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martes, 28 de octubre de 2014

Molotov y tarjetas de crédito

Los suelos de mármol, con dibujos geométricos de múltiples colores, las paredes forradas de madera noble, los cromados dorados de los pasamanos de las escaleras, por no hablar de los grandes sofás de cuero en los que se podía uno sentar y hacer la cola cómodamente, todos aquellos lujos extraños a su vida diaria le producían un gran respeto y una cierta sensación de inseguridad, pero pese a ello, y dada su cabezonería, tenía muy claro qué era lo que había venido a hacer y lo llevaría a cabo con todas las consecuencias.

-Que pase el siguiente – informó con voz cansina y monótona un señor de aspecto aseado, que se sentaba detrás de un gran escritorio, con un monitor plano último modelo que integraba ya en su interior el disco duro del ordenador. Llevaba un bigote que casi se podría tildar de trasnochado, el pelo engominado hacia atrás, traje de tres piezas a rayas y unos lustrosos zapatos que sobresalían de manera ostentosa por debajo de la mesa, como una advertencia de que uno estaba en presencia de todo un director de banco, no un señor de una empresita cualquiera. Una entidad bancaria, esa roca sólida de las economías modernas sobre la que se asientan el progreso y el desarrollo de una nación, a pesar de lo que muchos ineptos opinaban alegremente acerca del decisivo papel de los bancos en la galopante crisis económica que se estaba viviendo en todo el país. Eso eran paparruchas de gente ociosa, pensaba el director, las entidades financieras eran, sin duda, el gran invento del capitalismo y el refugio contra los vaivenes en tiempos turbulentos, como el actual. Por eso, el señor director no entendía otra forma de tratar a sus clientes que mirándoles por encima del hombro.

-El siguiente, por favor! – volvió a repetir con hastío el ufano empleado, echando un vistazo a su reloj de alta percisión y evaluando la posibilidad de retirarse de sus obligaciones momentaneamente y salir a tomar a un café. Pero en ese momento un caballero se levantó de uno de los sofás que tenía enfrente y se dirigió hacia él – Pensaba que no se iba a decidir nunca, ya estaba a punto de retirarme...

-Perdone usted la tardanza, es que se está tan a gusto en esos sofás que uno se olvida del paso del tiempo

-El tiempo es oro, así que no debemos perderlo. En qué puedo ayudarle?

-Vengo a retirar el dinero

-El dinero? Ejem...Veamos, permítame su DNI, por favor. Gracias. – el director tecleó los dígitos en el ordenador y accedió a los datos bancarios del cliente. Al ver el saldo en la cuenta corriente no pudo evitar esbozar una sonrisa sarcástica, sintiendo el poder en sus manos, como el del lobo frente al indefenso rebaño de ovejas. – Vaya, así que quiere usted retirar todos los fondos disponibles

-Eso es – dijo el cliente con una inocente y amigable sonrisa en los labios

-Si el ordenador no me engaña, y hasta ahora no lo ha hecho, tiene usted disponible en su cuenta 1500 euros. Si me permite la indiscreción, por qué quiere retirar sus escasos fondos? Qué piensa comprarse con esta calderilla? Una bicicleta? Hágame caso, déjelos donde están, los tiempos no están para consumir y además siempre es bueno tener un pequeño colchón para emergencias e imprevistos. Así que aquí tiene su DNI y que tenga un buen día, tómese un pincho de tortilla y una cañita para celebrar que tiene mil y pico euros a buen recaudo

-No, no. Veo que no me ha entendido. Pero primero, déjeme aclararle que con mi dinero haré lo que me salga de la entrepierna, si me permite la expresión – le soltó el cliente a bocajarro, al tiempo que la expresión del director se endurecía repentinamente- Y lo más importante, no sólo quiero retirar todos los fondos de mi cuenta, quiero que me entregue todos los fondos depositados en esta oficina. Me he explicado ahora con claridad?

-Jajaja – el director soltó una estruendosa carcajada que atrajo la atención de todos las personas que estaban esperando en los mullidos sofás – Ya veo que se ha levantado usted hoy con el día gracioso... Eso está muy bien, sobre todo para ser lunes, pero todo tiene un límite y yo tengo mucho que hacer, caballero, así que será mejor que siga mi consejo y deje su pequeño caudal de ahorro para mejor ocasión, tómese un café, fúmese un cigarrillo, dé de comer a las palomas, yo que sé!, y disfrute del día – dijo al tiempo que despachaba al cliente con una palmadita en el hombro

-No me voy a ir sin lo que he venido a buscar, y sepa usted que no fumo. Será mejor que coopere, todo será más fácil y podremos irnos para casa y ver el telediario de las tres. Ver como nos siguen robando toda la gentuza de este país, todos esos políticos hijos de puta, sus amigos y la madre que los pario, todos esos ineptos que organizan cursos falsos y que ni siquiera saben leer, toda esa mierda con cuentas en Suiza que han llenado con nuestros billetes

-Bien, en ese caso, amigo mío... – contestó el director con un gesto de sumo hartazgo – no me deja otra alternativa que avisar a seguridad

-Haga lo que quiera, pero como toque ese jodido botón le prometo que va a arder usted más rápido que la pira funeraria de Alejandro Magno – dijo al tiempo que extría de una bolsa del todo a cien lo que parecía un cóctel molotov y se lo mostraba con expresión amenazante al empleado.

