una
inestabilidad social o una inseguridad cívica casi inconcebible para los
cánones de los países desarrollados. Teniendo en cuenta el caos reinante se
puede uno imaginar que el pillaje, la violencia, los asesinatos y demás actos
vandálicos están a la orden del día en esa zona.
La epidemia dista mucho de estar controlada. La gente que
está sobre el terreno asegura que hay más casos de los que se conocen. Las
soluciones que proponen las potencias occidentales y sus correspondientes
organismos mastodónticos de cooperación pasan por quedarse en casita, cerrar
los aeropuertos, el metro, los puertos, los museos y lo que haga falta, verlo
por la tele y mientras tanto trabajar en una vacuna o medicina que de pingües beneficios a alguna
de las grandes farmaceúticas de renombre. Sociedad del siglo XXI.
Desde aquí mi reconocimiento a todos los extranjeros que
están en ese infierno luchando con escasos medios y arriesgando sus vidas. Esos
sí que son héroes y no los idiotas a los que les dan premios y medallas por
sentarse en un puto sillón.
El sacerdote español Miguel Pajares, toledano, de la Orden de San Juan de Dios murió hace unas semanas en el Hospital Carlos III de Madrid después de atender a muchas personas en Liberia afectadas por el ebola. En su labor contrajo la enfermedad al igual que otros dos compañeros suyos de aquel país que también fallecieron posteriormente.
ResponderEliminarEstas son personas heroicas que conociendo la gravedad de la situación, no renuncian a una labor callada y llena de heroísmo.
Un ejemplo para todos nosotros.
un ejemplo efectivamente
ResponderEliminarAhí estamos, ese es el tipo de héroe al que me refería. Gente casi siempre anónima, cuyo nombre solo sale en los periódicos cuando los secuestran, los matan o caen víctimas de cualquier otra tragedia.
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