El ciclismo vuelve a estar en auge y en racha. No lo digo yo
que soy un friki loco de este deporte, lo dicen las estadísticas, lo dicen las
ventas de bicicletas, lo dicen los espectadores de las grandes vueltas de
ciclismo y lo dicen las calles y las carreteras que están a tope de gente en
bicicleta.
Y, por supuesto,
quién mejor para sacar partido de este auge que los italianos, mercaderes natos
y virtuosos en el arte de camelar y vender lo que haga falta. Y ahí está el
furor de la bici eléctrica. En ciudades españolas, como Madrid sin ir más
lejos, ya se puede encontrar sitios para alquiler de bicis eléctricas. Son
limpias con el medioambiente, son cómodas para el cicloturista y permiten
disfrutar de un agradable paseo.
En el Reino Unido los yupies de relumbrón ya utilizan este
medio de transporte entre vintage y futurista para desplazarse a sus centros de
laboreo y camanduleo. Pero es una moda que se extiende como un reguero de
pólvora, dentro de nada encontraremos estas bicis eléctricas en cualquier
pueblo.
De hecho, tanto marcas de bicicletas como de automóviles se
han puesto a explotar este filón de los dos pedales. Pero como decía, nadie
mejor que los italianos para captar la esencia de la belleza, enfrascarla y
ofrecerla para consumo a un precio normalmente asequible... Así, la marca SPA,
que absorbió Fiat en 1925, ha puesto en el mercado a “Bicicletto”. Un look
entre retro y moderno, recuerda mucho a las motocicletas de hace muchos años,
pero con los dos pedales bien plantados, para el que quiera dar zapatilla. Pesa
24 kilos, cuadro de carbono y un motorcito de 500w para que no nos pesen los
kilos, que puede darnos una velocidad máxima de 45 km/h. El motor es eléctrico,
es decir, recargable, con una autonomía de 50 kms si vamos en plan emperador romano y 120
si damos pedales. Eso sí, su precio restringe mucho la clientela: 10.000
euracos de nada.
Seguro que en el mercado hay, y habrá cada vez más, modelos
más asequibles. El ciclismo ya no tiene edad, ni estaciones, aquello de las bicis son para el verano
ya pasó de moda, básicamente porque cada vez las estaciones se parecen más unas
a otras. Eso sí, lo que no cambiará nunca es la sensación de darlo todo en una
bici convencional, aluminio o carbono, en medio del asfalto, la carretera y tú.
Eso no hay dinero que lo pague.
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