La posesión es uno de los fenómenos más desconcertantes de
la actividad del demonio. La Iglesia procede con suma cautela antes de
autorizar un exorcismo, y s lo concede esa facultad a un número muy reducido de
sacerdotes. José María Zavala ha hablado con varios de ellos y también con
víctimas a las que consiguieron liberar, y algunas que todavía luchan contra
esa devastadora invasión. Los testimonios recogidos en esta obra nos asoman de
forma directa al abismo del mal, pero aportan sobre todo un torrente de
esperanza. El poder del diablo es inmenso, pero es pura nada ante el nombre de
Jesús y la realidad palpable del amor de Dios.
El tema de los exorcismos siempre ha estado envuelto en una agria y fuerte polémica. Hasta qué punto son necesarios? O dicho de otra forma, es posible que haya endemoniados, es decir, gente poseída por el demonio o por malos espíritus, posesiones que justifiquen la intervención de un sacerdote?
Si les preguntamos a los más racionalistas, es decir, a los siquiatras o neurólogos, o médicos en general, seguramente nos darán una explicación de lo más plausible para los comportamientos y las paranoyas de los supuestos poséidos. Y en esto de los exorcismos se puede hacer un paralelismo con el caso del fenómeno ovni: hay mucha mentira, mucha estafa y mucha gente con ganas de ganar fama o salir en la prensa, o de vender libros… Sin embargo, igual que en el caso de los ovnis, hay ciertas situaciones donde la ciencia, en su estado de desarrollo actual, se queda escasa para explicar ciertos fenómenos que se podrían tildar de paranormales, cuando menos. Es en esos casos, suficientemente contrastados o probados, cuando uno empieza a dudar de que todo esto de los endemoniados y las posesiones se deba siempre, y únicamente, a un mal funcionamiento del cerebro. Cualquiera que haya visto la conocida película El Exorcista, referente dentro del mundo del terror, sabe a que me estoy refiriendo.
Sí, es posible que los espíritus, malos como la tiña, los muy jodidos, puedan invadir el cuerpo humano y tomar posesión de su mente y de sus actos. Es posible…, y sin embargo, y de ahí el interés que me suscita este libro, uno se pregunta hasta qué punto es necesaria o conveniente la intervención de un exorcista, un sacardote de la religión católica. Es un tema complicado y harto delicado, no cabe duda. Primero porque, normalmente, la decisión de practicar un exorcismo se toma sin consultar a la persona a exorcizar. Es de cajón, si uno está tan mal, supuestamente, como para que un sacerdote le rocíe con agua bendita y le suelte todo tipo de arengas, es que no está en plena posesión de sus facultades. Por tanto, son terceras partes las que toman la decisión de inicar el rito sobre una persona. Primero personas allegadas, que en su buena voluntad (o no?) deciden poner la salud mental, y a veces física, de una persona en manos de un hombre de Dios. Luego viene la segunda fase, si vamos por la vía ortodoxa (es decir, si el exorcismo lo practica un sacerdote y no un mercenario a sueldo, que simplemente pone la mano para recoger la plata y pone en marcha su ritual sin más dilación), que consiste en que antes de considerar a una persona como candidata a un exorcismo se deben practicar una serie de rigurosos análisis científicos y siquiátricos que descarten una posible enfermedad o trastorno mental, esquizofrénico o similar. Suponiendo que la ciencia se vea incapaz de resolver el asunto, es cuando el exorcista entra en acción, según su propio criterio o el de una serie de expertos en materia de exorcismos.
No cabe duda, que es posible que todo este proceso se vea sometido a ingerencias externas. Hace poco, en 2014, salía a la luz el caso de una menor de Burgos cuyos padres, ultrarreligiosos, estaban convencidos de que su hija estaba poseída y se le sometió a 13 exorcismos. Actualmente el caso está en manos de la justicia, por una denuncia de familiares de la menor. José Antonio Fortea es uno de los “catadráticos” en exorcismos en España, uno de los sacerdotes con más experiencia en esta materia. Pues bien, según el padre Fortea, “el poseso tiene que querer ser exorcizado, incluso si es menor de edad. Jamás se puede hacer un exorcismo a la fuerza. Él tiene que querer, sabe a lo que viene y eso, exactamente eso, es lo que quiere que se le haga. Jamás tendría éxito hecho contra su voluntad”. No dudo de la experiencia de este señor, que es abundante y contrastada, de hecho está preparando una tesis doctoral sobre el tema de los exorcismos, pero sí dudo mucho de que en todos los casos, como este de Burgos que he mencionado por ejemplo, sea el propio poseso el que manifieste su voluntad de ser exorcizado. Habrá casos y casos, pero esta gente que suele estar bajo tratamiento médico puede no estar en plena posesión de sus facultades o puede sufrir una visión distorsionada de la realidad. Hasta qué punto es moral o ético que terceras personas tomen la decisión de practica el exorcismo? Qué pasa si el poseso no quiere someterse a ese exorcismo aunque todas las pruebas apunten a la conveniencia del mismo? O al contrario, qué pasa si el supuesto endemoniado cree, contra toda evidencia, que está poseído y reclama el exorcismo, en un caso de autosugestión? Nos movemos en tierras movedizas, donde las sombras son espesas y la verdad o el buen juicio no siempre salen a la luz, o al menos uno duda de que así sea.
Por cierto, este reciente caso de Burgos es el primero en España en el que interviene la justicia en un asunto de exorcismo, algo realmente increíble, dadas los interrogantes y dudas que suscita todo este asunto. Algo que, en palabras del padre Fortea, podría suponer el fin de los exorcistas o del ministerio en España si es que existe una condena civil contra el sacerdote que practicó los trece exorcismos sobre la niña de Burgos. En España hay actualmente 15 exorcistas autorizados por la iglesia para luchar contra el maligno, ocho de los cuales se ubican en Madrid. Es decir, estamos hablando de una élite, por decirlo de alguna forma.
Pues ahí queda siempre la duda de la idoneidad de este tipo de tratamientos de choque, la duda sobre quién y cómo se debe tomar la decisión, algo que debería solo suceder en casos extremos, como bien se relata en el gran clásico del cine de terror que antes he citado. Sin embargo, muchas veces la desesperación puede llevar a la gente a cometer auténticas locuras, y estupideces, o a creer en intervenciones divinas o demoníacas donde no hay más que una enfermedad neurológica. Pero esto no es nada nuevo, ya pasaba cuando las guerras se hacían a caballo y antes también. Pues bien, al hilo de estos temas, el autor trata de arrojar luz sobre este tipo de cuestiones. Cada uno que saque las conclusiones pertinentes de su lectura.
hay mucha estafa dentro de ese mundillo, me interesa el tema, habrá que leerse el libro
ResponderEliminarUn mundo complejo y lleno de sinvergüenzas, pero un tema de lo más interesante.
ResponderEliminar