Sin más dilación, ahí van mis conclusiones después del
esperpento que hemos vivido en España esta semana:
1.Se
confirma, una vez más, que España no se encuentra entre los países
llamados desarrallados. No estamos en el tercer mundo, por temas económicos
básicamente, pero tampoco formamos parte del primero. Aunque si dejásemos
aparte los criterios económicos, podríamos formar parte de un segundo
mundo, es decir, países donde prolifera la corrupción, el amaño, el
engaño, la falta de respeto, las malas formas, la mentira, los sobornos,
el latrocinio, la hipocresía, y una falta de organización brutal y que
hacen de este país un lugar, a veces, lamentable para vivir. España es un
país bananero por derecho propio, digan lo que digan esa gentuza de la
política. De nuevo, los fallos de sincronización, la falta de un trabajo
organizado y en equipo, la exigencia con uno mismo, la falta de eficiencia
y de pulcritud nos ponen al borde del abismo como país con futuro. Lo acaecido
esta semana nos ha expuesto al mundo, y más directamente a nuestros socios
comunitarios, como un país peligroso, poco fiable. Y esto no son sólo
palabras. En un mundo como el actual donde manda el dólar, esto al final
se acaba pagando. A largo plazo, nadie quiere invertir o gastar en un país
inseguro. Dicho así, si nos fijamos solo en términos mercantilistas y
dejamos a un lado el tema de
sanidad y seguridad ciudadana. Ahora mismo tengo la impresión de que
España es un país a la deriva, juntando todas las piezas del patético
puzzle que tenemos encima de la mesa.
2. El
gobierno del desgobierno. Eso es ahora mismo el PP, bueno, en realidad lo
ha sido siempre desde que Mariano Rajoy es presidente. De nuevo, ha salido
a relucir su forma de hacer las cosas que tan mal nos ha ido y tando daño nos ha hecho a
todos los españoles. Se podría denominar como el laissez faire político, o
la técnica de la avestruz, en términos más castizos. Es decir, mantener la
calma en todo momento, como si aquí nunca pasase nada, mirar para otro
lado y esperar a que el tema se desinfle. El problema es que no se
desinfla, si no que tiende a agarvarse, porque rara vez las cosas se solucionan por sí mismas. Ya no sólo está el caso del ébola,
que supone jugar con la salud pública, incluida la de esos bastardos que
ocupan un escaño, sino que tenemos otros muchos como el caso catalán, el
pasotismo con el sector financiero, la presión fiscal, etc, etc. Una vez más,
Rajoy y su equipo han reaccionado tarde, cuando se dieron cuenta que su táctica
de decir que todo está bien hacía aguas por todos lados. Lamentable. Íos
a vuestra casa y dejad paso a alguien más competente. Elecciones, ya!
3. Reino
de taifas. Los organismos públicos, regionales y estatales, que deben
estar para dar servicio al ciudadano, han errado cada uno por su cuenta y
todos en su conjunto a la hora de cooperar. No ha existido labor de equipo
ni coordinación alguna. Lejos de tranquilizar a la población, lo único a
lo que han contribuído es a generar más alarma social. Un clavo más en el ataúd del sistema de gobierno de las autonomías.
4. La
desinformación. Alarmante me parece también el tipo de sociedad en la que
vivimos, que juega con temas tan importantes como la salud pública sólo
por intereses materiales o políticos. Aquí tenemos implicados a varios
actores. El primero de ellos, los medios de comunicación. La labor
chabacana que han llevado a cabo muchos medios, publicando cualquier cosa,
sin contrastar fuentes, solo por posicionarse primero o por hacer daño a
fulanito o menganito, deja en muy mal lugar a estas empresas y a este, en
cierta medida, servicio público. Los medios, y los periodistas, o sea,
personas que están dentrás, han quedado retratados en el transcurso de
esta semana como otro cáncer de nuestra sociedad. No menos sonrojo producen
las declaraciones falseadas de los sindicatos. Hace tiempo que los
sindicatos perdieron su prestigio social en este país, y en muchos otros,
pero sobre todo en los últimos tiempos en España su papelón ha sido de
vergüenza. Se demuestra que los sindicatos, como cualquier organización,
no es necesariamente buena o positiva en función del credo que predica,
sino por los actos que ejecuta y, sobre todo, por la honestidad de las
personas que lo componen. Algunos sindicatos de sanidad deberían
directamente desaparecer o ser reemplazados por otros, no entiendo como
los trabajadores se pueden sentir representados por una jauría de hienas
de ese calibre.
5. La
borregamia como modo de vida de algunos. Está el ser humano
involucionando? Es inevitable que nos hagamos esta pregunta cuando vemos
como cientos de miles de personas firman un escrito para que se salve a un animal que puede contagiar potencialmente el virus del ébola a los seres
humanos. Nada más que decir.
6. Es
inaudito que un individuo como Javier Rodríguez sea consejero de sanidad
de la comunidad de Madrid, pero más inaudito es que siga siéndolo después
del papelón lamentable que ha hecho esta semana. De nuevo, esto nos lleva
a certificar la categoría de república bananera en la que habitamos.
7. También me ha llamado poderosamente la atención el silencio desde Bruselas. Vale que este es un asunto interno, pero sus repercusiones pueden tener escala internacional en un mundo interconectado. Por cierto, me hacen gracia las declaraciones que se hacían hace poco tiempo descartando casi totalmente la posibilidad de que el ébola llegase al mundo "occidental". Pues ya está aquí, y ha entrado por nuestro país, como no podía ser de otra forma. Ahora bien, esto es también una lección de humildad para las potencias occidentales que siempre han tratado a África como el estercolero y el laboratorio de sus desmanes. A nadie le importa que mueran miles de negros en África, pero cuando hay un caso de ébola en tu país desarrollado ya enciendes todas las alarmas y te tiemblan las piernas. Asco.
En definitiva, viendo como se hacen las cosas en este país,
el modus operandi de la mayoría de la gente, la ausencia total de cohesión
social, la sociedad tribal en que nos hemos convertido, la catadura moral y
profesional de los grupos de responsabilidad social y política, la lentitud de
respuesta ante situaciones críticas y, en definitva, la ausencia de un espíritu
de nación unida y fuerte, es increíble que todavía no haya estallado una
revuelta social en este país a la deriva o, que, por el contrario, no se haya quedado desierto, como Almería.
te has convertido en el tio de la maza, menudo repaso le has dado. No nos merecemos este país bananero.
ResponderEliminarEl martillo de THOR es lo que había que usar aquí, cuanta basura y cuanta incompetencia
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