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viernes, 15 de mayo de 2015

Fernando Martínez Laínez - destruyan a Anderson


Tenemos ante nosotros una mezcla entre novela negra, apocalismo humano y romanticismo eterno. Podría ser una definición de esta novela con años, aunque seguramente nos quedaríamos cortos, porque hay matices.

Pero independientemente del resumen o de los calificativos que le podamos poner a esta narración, lo que más destacaría de esta obra es la fibra sensible que toca, que entronca básicamene con el pesimismo más rancio sobre el devenir de la raza humana. El ritmo de la novela es ágil al contarnos la historia de una célula terrorista en España que apoyada por la central en Alemania quiera atentar contra una alta personalidad rusa a su paso por Madrid. Esa es la excusa, bien expuesta y desarrollada, que el autor asume para poner sobre el tapete una serie de cuestiones de índole política, social y humanista.

El debate o la dialéctica entre socialismo y capitalismo que nos plantea está ciertamente obsoleto, pero hay que tener en cuenta que este libro ya fue escrito hace unas cuantas décadas, cuando este debate estaba todavía vigente. Sin emabrgo, lo que sigue muy vivo es la disección que hace el autor de la naturaleza humana y de la estructura de nuestras sociedades. Ese sí es un análisis plenamente vigente, perfectamente aplicable a la situación de hoy en día del ser humano y de la sociedad en la que vive. Y no es una visión reconfortante, el autor no se anda con trapos calientes. Es ante todo un punto de vista pesimista, que se centra en las miserias del ser humano y de la vida misma, que superan con creces a las luces, que por extensión y fagocitación se aplican a las sociedades humanas, es más,  multiplicadas por el factor de la supervivencia y la competencia.

Esa es para mi la parte más interesante de la novela, la disección de la naturaleza humana, ahondando en sus defectos, en sus carencias, en sus fustraciones, en el yugo que impone la cercanía de la muerte, en la soledad, el egoísmo, el desconocimiento, la incomprensión de tantas cosas… Verdades como puños que multinacionales y filosofías de consumo rápido tratan de cubrir hoy en día de un baño dorado que se va al primer remojón de realidad. Ciertamente, el ser humano y ese marco de convivencia en el que se busca las castañas, siguen siendo el mismo cúmulo de desechos y despropósitos  ahora que hace 50 años ó 500. No es una novela para idealistas,  soñadores de mundos paralelos o para gente que suelta la lágrima con el parte meteorológico, pero sí para gente crítica y a la que le gusta llamar a las cosas por su nombre.

2 comentarios:

  1. pues si, el debate de la novela está completamente obsoleto, pero el retrato humano, el ritmo está muy conseguido, a mi también me gusto mucho.

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  2. Buen retrato del especimen humano.

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