Se conocía como el bosque de las 100.000 verdades, decía la
leyenda que todo el que penetraba en él no podía abstraerse de decir jamás la
verdad, por mucho que intentase mentir. Por supuesto, se trataba sólo de
leyendas y únicamente los más viejos del lugar todavía creían en ello, a pesar
de que la historia iba pasando de generación en generación, desafiando al
tiempo.
-Es cierto, mi padre me lo contó, y su padre se lo contó a él
y el padre de este a él y...
-Ya está bien, Rober, no sigas, por mucho que insistas no te
creeré. Sabes tan bien como yo que se trata de una mera leyenda, bonita eso sí,
no te lo he de negar, pero nada más que fantasías. El mundo está lleno de
mentirosos, es que acaso no ves las noticias? – le preguntó la chica de
cabellos rizos y rubios como el oro, con una sonsira de desdén
-Pues yo te digo que en ese bosque hay algo. Hay cientos de
historias relacionadas con él, es que tus padres nunca te las han contado?
-Mis padres están demasiado ocupados pagando la hipoteca, la
letra del coche y buscando un trabajo mejor. Pero, joder, si incluso hace meses que no
salimos todos juntos en familia a comer!
-Bueno, eso no es nada raro, mis padres no se hablan y cada
uno come cuando le da la gana
-Pues menuda familia... – dijo ella con pena, sin ánimo
alguno de ahondar en la herida
-Pues aún así recuerdo cuando de pequeño mi padre me contaba
las historias que pasaban en este bosque y por qué se le ha dado el nombre de
las cien mil verdades
-Rober, por favor, eras un niño, esas son las típicas
historias que te cuentan los padres para que te vayas a dormir o las que te
sueltan las madres para que te acabes el potaje. En serio, no me puedo creer que
todavía pienses en esas cosas
-Pues sí creo, María, te pongas como te pongas. Sabes? En la
vida hay que mantener un poco de esperanza, un poco de inocencia, siempre es
bueno que quede algo de cuando fuimos niños, creo que el mundo iría mucho mejor
si todos recordásemos lo que hacíamos de pequeños, los sueños que teníamos y
las cosas que nos hacían reir. Cuando te haces mayor es todo tan...
-Real?
-Sí, pero no sólo eso, real y cruel al mismo tiempo. La
gente solo piensa en lo inmediato, en lo material, en su propio beneficio, es
todo tan mezquino que a veces me dan ganas de llorar
-Eres un sensiblón – se rió con ganas ante las
ocurrencias de su amigo – pero en cierta medida no te falta razón. Sin embargo,
así es la vida, así ha sido siempre, los niños son niños y los adultos no
tienen tiempo para juegos. El año que viene iremos a la universidad, tendremos
que prepararnos para un día conseguir un trabajo, ganarnos la vida, tener una
familia..., ya sabes, todas esas cosas que hace la gente, lo normal
-Lo dices de una forma tan aséptica que hasta parece que no tenga ni pizca de gracia
-Lo digo como lo que es, algo inevitable. Y si no te gusta
puedes meterte en un convento, visitar al Dalai Lama o yo que sé, pero lo que
está claro es que nunca volveremos a ser niños
-Supongo que tienes razón. Y sin embargo...
-Sin embargo, qué?
-No puedo dejar de pensar que las historias que me contaba
mi padre sobre ese bosque esconden una gran verdad. Quizás sea demasiado
infantil todavía
-En eso estamos de acuerdo – dijo ella volviendo a reir con
ganas
-De todas las historias que me contaba mi padre hay una que
nunca se me olvidará, era la que más me gustaba y le pedía que me la contase
una y otra vez
-Cuál? La de Alicia en el país de las maravillas? Jajaja
-No, tonta. La del rey que perdió su corona
-Oh, qué bucólico! La verdad, no sabía que fueras tan sentimental,
de lo contrario ya hubiera aceptado hace
tiempo salir contigo
-Lo dices en serio?
-No, pero me quedaba bien en la frase – y ella volvió a
soltar una sonora carcajada
-Eres lo peor, te odio
-Seguro que sí...
