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miércoles, 17 de diciembre de 2014

Rublos a cuatro pesetas

El rublo está por los suelos, en lo que va de año se ha depreciado un 80% respecto al euro, y más aún respecto al dólar. Veamos brevemente, los orígenes y las consecuencias de esta debacle monetaria.

Los analistas coinciden en señalar el desplome del precio del petróleo como la causa primigenia del desastre de la moneda rusa. El petróleo es la principal fuente de entrada de divisas en el país, por lo que una caída acumulada en su precio en los mercados internacionales forzosamente se tiene que notar primero en su balanza comercial y, como derivada de ello, en la balanza de pagos, por ende en las necesidades de financiación de Rusia. Si no se generan divisas suficientes para atender los pagos internacionales, sólo hay dos vías para cubrir ese gap: o endeudarse con el exterior o bien tirar de las divisas acumuladas. Estas últimas van descendiendo a ojos vista, claro.

Siendo esa la causa básica de la caída en la cotización del rublo, no nos podemos olvidar del factor Ucrania, con la tensión que ello genera y la desconfianza hacia el futuro de Rusia y su moneda, que ya no era una moneda refugio, pero que con mayor riesgo atrae incluso a cada vez menos especuladores.

Los efectos de la caída en la cotización del rublo me parece la parte más interesante de todo este tema, por sus connotaciones socioeconómicas. Como era de esperar, los que más sufren las consecuencias de esta situación son los propios rusos. Uno podría pensar que eso no tendría por qué suceder si al fin y al cabo los rusos sólo usan el rublo en su país, a la mayoría de la gente, o al menos a los que no tienen relaciones comerciales o financieras con el exterior no les debería afectar. Pues precisamente es a los que más está afectando, al menos en términos relativos. La caída del rublo está trayendo consigo un proceso hiperinflacionario. Es el efecto contagio. Si el rublo se deprecia, las importaciones, aunque ahora estén restringidas por el régimen soviético, se encarecen o, lo que es lo mismo, las materias primas o los bienes de consumo aumentan su precio en el mercado ruso de manera exponencial. Lo que antes valía 10 ahora cuesta el doble. Y ese encarecimiento de productos importados va provocando un efecto contagio hacia los productos domésticos, por la simple ley de la codicia humana o aquello de que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar…”. Es quizás más pernicioso el efecto indirecto, o sicológico, que el efecto directo que tienen la subida del precio de las importaciones. Al final, todo suma y Rusia está sufriendo un proceso hiperinflacionario de dimensiones catastróficas.


De nuevo, eso es relativo. Las grandes fortunas, las grandes corporaciones, son las que menos sufren, dado que tienen diversificada su cartera de divisas o su negocio en distintos países, con lo que pueden operar en diferentes monedas y salvar esa contingencia. Por ejemplo, los inversores rusos en España o el resto de Europa no dejarán de hacer inversiones porque no invierten en rublos sino directamente en euros. O los turistas que vienen a España tienen cuentas en dólares o en euros, porque es gente con alta capacidad adquisitiva. Ahora bien, al ruso medio, ese que no sale del país para irse de vacaciones, sí que le afecta de manera compulsiva la hiperinflación, dado que ve como bienes de uso cotidiano o de primera necesidad se encarecen día a día, mientras que su salario no se actualiza. Los comercios son los primeros en reaccionar, los salarios siempre van a rebufo, y en todo caso es una espiral que sólo se cortará cuando cese la causa primigenia, es decir, cuando el precio del petróleo vuelva a subir y Rusia vuelva a generar muchas más divisas, y por tanto el rublo se aprecie. Hasta ese momento la inestabilidad de precios sólo puede ir a más y, lo que es peor, la inestabilidad social y económica irá en aumento. Algunos analistas estiman que esta situación podría provocar una caída del PIB ruso de un 4,5%.

Tan grave es la situación que el gobierno ruso ha subido los tipos de interés de sus bonos a 10 años en casi 7 puntos, situándolos en el 17%, unas cifras que aquí nos parecen de ciencia ficción. Otro ejemplo: La pensión media de jubilación es de 11.600 rublos al mes en Rusia, si hace un año rondaba los 257 euros, hoy se quedaría en apenas 116 euros. La consecuencia es que la gente se echa a la calle a consumir y gastar su sueldo y sus ahorros, antes de que estos se esfumen por efecto de la galopante inflación, lo que redunda nuevamente en una retroalimentación del proceso inflacionario.

Las políticas monetarias se tornan ineficientes cuando no existe un sustento real en la economía. Y el crecimiento de la economía rusa estaba muy basado en el sector energético, viene a ser el ladrillo español, con la diferencia importante de que es una burbuja que se sabe que tarde o temprano volverá a hincharse, pero hasta que eso ocurra la vida para la mayoría de los rusos va a ser mucho más complicada. La política de autarquía en la que se ha embarcado Putin a raíz del conflicto ucraniano no hace más que echar sal en la herida.

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