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lunes, 11 de agosto de 2014

El placer de viajar

-Es un gran invento, no cabe duda, un adelanto magnífico, una ahorro de tiempo y dinero
-Dinero? – preguntó el pasajero de anchos y frondosos bigotes que tenía enfrente
-Sí, de dinero, efectivamente. Acaso el tiempo no es dinero, caballero? Además, es mucho más seguro y cómodo moverse por las vías férreas que no en una carreta o a caballo tragándose todo el polvo del camino. Es lo que se llama el progreso, la civilización va conquistando nuevos territorios.
-Perdone caballero, pero no estoy muy de acuerdo con su opinión. Es cierto que el tren es un medio de transporte más cómodo, al menos para los que viajamos en primera clase, pero en cuanto al dinero… posiblemente no sea usted consciente de la gran inversión que requiere echar estos hierros a lo largo de todo el país. Yo sencillamente no le veo la rentabilidad
-A mi me parece un transporte de lo más romántico – apuntó la dama que iba sentada al lado de la ventanilla – Es como una especie de aventura
-Sin duda alguna, señorita, estoy totalmente de acuerdo con usted. Como le decía a este caballero, las locomotoras nos ponen en el camino de la civilización . Se acabó el explotar a los caballos y dormir en posadas de mala muerte. Ahora tenemos hermosos compartimentos donde descansar nuestros fatigados cuerpos, además de la posibilidad de entablar conversación con una encantadora dama como usted… - la señora hizo una reverencia con la cabeza al tiempo que esgrimía una franca sonrisa. Era una dama de porte elegante, con un rostro dulce enmarcado en una  amplia melena pelirroja. Los tres señores que iban en el compartimento no podían evitar mirarla de soslayo una y otra vez, algo de lo que ella se daba perfecta cuenta pero que disimulaba perfectamente por cortesía, entre otras cosas porque se sentía alagada por atraer la atención de tres hombres apuestos.
-Y usted hacia donde se dirige, señorita? – comentó el hombre de bigotes
-Voy hasta Alaska
-Alaska! Dios mío, pero si el tren no llega tan lejos!
-Lo sé, llegaré hasta Dakota del Norte y allí cambiaré de medio de transporte
-No teme viajar usted sola? – inquirió el hombre rubio de anchos hombros que defendía la idea de progreso
-Para nada, toda mi vida ha transcurrido de esta manera. Me encanta viajar, es lo que más disfruto y créanme que he estado en todos los continentes de este planeta- Al decir esto dirigió su mirada al hombre que se encontraba más alejado de ella, junto a la puerta del coche, y que no había abierto la boca durante todo el trayecto más que para saludar a sus compañeros de viaje. No sólo le resultaba misteriosa su discreción, físicamente también era el más atractivo de los tres, de constitución fuerte, con anchos hombros y cuerpo musculado, rostro afilado, moreno, desafiante, pero que inspiraba confianza de alguna manera, y sobre todo con aquellos ojos verdes y profundos como el fondo del océano que parecían esconder celosamente todas las verdades del universo.
-Y qué es lo que la lleva hasta allí? Si me permite la pregunta, señorita… - preguntó el de bigotes
-Ya se lo he dicho, soy una viajera incansable. Alaska es un territorio poco conocido y va siendo hora de que el mundo sepa un poco más acerca de él
-Cómo es eso?
-Soy aficionada a la fotografía y allá donde voy envío fotos al New York Daily, además es una forma de financiar mis viajes, no me sobra el dinero
-Es usted un caso digno de admiración


Por un momento se hizo el silencio, como si todo el mundo estuviese reflexionando sobre lo agradable que era viajar sin preocupaciones, buscando el descubrir parajes indómitos, nuevos y salvajes, llenos de encanto, lejos del bullicio de las grandes ciudades y sus gentes apresuradas. El silencio siguió prolongándose, convirtiéndose en algo incómodo, cuando el tren penetró en un largo túnel. El coche no estaba equipado con ningún tipo de luz, lo que hacía la situación todavía más extraña. Se oyeron varios carraspeos y toses, como queriendo cubrir el hueco que la falta de palabras dejaba en el aire.

Después de unos segundos que a la señorita le parecieron eternos la luz volvió a inundar el compartimento. Para su sorpresa no había nadie más que ella en aquel reducido espacio. Los tres hombres se habían evaporado como por arte de magia. Ello le sorprendió más si cabe cuanto que el silencio había sido de lo más absoluto, aparte del continuo traqueteo del tren y los eventuales carraspeos de sus acompañantes. En ningún momento había oído que la puerta se abriese y mucho menos las pisadas de tres hombres fornidos saliendo al pasillo, era algo realmente inaudito.