-Pues como te decía, el rey perdió su corona. Es una
historia fantástica que ocurrió hace muchos, muchos siglos, cuando España todavía estaba en manos de los musalmanes, imagínate...Se decía que este rey era el más
valiente y apuesto de todo la península, supongo que sabrás, a pesar de tu
analfabetismo histórico...
-Gracias, mejete
-... sabrás que España estaba dividida en varios reinos. Este
rey no tenía el reino más poderoso ni el más rico, pero sí el de la gente que
vivía mejor y más feliz. Todo ello se debía a su gran benevolencia, a sus altos
valores, que había inculcado entre los nobles de la corte y que éstos a su vez
habían transmitido a sus vasallos, de forma que aunque había distintas clases
sociales todo el mundo se trataba con respeto y se ayudaban unos a otros. Nadie
pasaba hambre en ese reino.
-Pero esto qué es? Un cuento de Navidad?
-No seas tan superficial y escucha. A pesar de todo, el rey
no era feliz
-Me lo suponía
-En aquella época, los enlaces matrimoniales se hacían por
encargo, como si dijéramos. Los ricos y nobles se casaban con los de su estirpe
y religión, mientras que los más humildes contraían matrimonio con los de su
misma condición. El rey se había visto en la obligación de casarse con una
princesa del reino de Nápoles por temas estrictamente políticos, para
fortalecer la unión entre los dos reinos y forjar una alianza que los
protegiese de posibles enemigos. La princesa que le tocó en suerte era muy
atractiva, físicamente, sin embargo era la peor persona que se había topado
en su vida. Ella era egoista, ambiciosa como pocas, cruel y despreciativa,
siempre miraba por encima del hombro a todo el mundo y sólo podía salir a la
calle si iba en su carroza real tirada por blancos y majestuosos podencos, ya
que odiaba mezclarse con el pueblo.
Cada día que pasaba el rey se sentía más y más cansado de la
pesada cadena que habían puesto alrededor de su corazón. Además, se rumoreaba
entre el pueblo que su verdadero amor era una campesina que vivía a media hora a
caballo de su castillo. Incluso, las malas lenguas aseguraban que cada
cierto tiempo, cuando ya no aguantaba más, el rey abandonaba su castillo y a su
esposa y cabalgaba en pos de su amada, con la que pasaba toda la noche, para
volver de incógnito, como un vulgar ladrón, con las primeras luces del alba
-Típico, por favor, Rober, al grano
-Finalmente, los rumores eran tan insistentes y tantas las
habladurías que el rey se vio obligado a someterse a juicio. Las altas
instancias de la corte decidieron que el rey debía someterse a juicio en el
bosque de la verdad, allí sería preguntado sobre la cuestión que traía en vilo
al pueblo. Para tal ocasión se desplazaron un montón de nobles, vasallos y
gentes de lo más variopinto desde todos los rincones del reino, para reunirse
en el mítico bosque. Aquello se convirtió en mucho más que en juicio, paso a
ser una auténtica romería. A las afueras del bosque se acumulaban un montón de
mercaderes ambulantes con puestos que vendían todo tipo de productos, desde
armaduras, espadas, caballos, elixiris de eterna juventud, hierbas para
enamorar a las doncellas vírgenes, perros de caza, bolas de cristal, medicinas
de toda condición, hasta adivinadoras del futuro, puestos de baños calientes,
otros para buscar la pareja ideal, sí, no pongas esa cara, todo lo que ves hoy
en día fue inventado hace ya mucho tiempo. Por supuesto, no podían faltar los
puestos de comida y bebida, ni los casas de mujeres alegres tan demandadas por
los piadosos hombres, negocios que eran los más numerosos y los más
concurridos, donde se hacinaban gentes de todo tipo, unos más borrachos que
otros, en continua fiesta hasta altas horas de la madrugada. Se cuenta que en
los cuatro o cinco dias que precedieron al juicio sumarísimo se hizo más
negocio que en todo el reino en un año, incluso acudieron gentes nobles de
reinos colindantes
-Eso te lo creo, estamos en España, el reino del despiporre
y la fiesta nacional, a quién le extraña?
