“Adiós a todos mis
queridos amigos y familiares a los que quiero. Hoy es el día que he elegido
para morir con dignidad, afrontando mi enfermedad terminal, este terrible
cáncer en el cerebro que me ha quitado tanto… pero me habría quitado mucho más
(…) El mundo es un lugar hermoso, viajar ha sido mi mejor maestro, mis amigos
más cercanos y mi familia han sido muy generosos. Incluso tengo un círculo de
apoyo alrededor de mi cama mientras escribo… Adiós mundo”. Estas son las
conmovedoras palabras, le ponen a uno la piel de gallina, de Brittany Maynard,
que el pasado sábado 1 de noviembre decidía quitarse la vida, aquejada de un
cáncer terminal, irreversible e imparable, en su cerebro. Se le diagnosticó en
enero, los médicos no le daban más de un año de vida.
Residente en California, tuvo que mudarse al estado vecino
de Oregón para poder suicidarse con asistencia médica, legalmente, ya que ese
es uno de los cinco estados del país americano que tienen regulada esta práctica. En su
lista de cosas que deseaba hacer antes de esa fecha estaba visitar el Gran Cañón del
Colorado y celebrar el cumpleaños de su marido, la semana pasada.
Ella misma reconocía que tenía dudas sobre lo que había
decidido, que a veces se sentía con fuerzas y ganas para aferrarse a la vida,
porque todavía se encontraba "bien", pero al mismo tiempo estaba segura que si
aplazaba la decisión podría llegar el día en que no estuviese en posesión de
sus facultades para tomarla. Siguió su proceso de forma pública para
concienciar acerca de la necesidad de legalizar esta práctica, conmovió a
millones de personas y ha sido y será un ejemplo para muchos.
En el mundo occidental a mucha gente se le
llena la boca de pasteladas al hablar de las libertades y de lo liberales que
son nuestras sociedades. Y es cierto que se ha avanzado mucho en el terreno de
las libertades, sólo hay que ver como estaba España hace 50 años y lo que es
ahora. Sin embargo, todavía queda mucho que andar en temas tan fundamentales
como éste. El debate siempre existirá y estará presente, pero al menos es un
consuelo saber que hay ciertas partes del mundo en las que uno puede decidir
morir en paz, ahorrándose sufrimiento a sí mismo y a sus seres queridos, sin
que nadie pague ante la justicia (de quién?) por cometer un acto que unas
estúpidas leyes dictan como ilegal. Es ridículo que uno tenga que seguir
viviendo cuando no lo desea sólo por culpa de los caprichos o los prejuicios de
unos individuos que nada tienen que ver con su existencia. Más que ridículo, es
patético. El derecho a la vida y a la muerte de uno mismo debería ser una
decisión personal, intrasferible, no sujeta a los avatares de ninguna ley
humana ni los designios filosóficos o religiosos de cualesquiera organización.
El derecho a la muerte digna se debería proteger tanto como el derecho a la
vida. Esa es mi opinión, y en ese sentido ojalá que la valiente campaña llevada
acabo por Brittany Maynard haya valido para algo.
yo también leí esta noticia.... y pensar que en España no se puede ni hablar de esto, tercermundistas.
ResponderEliminarEn España vivimos al margen de tantas cosas que uno se pregunta si nos habrán borrado del mapa y no nos habremos enterado.
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