-Está bien, está bien, no hace falta ponerse así. Pero por qué hace usted todo esto? No ve que está arruinando su futuro y el de toda su prole? Qué necesidad hay de llevar las cosas hasta ese extremo?

-Pues sí que hay necesidad, sí. Porque ya estoy hasta el cogote, por no decir hasta los cojones, que hay señoritas aquí presentes, de que me roben a diario y que encima se rían de mi. Nos roban los políticos, tonto y marginado es el que no lo hace, nos roban ustedes los bancos, que nos engañan miserablemente con eso de que nos dan créditos que nadie ve por ningún lado, nos tratan como

-Oiga – le cortó en seco el hombre de traje y bigote recortado - no le consiento que manche usted el buen nombre de este banco!

-Cállese o le convierto en una cerilla humana! Ustedes tienen unos sueldazos de aúpa y aún encima les dan tarjetas de colores para comprar gratis todo lo que quieran, desde gayumbos hasta comilonas y mujeres de vida alegre. Gentuza! Son ustedes unos bandidos, y lo peor es que mientras se pegan la gran vida a nuestra costa, no sueltan ni un duro para ayudarnos con nuestros negocios. Pues ya estoy harto, sí señor! Y por una vez voy a hacer justicia – en ese momento se giró hacia el resto de clientes que, boquiabuiertos, miraban para el exaltado – voy a recuperar un poco de lo que nos han robado a todos! Me oyen? De lo suyo y lo mío, de lo que nunca debieron quitarnos, ya va siendo hora de que alguien tome cartas en el asunto!

“Sí, bien dicho, tiene usted razón”, clamó un un coro de voces que apoyaban al hombrecillo de aspecto humilde, convertido repentinamente en un Robin Hood financiero.

-Calma señores, calma! – trataba el director de aplacar los ánimos – Son ustedes unos grandes clientes de la casa, y además tengo el placer de anunciarles que podrán disfrutar de una estupenda vajilla que le entregaremos gustosamente a medida que vayan saliendo y yéndose tranquilamente para sus casas

-Métase la vajilla por donde le quepa, lo que queremos es que nos de el dinero que reclama este señor! – terció una mujerona de pecho desmedido y que viajaba en zapatillas desde su casa al banco.

-Eso, Cantinflas! Denos ya lo que es nuestro!!! – más y más voces se iban sumando al alegato

-Ya lo oye usted, señor director, es de sentido común, el pueblo ha hablado y no tiene otro remedio que aflojar la pasta

-Como usted quiera, pero no saldrá con ella de aquí. El edifcio está rodeado.

-Me da igual, lo único que quiero es salir con la pasta, que me vea toda España, y que el pueblo decida – dijo erigiendo el amenazante cóctel en todo lo alto que le permitía su rechoncho brazo. Pero las sirenas ya ululaban por todas partes y se oían gritos y megafonía en las calles, un entresijo de voces que se mezclaban en una locura desatada a las afueras de la sucursal bancaria.


De repente las puertas de la entidad bancaria se abrieron y fueron desfilando con sonrisa esponjosa una persona tras otra, todas ellas cargadas con enormes sacas de dinero. Las fuerzas especiales quedaron desconcertadas al no saber a qué atenerse, mientras su jefe llamaba a la calma y no tener el gatillo ligero. El hombrecillo del cóctel molotov se adelantó y tomando la iniciativa gritó a todo lo que daban sus pulmones:

-Ya es hora de que cambien las cosas! Desde aquí llamo al pueblo español a invadir en masa todas las oficinas bancarias de este país. Es muy fácil, sólo se necesita voluntad y ganas de hacer justicia, y bueno, un cóctel molotov, no vean ustedes lo que se acojonan estos de la banca cuando ven una mecha. Ahora, amigos míos –dijo dirigiéndose hacia los clientes que salían de la oficina con las sacas de dinero – devolvamos al pueblo lo que es del pueblo. Dicho esto, los billetes empezaron a volar en todas direcciones, azotados por el viento, mientras la gente que se congregaba observando el show se lanzaba en una alocada carrera por recuperar lo que se les había robado. Los policías, azuzados por la congelación de los salarios y los muchos sinsabores de las patrullas nocturnas no puedieron tampoco sustraerse de la natural avaricia y corrieron como cualquier hijo de vecino en pos de los cotizados billetes.
Entonces, el hombrecillo del molotov se dirigió al desconsolado y abatido directos de oficina, que se había quedado espatarrado en su asiento, indefenso e impotente ante el desenlace de los acontecimientos:

-No se lo tome usted así señor director, tenga en cuenta que le estoy haciendo un favor, esta noche será usted famoso, aparecerá en todos los noticiarios: el director que plantó cara al hombre del cóctel molotov, arriesgando su vida. Venga, saque dos vasos y vamos a apurar este jerez

-Cómo jerez? – preguntó atónito el director

-Hombre, no pensaría de verdad que esto es un molotov de esos, señor director, que uno ya tiene una edad para andarse con jueguecitos. Salud!

2 comentarios:

  1. lo has calcado vpower con tu relato, los bancos de hoy en día, hasta que te aconsejan en que no retires la pasta para que ellos sigan jugando al monopoli, el dinero siempre estara mejor en el calcetín

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  2. jajaja eso es, al monopoli es a lo que se dedican, o al parchís y nosotros somos las jodidas fichas. Calcetín o colchón, sí señor.

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