-Así es. Las gentes ya empezaban a quedarse sin dinero y
algunos se endeudaban para seguir la juerga como si no hubiese mañana, cuando
llegó el día tan esperado
-Bueno, creo que algunos hubieran preferido que ese día no
llegase y seguir con la diversión un rato más
-Es posible, pero eso no nos importa. El tema es que allí se
juntó un montón de gente, tantas como cien mil almas. Estaban todos los nobles
más importantes, las damás mas influyentes y elegantes, y por supuesto toda la
familia real al completo, además de una nutrida representación del clero, con
las más disintguidas personalidades. Oficiaba el juicio el arzobispo de la diócesis
del bosque, ya sabes que la iglesia tenía entonces mucho poder, su ambición no
se limitaba sólo a las almas de los hombres...
-Bueno, eso no ha cambiado mucho hasta nuestros tiempos
-Ante toda esa gente, incluída la mayoría de las gentes que
vivían en la capital, el vulgo pueblo, artesanos y trabajadores de todos los
gremios, campesinos y burgueses, todos estaban allí, el arzobispo levantó los
brazos y el báculo en medio de la espesura del bosque, dirigiendo su mirada
hacia un cielo que quedaba prácticamente oculto por la frondosidad de los árboles.
Se hizo un silencio estremecedor y despúes de una plegaria sucedió un silencio
reverencial. Tomó la palabra y dijo que se habían reunido allí para enjuiciar la moral y el buen
comportamiento de su monarca, que le constaba que estaba limpio de mancha pero
que la gente era muy mal pensada y muy deslenguada, de forma que esta era la
prueba definitiva para acallar por siempre los chismes y los infundios que
circulaban acerca del rey y su amante plebeya. Para sorpresa de todos, el
arzobispo no se dirigió a al rey, sino que su pregunta fue lanzada a todos los
presentes: “este es un bosque sagrado! La mentira está prohibida en sus
entrañas, nadie se puede resistir al influjo divino de este bosque, obra de
Dios, nuestro señor!! Por eso, pueblo, nobles y vasallos, ricos y mendigos, yo
os interpelo a todos vosotros, que habéis hecho correr el rumor, socavando el
buen nombre de nuestro rey, a todos vosotros os pregunto: ha yacido nuestro rey
en pecado con una plebeya??? De vuestras bocas solo puede salir la verdad, pues
en este bosque divino no cabe la mentira, asi que hablad todos ahora!”. Durante
unos segundos se hizo el silencio más absoluto y en las miradas y los rostros
de todas las gentes se dibujaba una muestra de agonia y horror, como si
luchasen contra una fuerza interior, algo superior a su propio ser. “Sí, sí, sí!!!”
Se propagaban sus voces al unísono como un eco hasta los confines del bosque.
El arzobispo se postró de hinojos y dio gracias a Dios por su buen juicio. Ese mismo
día, el rey fue desterrado del reino, desposeído de todos sus títulos y borrado
su nombre de la historia del aquel pueblo. La plebeya tuvo menos suerte y le
cortaron la cabeza en la plaza pública.
-Qué crueldad, la verdad que no se para qué me cuentas este
tipo de historias, son repulsivas
-Pues te las cuento porque... estaba pensando en llavarte al
bosque hoy mismo. En mi coche podemos llegar en media hora
-Para qué?
-Hace tiempo que quiero formularte unas preguntas y qué
mejor sitio que aquel. Sospecho que has estado enamorada de mi todos estos
años, pero no llego a comprender la razón por la que te niegas a...
-Cállate, ya te lo he diho muchas veces, es que no lo
entiendes?
-Venga, María, sólo será una hora, nada más
-No pienso ir, mañana empiezo con los exámenes finales y
tengo que estudiar un montón de cosas. Así que te puedes ir solito si
quieres, y seguir soñando que eres un niño – dicho esto, se dio media vuelta y
enfiló en dirección contraria a la que habían estado siguiendo, sin tener la
menor idea de hacia dónde encaminaba sus pasos...
muy buen cuento vpower, felicidades por las 100000 visitas, que sean muchas más, hay que ponerse ya con el thriller.
ResponderEliminarPues sí, ya va siendo hora de pillar la Remington, papel, el Camel y enfrascarse en el thriller
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