La intriga le dominaba de tal manera que se decidió a salir investigar. El largo pasillo solitario le recibió como una bocanada de aire frío. Avanzó en la dirección del sentido de la marcha, hacia la locomotora, no se oía sonido alguno más que el chirriar de las ruedas de hierro contra los railes. Llamó a la puerta de uno los compartimentos contiguos al suyo, nadie le contestó y entonces la abrió despacio, con cautela, como temiendo despertar o importunar a alguien. Un gesto inútil, pues dentro no había más que aire y diversos objetos como prendas, libros y una cesta con alimentos que parecían abandonados a su suerte hacía mil años.

No le quedaba más remedio que seguir avanzando por el pasillo. En los sucesivos vagones un silencio mortal le recibía aniquilando sus esperanzas de responder a las interrogantes que se amontonaban en su cabeza. Ella era mujer acostumbrada a la aventura y, por tanto, a verse en situaciones comprometidas, pero jamás se había visto envuelta en algo que resultase inexplicable o incomprensible, eso provocaba un efecto de bloqueo en su mente, como si la situación le superase, generándole una ansiedad cada vez mayor. En su cerebro se iba formando la pesadilla de un tren fantasma, lanzado a toda velocidad hacia el infinito, con todos los pasajeros abducidos sabe dios cómo y por quién, una imagen apocalíptica que no podía expulsar. Conforme avanzaba iba creciendo el temor, o mejor dicho la consciencia, de que una vez llegara a la locomotara nadie se encontraría a los mandos.

Así que cuando por fin abrió la última puerta que comunicaba el coche restaurante, con todas sus mesas repletas de menús todavía humeantes sobre limpios manteles y ni un comensal, el shock fue mayúsuculo al ver que una figura se recortaba contra el fuego de la caldera, arrojando incesante más y más carbón, avivando en una desesperada carrera contra el tiempo, o el diablo, la llama que ardía en el interior de la máquina locomotora.

-Pero qué demonios hace usted? Qué está pasando...?

El hombre se giró y ella pudo ver que se trataba del apuesto caballero que viajaba con ella en su coche, pegado a la puerta sin decir palabra. No se dignó a contestar, lo cual no le sorprendió en absoluto, era justo lo que esperaba de él.

-Oiga, le he hecho una pregunta?

Como única respuesta recibió una mirada airada y luego un gesto con la cabeza, como indicándole que se asomase por la ventanilla. Así lo hizo. Para su estupefacción, se dio cuenta que avanzaban por una vía paralela a la que tendrían que haber tomado y que se distanciaba cada vez más de aquella. Lo siguiente que vio a lo lejos fue una pequeña señal que se acercaba a toda velocidad. En pocos segundos pudo leer la indicación: VIA MUERTA, PUENTE EN CONSTRUCCIÓN. La voz gutural del hombre le sobresaltó más que la visión de la señal.

-Todavía puede saltar, como los demás...

Pero un vacío en el estómago le avisaba de que ya era tarde. 

4 comentarios:

  1. mola el cuento vpower. Lo de la voz gutural, seguro que pensabas en chuck schuldinner o alguién por el estilo. Seguro que te guardas sorpresa para la segunda entrega.

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  2. Me conoces bien jeje, las fuentes de inspiración están claras

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  3. Un tren y de los años 30 o 40 se presta admirablemente para hacer de él con imaginación, un mundo.
    Perfilar el aspecto y carácter de los personajes, misterio, tren detenido por circunstancias que nadie conoce, el vagón restaurante ocupado por damas de distintas edades y países y caballeros alguno de lo más distinguido.... y si queremos introducimos un crimen en un compartimento o peor aún, un accidente ferroviario, pero esto último es una tragedia aun que el asesinato también lo sea, pero menos.

    Quiero decir que los trenes de antes daban para mucho. Locomotoras que solo verlas metían miedo en las almas, fogoneros avivando fuegos, manómetros de presión, ruido de engranajes, silbido del vapor, chimenea que suelta una densa humareda negra, enorme cola de vagones lujosos los primeros y cutres los de tercera, revisores de uniforme y bigotes cuidados con silbato colgando de un cordón en su cuello, traqueteo que termina por adormecer paisajes cambiantes y muchas horas de viaje.

    No creo que el AVE con su rapidez, sirva o encaje como escenario para una narración romántica o trágica..

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  4. Sin duda, los trenes a vapor evocan una época de romanticismo, aventuras y nostalgia que nada tiene que ver con los trenes de alta velocidad de ahora. Es el precio de la modernidad, todo se vuelve más aséptico.

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