Sólo he leído dos obras de Trevanian hasta ahora, suficiente para
tenerme cautivado con su forma de escribir. Trevanian, este es el seudónimo del
escritor, como luego comentaré, es un autor que tiene una doble faceta en su
estilo: por un lado es capaz de transmitir una acción trepidante, tipo thriller,
a lo best seller, en la línea de un Tom Clancy; pero paralelamente aporta otro
elemento que está al alcance de muy pocos: el perfil sicológico de los
peronajes y la reflexión sobre la vida en general. Ciertamente, Trevanian es capaz de dibujarnos con toda profusión de
detalles y recobecos el perfil sicológico de un personaje. Cuando quiere,
cuando es interesante para la trama, nos va haciendo poco a poco, a lo largo de
muchas páginas, un dibujo del carácter y la personalidad de los personajes. Lo hace
con la agudeza y seguridad de un cirujano y, al mismo tiempo, con la soltura y
el atractivo de un director de cine. Y este libro que voy a comentar ahora no
es una excepción, al contrario, el dibujo del personaje principal es una auténtica
joya de la literatura, pocos autores me he encontrado con esa capacidad para
transmitir rasgos mentales, morales y emocionales.
Pero antes una pequeña intro sobre quién se esconde detrás
de Trevanian. Para ello recurrimos a la siempre presente wikipedia: Trevanian
mantuvo oculta su verdadera identidad durante muchos años y rechazó cualquier
tipo de entrevista. Aunque hoy en día es prácticamente un desconocido, ha
vendido millones de libros en todo el mundo y su obra ha sido traducida a 14
idiomas. Rodney William Whitaker es el hombre detrás de Trevanian, nacido en Granville,
Nueva York en 1931, fallecido en West Country of England en 2005. Se dice de él
que se especializón en el género de espionaje, aunque yo diría que se
especiañizó en el genero humano, pues es capaz de transmitirnos las miserias y
las proezas del ser humano como si lo estuviésemos presenciando con nuestros
propios ojos. También ha publicado con el seudónimo de Nicholas Seare.
Después de participar en la guerra de Corea, Whitaker
finalizó sus estudios de Comunicación. Fue profesor de cine en la Universidad
de Texas, Austin, y vivió en el País Vasco Francés, donde ocurren sus libros
"Shibumi" y "El verano de Katya". Es conocido como escritor
de Best-Sellers, uno de los cuales (La sanción del Eiger / Licencia para matar)
fue llevada al cine en 1975 por Clint Eastwood, que también interpretaba la
película dando vida a Jonathan Hemlock. Trevanian, a pesar de aparecer en los
créditos como guionista (y curiosamente con su verdadero nombre: Rod Whitaker),
no pareció muy satisfecho con el resultado final del film, al que calificó de
"insulso" en un pie de página aparecido en Shibumi.
Hecha esta breve introducción de este estupendo escritor,
voy a comentar brevemente sobre la historia que se nos narra en esta magnífica
novela que es Shibumi. Es un libro
que narra muchas historias y en muchos sitios diferentes, utilizando como vehículo narrativo la vida de su personaje principal, Nicholai Hel. Se nos cuenta su vida desde su
infancia hasta su vida madura, con las vicisitudes que va atravesando a lo
largo de los años y que forjarán su especial carácter y personalidad. Hel habla
un montón de idiomas y es una persona culta, enormemente influenciada por las
antiguas tradiciones japonesas.
Precisamente a través de Hel el autor hace una crítica
estupenda de los valores de la sociedad, de la estupidez del hombre como raza,
de la manipulación que ejercen los poderes en la sombra. Críticas que son
recurrentes en sus libros, por eso Trevanian es un autor que no se queda sólo
en el best seller, él siempre va un paso más allá y se atreve a hacer crítica y
disección de la naturaleza humana, y ahí es, en mi opinión donde más brilla.
Por contra a otra gran novela, que ya he comentado, como es
El Main, en Shibumi se nos da una visión ilusionante de la vida, positiva a
pesar de todas sus sombras, algo que contrasta totalmente con la crudeza y
pesimismo vital de El Main. El protagonista, Nicholai Hel, ama la vida, pero no del modo en que lo hacen la mayoría de las personas del mundo, en base al
consumismo y la esclavitud bajo el yugo capitalista. No, Hel ama las cosas
esenciales de la vida, las que dan valor de verdad a la existencia, practica el
minimalismo material y busca comprender, controlar y ensalzar sus emociones.
Ya digo que el análisis sicológico de Nicholai Hel es
realmente soberbio, y le sirve a Trevanian, una vez más, para arremeter contra
los vicios y las inmundicias de la sociedad. También existen otros personajes
muy bien dibujados, como su amigo Le Cagot, un vasco de pura cepa, o su
archienemigo, el tontolaba que controla la CIA.
Buena parte de la acción transcurre en el País Vasco francés,
donde el autor vivió y por el que deja traslucir un gran afecto, ensalzando sus
paisajes, su cultura y sus gentes. También habla muy bien de Japón, aunque en
tiempo pasado, pues según él ha sucumbido a la invasión de los podridos valores
occidentales.
Para rematar esta pequeña revisión, no me puedo resistir a
dejar constancia de algunos párrafos del libro, de esos que subrayas porque te
quedas pensando en ello. Ahí van algunos:
“Estamos en la época
del hombre mediocre. Es un hombre descolorido, estúpido, fastidioso, pero
inevitablemente victorioso. La ameba sobrevive al tigre porque se divide y
continúa en su monotonía inmortal. Las masas son los tiranos postreros”
“Por encima de todo,
Nicholai acabó reconociendo que todos los norteamericanos eran comerciantes,
que el núcleo del Genio Americano, del Espíritu Yanqui, era la compra y la
venta. Vendían su ideología democrática como mercachifles, respaldados por la
gran protección de los tratados de armamentos y las presiones económicas. Sus guerras
constituían unos monumentales ejercicios en producción y suministro. Su gobierno
era una serie de contratos sociales. Su educación se vendía a tanto por
unidad/hora. Sus matrimonios eran tratados emocionales, contratos que se rompían
fácilmente si uno de los contratantes fallaba en el servicio de su débito. El honor
era para ellos el comercio honesto. Y no eran, como ellos creían, una sociedad
sin clases; eran realmente una sociedad de una sola clase: la clase mercantil”.
“Es la buena vida –
dijo perezosamente Le Cagot -. He viajado mucho y he dado la vuelta al mundo en
mi mano, como una piedra de atractivas vetas, y esto es lo que he descubierto: un
hombre se siente feliz cuando hay un equilibrio entre sus necesidades y sus
posesiones. La cuestión es: cómo lograr este equilibrio. Podría buscarse
aumentando las posesiones al nivel de sus apetitos, pero eso sería una
estupidez. Requeriría la acción de cosas no naturales, regatear, negociar,
trabajar, escatimar. Ergo? Ergo, el hombre sabio logra el equilibrio reduciendo
sus necesidades al nivel de sus posesiones. Y esto se consigue mucho mejor
aprendiendo a valorar las cosas libres de la vida: las montañas, la risa, la
poesía, el vino que ofrece el amigo, las mujeres más viejas y más gordas”.
Trevanian, genio y figura.
todo un clásico este trevanian... decían que bajo ese pseudónimo se escondía un ex agente del servicio secreto, vete a saber, el caso es que escribe de lujo
ResponderEliminarPues es una teoría bastante creíble, porque el señor conoce todos los entresijos del espionaje. Escribe con fundamente y escribe muy bien, además de dejar unas reflexiones de lo más interesantes.
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